Xoán Leiceaga Baltar

POESÍA

131

El extranjero, en su nacimiento como extranjero, en ese alzamiento
trompica con sus vecinos, sus inapetentes sosias lejanos.
Normalmente avista caries, también legañas
y qué escasamente ojos limpios.

132

Una vez y otra.
El extranjero, como forzoso lector
sabe que no hay otra forma de hacer del libro su libro
que añadirle sus escolios de sudor.
Y otra vez una.

133

Raso rasero del juicio oficial, a cada extranjero pena
a la norma de singularidad.
Por eso su imagen, en su mismo espejo, es oscilante
entre la propia delicadeza,
que él reconoce, a la que dice escupir lo que mama.

134

Adyacente y terrícola.
¡Qué mengüe, cruz de su zurrón!
¡Qué de una vez se disipe esa losa!, ¡qué muera!
Sueño subterráneo del extranjero.
Ajeno y estratosférico.

135

Las sociedades, disfrazadas con su hábito de maquiavélico azul
le otorgan reconocimiento oficial a algún extranjero.
Tal hace con algunos de sus socios–especia.
Esa vez los boatos son estruendosos
tanto más cuanto más fuerte
ha sido la represión
contra ellos.

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