Xoán Leiceaga Baltar

POESÍA

Beato el ritmo

«Un hombre en pie delante de la dársena.»

Joan Margarit

Hay los ciclos familiares, de cruz o sol
comunes, o no del todo, o nada: son más de dos.
Y delicadas sus fiebres, y de una en una:
la arrasadura veloz de la inocencia
las escenas y entreactos del picor
la larguísima espesura sin parné.

Y, ay, nuestros en sueños, fugaces en crepitar
que extintos vuelan al feliz olvido
como cenizas amables del fuego, o del espanto.
Y aún penden unas pizcas de luz serena
en lenta puesta sobre el convento
y alerta frente al acoso de este desierto.

Y aunque sesgadas por lo inevitable,
exultantes han de ser las inmersiones de siempre:
los demonios del amor
la obstinación de polilla, la dulce bilis
los enlaces entre la miel y la almendra
y entre el penetra y el adiós.
Ya presta, de cristal como la nieve de lo perdido
descolorida la huella y el asomo de ternura
y amor al odio, y al raudo nada.

Mas penderán aún los rayos de luz serena
en lenta aurora contra el desierto
y alerta frente al ocaso de mi convento.

O la versión anterior

Ciclos con fin

«Los ciclos cierran, sin restañar.»

Xoan Leiceaga

Nos estrellamos de ciclo en ciclo
el itinerario sabio es ciclo largo y rizado
el del amparo, sobre todo desamparo, es corto
y, si ciego, siempre fresca oscuridad.

Hay ciclos de parentescos, e individuales
y suelen ser tres o más:
el inconsciente de la inocencia que pronto escurre
los entreactos del teatro del picor
y el larguísimo escenario con defectos pecuniarios.
Y, esparcidos por el aire, los escasos y fugaces del amor
artificiales con frecuencia natural
por el simún asesino de este desierto.

Exultantes los albores, ángeles o leviatanes
pero que pronto se escurren a lo inevitablemente
lentos como carcomas o biliosos como sierpes.
Escabrosos los caminos, pero almendrados
sean de miel o rellenos de amargor.
Y hostiles las despedidas, tiernas u odiosas
tensas como indiferencias, de hoguera o nieve
tapando heridas sin cicatrizar.

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