Xoán Leiceaga Baltar

POESÍA

Ahogando al creador

¿Mis maestros?, escultores y alpinistas de su propio viacrucis
en cada estación ascienden otro escalón de la duda
son los que siempre se enfrentan, obsesivos
al patrono de los climas y a sus tormentas solares
a la oscuridad brillante de la gran estatua helada /
son juventud otoñal, invierno en años, primavera en el tesón
multados con los hedores del santo icono borroso
y, más con cada amanecer, todavía ellos se asombran
de que los badajos de un artificio, tañan a muerte.

Tendríais que haber preñado su hermoso hueco
congelado la imagen decrépita en su polvo movedizo
esculpido la consciencia de su fangosa codicia
sobre el redil que vendió el espinazo por un jardín intangible.
Con fuera de uso sus viejos cilicios y maldiciones, cierta es su furia
pues ya no puede ocultar la agonía del lodo de sus virtudes
ni sus grasas del terror solidifican las sangres de hisopo. /
Y anda ahí esta claridad, la glacial, obnubilando tu divinidad.

Caducada la potencia de su siguiente ultimátum
hastiado su panorama, moribunda la gracia de su pincel
y asentada su rutina, dicen la iglesia, en el hospicio
va allá la hilera de sus inmortalidades, allá tétrica su sombra.

Sus retratistas aceptan la noche, y allá lo alojan, allá
con nada que bautizar, ni deplorar deplorables
ni descorchar paradojas, ni dar licor al sediento /
cero osadía divina, hundida entre esos retratos oscuros.

Volver