Xoán Leiceaga Baltar

POESÍA

Tóxicos para humanos

«Lo que no se encamina a la salud del cuerpo
se convierte a la histeria circular.»

Friedrich Nietzsche

Los decadentes, amaestrados por la jerarquía
su destino es ser las flores para el redil
y en ese templo infectarlos con la vacuna del fértil ocaso:
los aún un poco bestias se sobreexcitan, y extenuados babean;
y los ya sumos domados caminan gozosos a la epilepsia
diezmadora radical de sus arcaicas saludes longevas
y allá van hasta el fondo del fangal que les tienen preparado.
Tras el objeto de debilitar, nada hay libre en el rebaño
apenas un primer paso, feliz, a la total perversión.
Gimnasia: metódica inunda con la demencia de sus tahúres
y barata aureola con veneno a sus ovejas y micos.

Nosotros, los esquimales, audaces con la ilusión del vigor
arrumbamos a los bulldog del ensañamiento contra la carne
a los víboras que inyectan las supersticiones que les inyectan
a los moscas del ayuno, o abstinencia o malcomer
a los arañas de telas azules sobre pellejos agonizantes
a los simios que presentan la salud como el demonio
en suma, a los que a su estercolero dicen azul agua pura
manantial de sus valores, altruismo y santidad.

Rencor es el fundamento de la caterva, y enfermedad es el curso:
todo lo hermoso, lo elegante y vigoroso, es dañino a las entrañas
sufrir, en cambio, bajo un farol irascible, es bando teologal:
¡Es preciso que os metáis en nuestro cepo, espiral de adulta fe!
El sino de los demás no es azar, sino la incineración.

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