Xoán Leiceaga Baltar

POESÍA

Límite de las marrullerías...

Oh, república de las caricias, territorio sin territorio, estado puro en
desequilibrio que pende del fervor por los espacios liberados y la
sedosa redondez de la más exquisita asimetría.

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Ambiciosa carne esa, autoría sin autoridad empeñada en la pendiente
del instante, selecta bodega alborotadora de ingrávidas pero tangi-
bles ternezas, y tinas y tinas con el jugo colorado de la uva madura.

Renovación permanente en el propio vértigo, ardiente afluente de gozo
donde se amamanta el río exponencial de la eucaristía, donde se
cría el lujo exclusivo de la rara inocencia, sea excéntrica selva o
civilización virgen.

Es en el rito de los glóbulos rojos donde os remozáis, caricias, donde
recuperáis la osadía del crepitar en aquel paraíso perdido, donde
libáis la melancolía jubilosa de los atardeceres y la elegancia de
la primavera que la luna reintegra al sol en cada amanecer.

Oh infinitud, que ardes por latir en su propia infinitud, donde incansables
retoñan en cada parto de las semillas sucesivas, donde reinventan
la savia con el opio angelical del instinto, donde padecen y arden por
alcanzar el destello inalcanzable.

Los arrumacos no conquistan si no fascinan, si no lo hacen con la
médula extravagante de su patrimonio, entero, espontáneamente
encarcelados en vuestro mundo, único al derecho, en el que jamás
habrá vencidos porque nadie anhela la victoria.

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