Xoán Leiceaga Baltar

POESÍA

Cura de humildad

Soy poca cosa: y colecciono mis falsas modestias.
No puedo competir con la agudeza de los buitres,
ni aun con la de unos simples quevedos;
Un mal diapasón o cualquier tímpano de ofidio o rata
me arrojan al agujero de la sordera.
La resistencia, sutilísima, de las hebras de un insecto,
gusano o araña, se ríen de mis músculos.
En cuanto a jamón y trufas, me humilla el cerdo
ante el roñoso talento de mis papilas.
Y el más canijo canino, en cualquier rincón mediocre,
desahoga su desprecio a mi pobre pituitaria.

¡Es tan lábil el cerebro y adoquín el corazón!
Igual que al río, hacia el confín se me escurre
la fugacidad, incontrolable.
Igual que a la mar, se me comprime el espacio
en esta aldea, bien controlada.
Y lastimero me veo
como austera luciérnaga menguante.

¿Quién se extraña, quién, de mi eterna hipnosis?
Quién de que me deje arrastrar por las orejas
a la fermentante melancolía:
pasto húmedo y oloroso
mar pacífico y silente.

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