Xoán Leiceaga Baltar

POESÍA

Canto a mi soledad [ii]

«¡No debo olvidar a aquel entrañable pez
despistado del cardumen, y sin angustia!»

Xoán A. Leiceaga

Oh soledad manantial, fresca ablución:
me acosa un tumor cruel que te imagina mi estorbo,
cuando mi yo, descabezado, te provoca recortando tu raíz
o aturdido se encarrila por el rol de resentido
o te cuelga el tatuaje de la hetaira superiora.
O si bien, atolondrado, te exijo que te me escurras, que me huyas,
que te busques otro lelo a quien gustes dejar solo,
que te rompas de mi sangre, que rotunda me abandones
en manos de acompañantes de carne, y de aliento tentador.
Como si posible obviar, ¡torpe!, los grillos libres de nuestro templo.

Oh esencia mía, la compasiva, la que turbada me observa
mientras en boya navego, ofuscado entre los lujos de mi celda,
solo envuelto por objetos, aunque hayan sido sujetos
y ahora gélidas masas incapaces de consuelo,
ceniza apenas, pues ya no laten ceñidas entre tú y yo.
Palabras, sonidos, colores, rígidos copos nuestros humores,
porque tú, mi intimidad, ya no sangras más por ellos
y no son sino papel, usado, vinilo o harapos,
ebrios de polvo, guiñapos huérfanos de nuestras llamas,
en lo remoto de ti, mi soledad, rellenos de su vacío,
como un fuego que no quema, un faro que no ilumina
o una vaina juvenil, eternidad de suspiros que arrugan.

¿Quién otro soy, sino mi duda, quizá un recelo?
Vos firme en mí, mi soledad, y siempre yo el desleal.

Volver