Vergüenza ajena
«... y no queda más rastro que mis pasos.»
Joan Margarit
Escapo, a mi campana de buzo
oropel al que mi debilidad siempre retorna
emigro, con la halitosis del discurso fracasado
y tras mis sólidas necesidades
carentes de necesidad
por su hilo, ando en eso de subir al nicho alado
de cruzar la fullería de amparos como tramoyas
trago las penalidades del maletero
crío rastros de trasiegos y de cacheos
sufro en lechos de metal y sus albas de cartuja
al cabo arribo a otra idéntica jaula
ya esquilada de sus oros
de la trocha que no aprenderé
porque mi curso no es sino destino
de fuga para volver a fugar
aterrizo, embozado en vistosa vaselina
mi aliento purificado por autoengaños
categóricos, como las ineficiencias
imprescindibles, como las fugacidades
programados, con rigor de bumerán.
O la versión anterior
Escapo para arribar
«Te fugas, pero tus huellas se quedan.»
Xoan Leiceaga
Escapo de la jaula de mis oros
a lo que lo más blandengue de mí, regresa
siempre con el mal aliento de mi transcurso frustrado
el de las fatalidades nada fatales
ando en eso de subir a diligencias aladas
y trago, el suplicio de los maleteros
las camas duras y los madrugones como conventos
los trasiegos los engorros y los cacheos
las mitificadas farsas de seguridad
y todo para arribar a otra jaula similar
desprovista esta de su oro
a la que nunca sabré si volveré
pues mi sino es escapar a un otro donde arribar
con arribos rebozados de pintura sin pintar
con el hálito purificado por autoengaños
tan contundentes como la esterilidad
tan permanentes como la fugacidad
tan programados como mi desorden.