Xoán Leiceaga Baltar

POESÍA

Miasmas

«Son olores del mar. Y de la soledad.
El pueblo va del cementerio al mar.»

Joan Margarit

La ventura te aproveche
en tanto el duende del olor helado
no liquide la amargura de tu ADN.

Mientras sigues como niño
—nada de otras criaturas—, no te percatas.
Es cierto que a veces lo sugerían
hiriendo sin arma blanca
con aquello de «más pajaritos al cielo».
Pero es verdad, no caías en la cuenta.

Yendo ya por la veintena
orinase o no orinase contigo a veces
un comparable se daba de baja
alguien que ayer aún era, pero hoy ya no.

Cuando maduro de las medias tintas
si la extremaunción no va con afán
pausada podrás sentirla volar lejana.
Y ya de anciano, estoico o no
destinado a tierra o fuego, polvo o fulgor
siempre persiste, una esquirla de esperanza.

Resumen del gran amor de la hoz:
empieza en Cloto, la de la rueca
sigue Láquesis, con su vara de medir
y alegre Átropos, con su tijera lo acaba.

O la versión anterior

Cierto olor sí

«Aromas de agua del río
que pasa y pasa y no para.»

Xoan Leiceaga

Cuando aún eres infantil, no te enteras
—no va de ustedes, oh criaturas maduras—.
Es cierto que, asiduamente, te daban pistas
—casi hiriéndote sin la navaja—
con aquella tonadilla angelical
de «otro espíritu celeste».
Aunque también es verdad
que nuestra afectividad volaba por otros aires.

Algo más tarde, como a los veinte
—o mucho antes en algunos, o después—
alguien demanda el retiro, alguien que fue
y que a veces orinara contigo.
Fortuna que tú disfrutas
pues la masa que era móvil y es duro hielo
no tañe como amargura en tus genes.

Ya más crecido, en cambio, lo sabes
aunque alzado en la esperanza nunca lo esperas
pues eliges contemplarlo saturado de paciencia.

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