Xoán Leiceaga Baltar

POESÍA

Raro monstruo

«Pero el monstruo soy yo. No ningún otro
al que pueda matar para salvarme.»

Joan Margarit

De vez en cuando, alguien lo invita
a un cáliz del licor ese de malta
o lo espolea con un par de zurriagazos del mejor vino
con mullidos lentos sorbos de agudísima fruición.
Mas sobre todo también, el fantasma exige agua
justamente la del gozo del propio mar
y, lejos de inciensos y cloros, la mima de copa en copa.
Por eso, las vidas y él no están de acuerdo
esas vidas doblegadas que le quieren imponer.
Y ahí se ciñe la causa de su alejamiento o exilio
su sentirse en el estrado, expuesto
analizado a través de las mirillas
como si un grave pecado incubase su deserción.

De noche duerme gentil con la útil luna
entre los brazos primaverales de su isla
— nada de olor a corbatas
— ni de admitir casualidad a lo adrede
— ni al color gris de tantísimos sesos
— ni a tantas nubes que mancillan a la luz.

No a la farmacia con todo su vademécum
no le sirven a este monstruo.
Como mucho le sugieren, lo tratan de camelar
lo tientan con sacos de sus talegos
y aun algo afeitan su rabia, aunque no su solidez.
No lo conquistan, no alcanzan jamás su adentro
no consiguen derrotar a sus tan recios instintos.

Dichoso monstruo, inextirpable quimera
que incorpóreo te acomodas en mi hueco.

O la versión anterior

Raro monje

«¿Seré yo el monje que me rescate de mí?»

Xoan Leiceaga

A veces, la vida invita con copas de su licor
y esa naturalidad es lo que mi sed ansía
una canilla, sin cloro ni con inciensos.
Y a veces, no congeniamos la vida y yo
esa vida ya doblada que nos venden
que nos impide subir por la escala del pecado.

Dicen de la muchedumbre, es primavera
dicen que votan a los ascetas, lo dicen.
¿Acaso debo admitir el azar de los adredes
lo barato de apagar el color de los cerebros
o que las cruces se vuelven luces?

Hermano, tu farmacia con todo su vademécum
solo seducen, solo camelan
no tienen rabia y son lentos, en demasía.
Monje eremita, pendemos todos de una horca
más potente que el instinto: ¿Por qué no miras?
¡Yérguete o desguázate de una vez, amo de nada!

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