Xoán Leiceaga Baltar

POESÍA

... o en forma de carta

Señora del Buen Tropiezo, mi virginal:

Rodando por mi confusión, radiantemente rendido en ese talud,
me envío a Vuesa Merced, pues tengo y tendré por siempre
enraizada devoción al par de timbres con carne que me esclaviza.
Además, voy comprobando cómo mi fruición se enfrenta
con la armonía de Vuesas natas radiantes y el respeto a su vibrar;
incorregible me asiento frente a lo atlético de su turgencia
y especialmente pasmado cuando ojeo su oleaje.

Mas es Vuesa Distinción la higiene de mis tropiezos,
la luz que tapa las dudas en los milagros que siente mi fe,
el sagrado aval de tan palpable riqueza sabrosa, y única.
Y mi ateísmo lo apoya: nada al azar, subirse por las laderas
sin colarse antes de tiempo por las cuevas entornadas.

Vuesas magias son redondas en su abasto de materia,
globos del olor que nos convierte en fragancia,
por pasiva si es oliendo, por activa si es palpando.
Mil veces lo aprenderemos, pues todo rebusca invento
y, ante el tris correspondiente para la incruenta batalla,
cada vez nos registramos con la etiqueta de piel
que, luego de finos gruñidos, sin disimulos atrapa la calma.

En todo caso, de holganza por el mar de la inocencia,
sin paz aguardo con el anhelo incansable de apretujar
y, desde mi infidelidad virginal, declaro Suya mi adoración infantil,

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