Cuatro
«Lo inalcanzable del amor afina la órbita perfecta.»
Xoán A. Leiceaga
Penetro en tu partitura, mi nutriente primordial
tu lira me abre la senda de tu escarpado paisaje
mis tímpanos se abandonan, paganos, a tus motetes:
me rebelas contra la ley de la imposibilidad.
Por tus cánticos asciendo, libo ese néctar
tu arpa conmueve a la roca de mi utopía
mi aliento, reeducado, se encarama a tu armonía:
te conviertes en martillo de mi impotencia.
Entro a tu piano, enardezco en sus acordes
las teclas rasgan mi estable debilidad
al fin me atrevo a volar por tu escala musical:
me absorbes al terco acecho de tu cadencia.
Era muy frágil la savia de mi infantil melodía
zambullido en tus arpegios, mis hielos arden
tus graves inalcanzables riegan mis escalofríos:
me unces con el cautiverio de tu ritmo iluminante.
Madura mi soledad, sigue su vuelo hacia ti,
aunque ahora es conducida por tu concierto.