141
Los relámpagos, los matutinos, tu sol los lanza.
Y solo ya vespertinas se abren las nubes, en su torpe multitud.
142
Las esperanzas se crían en la cañada
y la madrastra desesperanza, en sus violentos arroyos.
Estos insisten, e insisten, e insisten más en alimentarla, y en sumergirte.
143
Te haces dueña de la paz de mis alucinaciones
del escalpelo que saja sobre el tumor
del aire contra este coma
y de mi sangre.
144
Me has arrojado sobre el rítmico raudal de las tentaciones
entre su ansia torrencial y sus reptiles meandros.
Señuelo las suaves olas, oleaje es el color de la espuma.