Xoán Leiceaga Baltar

POESÍA

Gracia [vii*]

«... convertir al artista en un mono de feria.»

William Gaddis

Torpe goliat, molino de usurpación
que cegado nos corrompes, para luego triturar.
Trasplantas los corazones, ya aguados
nos trepas ciegos hasta tus púlpitos
en poltronas de cartón nos celebras
entre tus humos nos alzas, ya diluidos
y raudo acudes con la puntilla de los aplausos.

Y ahí parado, en ese ingrato talud de otro allá
inservibles los peldaños del viejo asombro
e inconclusa la estructura de mis sudores.
Y ahí ascendiendo, por tus rasos eslabones
que siempre bajan, que siempre dicen que sube
ahí subido, sobre el oscuro chirriar de un sol pintado
alzado ahí, sobre tus genuflexiones al charco.

¿Habrá asientos aún para una tercera opción
nostálgica y desertora del regalado y prostituto alud?
No sé, pero habrá de ser tenaz semilla
la que se atreva a subir por el repecho suicida
al monasterio, desapacible, de la matriz soledad.
Mas sé, que sólo en el hostil aire del apogeo
vive la nieve que quema, la indisoluble
aislada en su propio edén, alejada de las ferias.

O la versión anterior

Gracia [vii**]

«De las ferias de arte, así huye el arte.»

Xoan Leiceaga

Veloz eterna, Maquinaria usurpadora
ciega corrompes antes de pisotearnos.
Me estimulas a exhibirme, en tus tribunas
y a comerciar, enredado entre tus tripas
raudo a encumbrarme en tus falsos techos
y a celebrarme, bronce perenne
subido a alguna de tus peanas pringosas.

Yo en mi confín, talud de gracia y desgracias
tallado con los peldaños de mi sudor
arquitectura, nunca acabada, de mis felices asombros.
Y al lado, tu prosaica escalera mecánica
bajante siempre, desvestida de elegancia
erguida sobre estridencias de luces falsas
y expuesta, chillona, ante la entrada del túnel.

¿Es que nos queda una opción, no sangrienta
desde la indocilidad a tu implacable censura?
No sé, pero debe haber un germen feliz
que se agite en los repechos de ascenso
al tozudo monasterio de los partos del silencio.
Pues sé, que solo en los climas intransigentes
hay apogeos, y solo ahí, eterna y lenta
vive la nieve, que nos quema y que te ciega.

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