5 – El abandono
«Sufro incomparablemente más por la forma
en que te perdí, que por haberte perdido.»
Pascal Quignard
Eras el poema de mi cuerpo, un cuerpo que ya no es sino indigente inge-
nio; o apenas máquina desconectada de su fuente de alimentación;
un cordón umbilical que humilde intercambiaba versos y ahora vierte.
Así como era yo tu pulpa, eras tú mi concha de vitalidad, mi predestinado
y dulce caparazón, cálido guante, síntesis maternal de todos los cobijos,
de todas las madrigueras, de todos los refugios, de todos los vientres;
y de mi ritmo.
Levantarme eras tú, como eras mi comer y mi beber, como mis gafas y mi
pluma, mi armonía y mi incienso, como eras mis tentaciones y mis re-
posos; y, sobre todo, sobre todo mi sueño y mi gran aparición eras tú.
Ahora, sin ti me encuentro como un saco flagelado, por preguntas sin más
más respuestas que maraña, manchado por el derroche de aquel es-
crupuloso brío y hundido en el estrépito indecoroso de la banalidad.
Eras el poema de mi cuerpo, un cuerpo que ya no es es otro que vagabundo
sin mundo por el que errar, un residuo que fluye por el desinterés de fluir.
Eras la gran aparición, eres la musa despavorida,
la aparición desaparecida.