Xoán Leiceaga Baltar

POESÍA

169

La fruta amarga de mi cavidad se voltea hacia la paz de los excesos.
Sucede cuando el azúcar aquel de la memoria domada
se vuelve hacia los ardores y me despierta.

170

No fue el bermellón aquel de Van Gogh la causa de intoxicación.
Fue la apropiada encarnada crudeza de tus paisajes
y el enfurecido óleo de tus otoños.

171

En mis espejismos de divinidad
se mofan de mí los fogosos belfos de las tinieblas.
En la angelical diablura, la musa rosa me absorbe con sus tañidos.

172

Tu reloj, el del maldito latido rojo, que un día claro
ya sin disculpas, se olvidará inconsciente de sus cantos a mis horas.

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