Xoán Leiceaga Baltar

POESÍA

Confesaré

«Y ya te abrí esta herida...»

Joan Margarit

Tus túneles por aquí, bocas de engaño
mi ganzúa por allá, soez y desvergonzada
y en revelándote yo, amiga, lo de mi canibalismo:
raudo y ducho en enjaular la indiferencia
o incluso las calabazas, y extorsionarlas
con la nata de sus pulsos antojadizos.

Mis espejismos te aprietan primarios
con sus alargadas manos picor pimienta
y ahí, vertiginoso mi yo en la cocina, mi quirófano
con la rítmica excelencia de mi furor
de médico intervendré sobre el pastel de tu herida.

Cubrirás tu cara luego con contriciones
en gotas por la nariz asomará el raudo dolo
exhibirás la cruz de tu moralina
y el patetismo comedia de las rodillas:
serán las dudas de la cura de tus dudas
o abrigo infiel de las chispas de los después.

Y aunque ágil prosperó tu redención
el caso es que hubo celada, y soga
que amarró dura en tanto que suculencia
en el huerto turbulento, y en la flor de la corona.

O la versión anterior

Os confesaré

«Y yo te abriré la herida...»

Xoan Leiceaga

Os confesaré, amigos, que el furor es
sutil ganzúa y peñón a la vez.
Enjaula a la pasividad, y la extorsiona
a esa entrada que nos aísla, o nos retiene
cada vez que la abre, o que la cierra.
¡Benditas sean las turbulencias
en el limbo suculento del desacato!

Ahí, en el quirófano vertiginoso del respirar
se cura y hiere, se hiere, se cura... y se remata.

De muchacho me acosó con la llave de la especie
más tarde con la doctrina, opaca, de lo social
y ahora, tras el candor del desvelo, me fustiga
con la insidia de ese zafio remedo, inaceptable.

Aún así, amar deslumbra con el sol del alba
y mortifica después con la luna del insomnio.
¡Qué suerte la vuestra, inapetentes
obedientes campeones en firme genuflexión.

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