Xoán Leiceaga Baltar

POESÍA

Damocles, aún

¡No, Damocles no!, aunque ellos insisten que sí.
La espada sigue pendiente sobre nosotros, malditos libres...

Esta esfera de impurezas, en la que todo el amor está sucio
en la que todo el calor está helado, y los soles son ocaso
todo latido inconsciencia, y solo el sueño es fiscal–terco fiscal /
sueño–espejo que almacena–nos arroja las mascotas amarillas
las despliega acusador e indomable los exhibe, sin retocar.

Y ellos, los pajarracos, empecinados en regurgitar la inexistencia
idólatras que asesinan, de gota en gota, los vigores de la sangre
que velan en sus agujeros negros a la gris escasa divinidad /
dueños de los cavernarios, especialistas en el odio a lo real
¿a cuál cruz, a cuál cueva rescatáis, de cada vez, a vuestro fósil?

Y sus cerdos y borregos, entrenados a sufrir frente al placer /
cancerígeno es el cielo de otras verdades – (se escuchan risas)
la realidad es el ala de nuestras vestales escaladoras – (más risas) /
los restos de otras esencias son de cristal, y su destino es quebrar
virtuales nuestras estatuas son bronce, y la idolatría lo saludable.

... Los idólatras, ellos sí, impermeables a la claridad colgante.
Son abuelos de los drones, su alma es química, la espada suya.

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