Xoán Leiceaga Baltar

POESÍA

Canto a mi soledad [ix]

«No amó, sobra advertirlo, –dije que fue feliz–...»

Darío Jaramillo

Disponible entera a mí, geisha ideal,
cautiva aparentemente, sierva dueña sin embargo:
me yergues a la hora en punto,
me bañas para codiciarme limpio,
justo a su tiempo preparas nuestro café
y bautizas los almuerzos en santidad,
fugando de las piltrafas y las rutinas del suelo.

Solo volamos cuando eriges a mis alas,
y acurrucado y tapado va tu reposo de sal
en el austero equipaje que acondicionas.
Aun me declamas, cuando poeta me asaltas,
aún me cantas, cuando contralto me invades,
aún me arrullas, cuando brisa me refrescas:
despiertas mi nuevo aliento con tus alisios.

Antes y luego, retornamos siempre al mar,
oreándonos, tú la sierva imprescindible,
devanándonos, mujer tú mi aire,
abrochándonos, tú mi sombra inevitable,
y dócil yo tozudo en ti, tú mi santuario
adorándonos en ese alivio impecable.

Ahí caricia, penetras entera en mí,
me nutres con el maná inagotable de tus especias
y requieres que sangrienta mi sed te absorba:
¿Cuál ansia es vida, más que nuestro caldo rojo?

Volver