Xoán Leiceaga Baltar

POESÍA

Peatón

Creyentes aún, persistimos en el dilatado y ya difuso caminar, a lo
largo de las mismas cuentas del mismo rosario, ilusamente como
puestos de acuerdo en la pócima mística y, a la vez, en el beneplácito
a la imprevisión, sea del probable desaliño o para la derrota segura.

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Nos celebramos en la solvencia de los telones, incluso groseros, como
si esponja para las culpas. Y, ahora, cuando los altavoces multiplican
el bordado vozarrón de los pregoneros, todavía más nos refugiamos
en el carnaval.

Nos festejamos en la ficción de que el tiempo, de repente, ya no nos roba.
Y, ahora, cuando la eterna extravagancia del epitalamio nos aprisiona
entre el aquí de sol y el ahí de luna, todavía más nos zambullimos en
la ceguera.

Luchábamos contra la tierra y contra el cielo, contra los uniformes y el frío
de los juramentos. Pero sólo al cabo palpamos las aristas de las
rocas, y nos empapa el gris oscuro de las nubes y, aun, la pureza
hiriente de la nieve. De incógnito han llegado, veloces; y no se van;
ni se irán.

Y ya sin duda en la arribada, notamos cómo el farallón de la distancia,
moroso y desapacible, hace florecer a las devociones falsarias y
alimenta al oprobio de nuestras lágrimas de tregua. Dos obsceni-
dades, ambas al mismo tiempo.

Me pregunto «qué somos y por cuál camino vamos», pero no sé responder.

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