Ella, extravagante
«... con unas rosas sin olor a rosas
en una noche sin olor a noche.»
Joan Margarit
Como estrellas industriales, como si fueseis
fugaces vagáis lejanas
compañeras azarosas de las uñas repintadas
gaseosas tragadoras de bebidas gaseosas
navegando en la fruición de los estruendos
sonrientes majas, aclamadoras de rosas
lejos del olor a rosas
gastadas en ilusiones ilusas, en noches
lejos del olor a noche.
La que me acoge es abierta, no de esas
porque es aquella, la otra
que invisible vuela a su propia altura
la que bucea cuando un dardo la atraviesa
la cazadora que sin perseguir persigue
la que sabe serpentear entre los brazos
la que me moja en sus domingos de oro
la que se atreve sin recelar del derroche
la que al portento de su yacimiento me invita
la que se encarna en radiantes temblores
y en su especialmente más, su nido, misma ella.
Oh extraña, inconmensurable tu olor a noche
del gozo hondo e impenitente.
Oh vos, que osada os vestís de Luzbel
sin pedir jamás perdón a la cordura.
Oh vos, olor a rosas que me tambalea.
O la versión anterior
La extraña
«¡Oh luna, oh fragancia natural!»
Xoan Leiceaga
Como si lunas comerciales fueseis
me sois ajenas
colegas causales del infortunio
tragadoras de líquidos gaseosos, y peores
náufragas por la ficción en los estruendos
faces sonrientes que aplauden las rosas falsas
que nunca olieron a rosa
rastreadoras de ilusa ilusión en esas noches
que nunca olieron a noche.
La que rebusco, es otra lejana a esas
aquella que no son esas
la que se esfuma cuando algo le imponen
la atrapadora que atrapa sin la ciencia de atrapar
la que me baña con los domingos de su oro
la que aprende a gatear sobre mi cuerpo
la que con pausas me ofrece su portentoso
eso que vive escondido en la esencia femenina
la que siempre osa más nunca se gasta.
Esa diosa natural, la extraña
la que en su hondura mantiene un ángel indócil
la que nunca será esclava de cualquier fe.
Ella, la solitaria, la que me clava su entraña.