121
Sentía tus armas fogosidad domesticando a mi escudo.
¡Qué inoportuna la aurora me despertó!
Cantó el gallo la ablación.
122
Tus estaciones son cuatro, oh dulce Afrodita
aunque mis almas reclamen
apenas por dos.
123
Tus regalices y tus colores verdosos, como también
las calendas de tus frutos, son cuatro.
Y también me sobran dos.
124
A rastras de la impotencia,
derrotada mi victoria sobre la esterilidad,
envidio al viento y a la lluvia, que te mecen y humedecen.