Xoán Leiceaga Baltar

POESÍA

Fabulando con lo gris

«Lo recuerdo indefenso, acercándose al final.»

JOAN MARGARIT

Él, padrino ahí, en su omnipotente nocturnidad
e inmersa tú, en la jornada de su semblanza.
Él, devoto, en la cárcel recamada de su inercia
como insurrecto de intensidad deficiente
y tú, tal vez bajo una de tus euforias oscuras.

Regresas a la indiferencia activa de la madrina
pero el ansia de olvidar multiplica los recuerdos
y huyes veloz a quebrar su irritante sumisión.
Opaco y sordo y rosmón, lo ases del brazo
lo llevas, ariscos ambos, a tu arresto de oropel.

En su penúltima escala, lo sentiremos
con sus orondos colegas de sopas tintas
o curanderos de bendecidas piedades.
Lo aguantaré yo mandado, enmudecido no mudo
lo abrazaré, e irá otra vez de mi mano
a tu islote de impiedad.

Fue pronto, todavía en plenitud adolescente
cuando aprendía yo el sí, y aún el no:
que los recuerdos siempre provocan olvidos
y que el verbo amordazar no deriva del amor.

O la versión anterior

Ternura papal

«Imposible es olvidar los recuerdos
que queremos olvidar.»

Xoan Leiceaga

Ella, mujer mamá, por lo azaroso no estaba
y él, afecto ahí, aquella noche volvía, a ser papá.
Me metió con él en cama, me contó historias
no sé cuáles, tal vez celosas euforias.
Y esa fue casi su solitaria ocasión
como si una rebelión de su ternura distante.

En un después, lo veo ya en penúltima vacilación
en la pendiente, con sus jóvenes amigos del vino
que me observan a su vez con incómoda clemencia.
Enmudecí sin callar, lo tomó fino mi abrazo
y un cabizbajo fervor lo llevó a casa.

Una pena que un recuerdo resucite a muchos otros
y así años antes, por sugerencia o por orden
de quién con indiferencia facial lo enmudecía
saltaba yo a proteger su callada irritación
y en mi voz pero sin habla, tomé su brazo
con malhumor de ternura, para el retorno a su celda.

Y así, de pronto, adolescente aprendí ya mi no
que amordazar nada tiene que ver
ni con amor, ni con azar.

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