Xoán Leiceaga Baltar

POESÍA

Burocracia no es juego ni azar

Estamos sobre una isla, mártir que pasó por virgen.
Es día del pataleo contra el gran hueso,
una audiencia misteriosa que no reza ni vincula.
Comienza por el retraso y su penumbra el himno;
millonario es el péndulo en protocolo e improvisación,
y en ruidos y en vano afán de un milagro:
vaticinios de acidez y sequedad.

Las exigencias retumban, sin ecos,
y el informe es la cáscara, sin yema,
un lustre que apenas se yergue ya huye
bajo el cielo transparente de lo oscuro.
La reseña del vocero es un menú de algodones:
semeja que las demoras incendian las soluciones
y que los riesgos, ya no son riesgos sino irreversibles
y habitan plácidos en la indiferencia de su certeza.
Uno a uno los comuneros desgranan
su letanía oxidada de hipotecas y oraciones;
inevitables, sobreexcitados, algunos aúllan
y el hábito de la rabia tapa la causa.
Una ancianita regala puñados de su nostalgia
y tañe mientras la campanilla de su dignidad.

En suma, domesticada la brisa y olas sumisas:
vaga frescura que el calor derrite pronto
y firme la normalidad edáfica y atmosférica.
El expediente es voluta de pasantía,
no cimiento ni trámite, ni apenas rifa.
Tal vez no hay nada sino un reflejo
de los arcaicos reflejos que gritan las islas.

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