Ella, reverenda
Entre las mujeres bendita tú eres / Mujer
no desparramas tu tiempo / en los reflejos
malcrías brusca / las arrugas del orate
y lo abres / surtidor del que mana el misterio.
Tú que insaciable / ala de los vuelos espontáneos
superas la lejanía / y las nubes grises
altísima ante el altar de los cúmulos altísimos
salvoconducto frente al espanto / de las inercias.
Tú que educas / sin calabozo al benjamín
como pájaro en el aire del canto / y en el del baile /
que desempolvas al vate / con réplicas de aquel rayo
peregrino ahora / hacia la meca oscura y purísima /
que desnudas al amante / del rubor y del pecado
ahora pez en el mar de la indiscreción / y del vértigo.
Tú que abres / la madre de las venas que nos abren
que dislocas pecho y mente / y nos dislocas /
que no te frenan / ni tu fatiga ante tanto artificio
ni tu estupor / por esta condena a guerra y cadena /
que no te hechiza / el fraude de tanta oscuridad diurna
ni aun el pus de las neonas / luminarias de la noche.
Tú mull cálcico / en la mente amarga del maestro
embriaguez crónica / que tus hijos seamos hijos. /
Entre las mujeres bendita tú eres / Leyenda.