Atardecer
En la oscuridad soñaré, sueño, con mi heredero.
En su ávida e inseparable esterilidad
lo veo denso
en lo tedioso de sus ríos sin meandros
mareado
en su aguda visión infantiloide
maduro
en su desesperada breve espada
complacido
en sus pies planos e indolente vientre
lo veo esbelto
y, al cabo, irreparable
en medio de sus plásticas arrugas.
Aún soñado así, desguazado y conmovido,
hacia el vértigo ese de tu desafío
mi sucesor aletea,
con a bordo el ansia humilde
de pedir humildemente que reiteres tu señuelo:
más veces dime: «Aún me quema tu espejismo».