Xoán Leiceaga Baltar

POESÍA

171

Las estaciones intermedias son para el saludo
el rayo de la ternura en los ojos, el brazo abierto y el ósculo.
Así robustos, los aterrizajes de la melancolía.

172

Ni la estación ni el brazo abierto
son los cimientos de la ternura, ni sus centellas.
Es el zumbar de la sabiduría, el río de las palabras en el silencio.

173

Sólo tras la insensatez conseguiremos decir «nuestro libro»
nos será lícito hablar de la comunión escrita
de sus obleas, y de sus vinos.

173-bis

Tras el abrazo se puede decir «su libro»
tras ese diálogo escrito
tras las firmas.

174

La hermandad es un deshielo y su fusión, un acueducto entre los dos silencios.
Es el encuentro, el libro bajo los brazos del autor y el extranjero
es la inaudita comunicación de dos púrpuras.

175

¿Nos introduce el puñal con su tensión
la semilla venenosa de los próximos apuñalamientos?
¿Nos transfiere, el que apuñala, su propia ponzoña, su fértil indignidad?

Volver