Xoán Leiceaga Baltar

POESÍA

Tubo sin escape

«... y siente entre las sábanas
una mujer que es otra ya hace años.»

Joan Margarit

Aquel día 1, cuando vi los atriles desde arriba
me atravesaron los vuelos de utópico bucear
en los abismos del entarimado:
lástima que el solitario recuerdo de ese recuerdo
ya se volviera una ida ilusión.
El calor de mi cara en el espejo, no sé si lo vi
sí el rubor de los zapatos en su estreno;
tampoco sé si eso fue apenas entrar, o aun salir
si pisando con pie diestro, o si siniestro
o si volando, pero sí sé
que todas aquellas flores, estaban siendo
aunque no tanto, más juveniles que yo.

Ahora, unos cuarenta noviembres después
los perfumes son distintos aunque iguales
pero en mí rechinan ya las bisagras
y siento el frío de entrar, ya no salir
en el reino vegetal, inevitable, de estatuas
que la pátina reviste de olor amarillo a gas.

Y ahora, con otra década a cuestas
las desilusiones han magullado mi propia puerta
un clarividente viento me asalta por la ventana
y, enviciado o sin viciar, me abre la entrada
—que no salida— a las píldoras de la sumisión.

O la versión anterior

Tubo de escape

«Al cabo, ella no está
pero siempre se presiente.»

Xoan Leiceaga

Sucedió todo hace siglos de mi utopía
y mis abismos:
fue el primer día en que vi los pupitres desde arriba
y el recuerdo único de aquel saludo
fue la ilusión.
Seguro que no grabé los rubores de mi cara
ni la horma colorada de mi calzado;
ni sé si entré pisando con la destreza
o si flotando por dentro
aunque sí sé que aquellos que me acechaban
eran todos más lactantes que yo.

Y ayer, años después, treinta y bastantes
ellos distintos los mismos, pero no yo
porque mis goznes rezuman ya cardenillo
la resignación, ya congelada
pasa sus horas bordando las fotos
y el aire agarró su vicio, los olores de la edad.

Y hoy, algunos surcos más tarde
con la ilusión ya abastecida de hongos y contracturas
un tozudo vendaval abre y abre mi ventana
y le ofrece una salida, recurrentemente inviable
mas tal vez digna, al desencanto.

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