Xoán Leiceaga Baltar

POESÍA

Setas

Hay poetas burdos, huidizos, sienten suspiros
y remotos los entonan en su escondrijo.
Poetas sin letras, no leen, no escriben
andas atentos a los trinos de su jardín.
Poetas felices, más o menos embadurnan
y deslizan o navegan por los vicios de sobar:
amarran todo lo asible y su copla escurre.
Hay poetas tristes, emborronan la sombra,
sigilosos y secretos, impenetrables en su fumadero.

Hay poetas gravitatorios, que se anticipan,
y arriba lejos disparan lejos su más hermosa mentira,
que se hará verdad mañana, en tanto liban
escoltados por sus lunas.
Y aún queda el poeta sabio, de vocación alpinista,
su higiene a cuestas y propietario apenas,
que ya no escribe sino con árido y feraz silencio,
que no respira sino oxígeno asceta de la cima,
que no le quedan más libros de aprender
que los que hay en sus archivos de pensar,
y que otros vientos capturan, robustos también,
para bajito en su noria volver a entonar.

Evocaré, pues, a mis estratos de piedra:
presagio a veces una trova de cinceles
con sus esquirlas de marga y líquenes.
¿Agua de lluvia esos ecos, aun taciturnos,
o simple barullo reverberador?

Siento y no veo, aquí o en acullá, tañer la lira.
Veo y no siento, dónde tañe el desahucio.

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