Xoán Leiceaga Baltar

POESÍA

Un viejo en el circo

«Nadie sabe por qué soy un viejo que canta.»

Joan Margarit

Y late así, eterno, el mismo circo:
humanoides y humanoides, de alienígenas sus cuentos
aire de lobos contra aire de ratas, todos domados
y botes de humo que a algunos viejos aviejan
y dedos que azuzan más, a los bultos ya azuzados:
batuta, reloj de campana y poste, uno tras otro.
En la guerra ganáis todos, asegura el altavoz:

¿Y el lucro? Es sacro, va imperturbable a la banca.
¿Y el armazón? Es ratonera, con carnaza de primera.
¿Y la música? Es estribillo de su trompeta.
¿Y los huecos? Danzarines por las nubes.
Nos cuentan que los toreros y sus espejos
dan las medallas de tolerancia
pues su tinglado es redondo: el circo de la virtud.

¿Qué veo? Que el circo me hace viejas las arrugas
que me siento gladiador con el puño congelado.
Pero que a veces todavía me despierto, y decido:
desenchufo mi letargo
enjuago las cuerdas de mi garganta
aunque ya al canto le cueste regurgitar.

O la versión anterior

El coliseo

«Soy un anciano que vota, en contra.»

Xoan Leiceaga

Era algo así como un circo romano.
Eran pares gladiadores, amamantados aguzadamente
unos con vista de hiena, otros apenas de perro
todos hábiles, bien destetados.
El árbitro parecía, ora poste ora reloj de campanario.
El público era: el alto azuza, el bajo está para ser azuzado
y obvio indicarlo: los guerreros todos pierden
los álgidos fingen que todos ganan
los calientes chillan más, flotantes sin enterarse.
La ventaja, como siempre, es de la banca.
¿El montaje? Un cepo caro, un palimpsesto borroso
un oxímoro invisible para soldados y bajos.

Suena mi despertador.
Era algo de eso que dicen fiesta de la democracia
un combate entre dos altos, así les dicen, interesados.
Y una vez más, lo apago.
Limpio mi voz con gárgaras
pero mis cuerdas están afónicas.
Soy un viejo que cantaba, y ya no canta.

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