161
Tus reflejos me vistieron de paz
frente a la nula decencia de las ruedas de molino
ante su ferocidad con tus obleas nocturnas, panes de carne y vino.
162
Me agasajabas con ternuras imborrables
en especial, cuando mi abuso te transformaba en gemidos.
163
¡Tantas veces te he pedido que descubrieras tu puerta del todo!
y yo entretanto, inmóvil, mantenía la llave en la mía
Cínico, reservaba para mí la absolución.
164
Tierra y coral, selva con mar: ya he superado mis milenios de frontera.
Te he implorado, Afrodita, y el límite lo has hecho agua
y una cruz de tu mano lo ha vuelto playa.