Xoán Leiceaga Baltar

POESÍA

Niño con alas

Sin cesar revuelvo en lo gris de mis cabellos
y no consigo penetrar en el estallido de luz
que en la alborada luce el sol.
Él, sin embargo, ahí sigue sabio del saber,
imperturbable limpieza esperándome,
impecable tras sus radiantes manchas,
sin que las tesis de dioses lo incordien
ni sus catervas de insectos lo piquen,
ventilándose con sus propios vientos,
fermentándose en el santo silencio
de su dulce eternidad sin maquillar.

Mi fragilidad se apoya en la indisciplina
y, sobre ese junco, aguanto:
por mucho que los tumores humanos
y los pantanos que avalan los cielos,
que inflen las crisis los señores del veneno
y que su oscuro verdugo lo asperja,
por mucho que la obesidad de la experiencia
y que completos se pudran los vertederos.

Ese sol, inextinguible naciente
tras su descanso abrigado por la luna,
siempre médula, paciente centro, paciente guía,
inmutable su inmensidad y atrevimiento,
siempre en pie, escabel sobre este infierno,
admitiendo nunca el calor de su grandeza.

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