Paso cambiado
«Mi hijo es el único de todo el regimiento
que lleva bien el paso.»
Anónimo
Hay algunos; muchos o pocos según se mire, pero algunos hay.
Los que no se esconden, o asoman e incluso vuelan sin pretender nunca
asomar ni volar.
los que se estiran, los que se estiran más y aún más, esos que, sin
entrenar, apenas comienzan a estirar cuando ya se sienten al borde
borde, sobre la parte afilada de la dilatación y despliegue del dolor;
los que quisieran, mas ni siquiera así están jamás seguros de reconocer
el punto preciso de cocción de la borusca, el ser o no ser de la con-
de la tienda o, inversamente, de la estabilidad.
Son otros, los bastantes otros, sea en exhibición o sumersión, los incondi-
cionales del equipo y los brazos caídos, los que sólo existen y vagan
o deambulan;
los que se aburren cada vez que un insolente argumento los expulsa, lejos
del circuito oficial del aburrimiento;
los que huyen como pueden del encierro de su concha pero salen a ence-
rrarse en conchas ajenas, sin resquicios y con sus telones pintados;
los que imparten piadosos certificados de buena conducta que nadie les
solicita, y los que no imparten nada pero se especializan en el ace-
cho barriobajero;
los que nos hacen cada día el favor de sobrevivir en la obscenidad del
fausto, con el felón sujetador de patrimonios floridos
Son algunos de éstos, y sus capos todos, quienes disfrutan de la más
sólida mueca y de los pies ligeros, y de la fachenda esforzadísima
del pecho henchido;
y son todos ellos, infantes o epicúreos príncipes del universo imperante,
los de la esponja y la piedra pómez, a los que sólo algunos tratan
improbablemente de sortear, o de escapar infructuosamente.