Xoán Leiceaga Baltar

POESÍA

Aureola, aureola

Señor mío, creciente dispersión
desvanecimiento o vapor
o difumino o humo que de mí huye.
Displicencia, gelidez de ángel que aterra
ojalá perdido más que malvado
y artesano más que arquitecto
o cantero simple de este edén nublado
y de sus flores del mal.

Afonía ex cáthedra, pecado grave
y contumacia de gravísimos desprecios
como sea habré de reconocer
que aun flotante en Vuestra acidia
anotáis un del todo inusitado
arrasador y fermentante laurel
el argumento único y concluyente
que mitiga las impías vacaciones.

Fornido portento e inaudita cima
nada ermitaña sino primus inter pares
de incitantes y sublimes redondeces vivas
avalancha irresistible de mis seísmos
provocación de voracidad insuperable.

Síntesis de hambre y sed, arte de bombón
atronadora pureza, irreprimible tentación
a bordo del oleaje de la ambrosía
invencibles sus temblores estremecedores
Venus de Cirene hecha prieta carne.
¡Ay, turgentes hemisferios de pupila toda!

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