Xoán Leiceaga Baltar

POESÍA

Reflexión 1

Abecedario de escritores – Letra F

  1. Fields, W.C. (Filadelfia, EEUU, 1879-1946)
    (Actor): Todo aquel que bebe más que yo es un borracho.
  2. Faraco, Márcio (Alegrete, Brasil, 1963)
    Hay dos errores que uno no debe cometer en la vida. Uno es irse de su tierra natal; otro es regresar a ella.
  3. Faulkner, William (New Albany, Miss., EEUU, 1897)
    Un escritor necesita tres cosas: experiencia, observación e imaginación. De la inspiración he oído hablar, pero no la he visto nunca.
  4. Feinstein, Elaine (Bootle, Lancashire, UK, 1930)
    (Poema 'Lazos' del libro 'Música urbana'): “No supe qué decir, / ni entonces ni después de aquella locura; / ni me atrevo siquiera a sugerir otra alegría, / o la esperanza de una suerte mejor, que no sea / la de estar vivos. Pero sé que a tu lado podría / entrar como una novia en el oscuro lecho del silencio.
  5. Fernández, Macedonio (Buenos Aires, 1875-1952)
    Estoy recién entrado en la literatura y todavía no tengo el primer lector... No se olvide: soy el único literato existente de quien se puede ser el primer lector. Es lo único sobresaliente que se puede contar de mi vida.
  6. Fernández de la Sota, José (Bilbao, 1960)
    (Del libro 'Aprender a irse'):
    1. Morir serenamente como nunca viviste.
    2. A contramuerte quiero verte, amor / de por vida.
    3. No escribiré mi nombre nunca más.
    4. Irse es quedarse aquí / solo, sin saber cómo.
  7. Fernán-Gómez, Fernando (Lima —>Argentina —>España, 1921-2007)
    Yo tuve mucha suerte en la vida, unas veces buena y otras veces mala.
  8. Ferrater, Gabriel (Reus, Tarragona, 1922-1972)
    (Del libro 'Les dones y els dies'):
    1. El único tema que me interesa son las mujeres, el paso del tiempo y las mujeres que han pasado por mí.
    2. Un verso que no sabe a quién habla / se parece al que se lanza de cabeza / a una piscina vacía / o a quien invoca la eternidad.
  9. Ferreira, Vergílio (Melo, Portugal, 1916-1996)
    El hombre tiene siempre en sí un doble y sólo en los locos coinciden los dos.
  10. Feuerbach, Ludwig (Landshut, Alemania, 1804-1872)
    (Filósofo): Pasar de la insensatez a la inteligencia es la vía que conduce a la sabiduría, pero pasar de la inteligencia a la insensatez es el camino que conduce directamente al manicomio de la teología.
  11. Farrojzad, Forugh (Persia-Irán, 1935-1967)
    Estoy pensando que... / Podría de pronto abrir las alas..., / volar fuera de esta silenciosa prisión, / reír en la cara de mi carcelero y, junto a ti, empezar a vivir de nuevo.

REFLEXIÓN 2

ENTREVISTA del periodista Pablo Ordaz al poeta JOSÉ EMILIO PACHECO, con mis comentarios

José Emilio Pacheco

Babelia, 10 octubre 2009

LA CURIOSIDAD DEL POETA
Parte I de II

José Emilio Pacheco repasa su proceso creativo, y su exigencia lo lleva a compartir la afirmación: "En la poesía, lo que no es excelente es despreciable". El escritor mexicano publica un nuevo poemario, "La edad de las tinieblas". El 17 de noviembre recibirá en Madrid el XVIII Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana.

PO: Hay una voz que emociona a los jóvenes mexicanos. Es la de un hombre de 70 años que conoció a Octavio Paz, a Luis Cernuda, a Vicente Aleixandre, a Max Aub, a Jorge Luis Borges. Hay un poema de 1967 que emociona a todas las generaciones de mexicanos. Dice así:

Alta traición
No amo mi patria.
Su fulgor abstracto
es inasible.
Pero (aunque suene mal)
daría la vida
por diez lugares suyos,
cierta gente,
puertos, bosques de pinos, fortalezas,
una ciudad deshecha, gris, monstruosa,
varias figuras de su historia, montañas
y tres o cuatro ríos.

XLB: Este poema me parece muy bien elegido por profundo y muy valiente, por el atrevimiento de la definición explícita de la relación entre el poeta que es poeta y su patria. Y, por extensión, la relación entre el poeta y la política, entre el poeta y su comunidad, e incluso entre el poeta y su familia.

XLB (nota): Deseo hacer notar que, igual que en otras entrevistas que pueda haber comentado anteriormente, ni mucho menos pretendo enmendarle la plana a nadie, ni al entrevistador (poeta, periodista o lo que sea) ni por supuesto al poeta. Con mis comentarios o propuestas (admito que en algún caso puedan ser osadas de más o incluso impertinentes, aunque nunca sea ese mi objetivo) simplemente tengo la intención de sugerir ideas para el debate sobre todas estas cosas de la poesía que, directas o indirectas, me interesan especialmente.

XLB: En otro sentido, diré que me disgustan siempre las euforias acerca de la incidencia social de la poesía, por muy buena que ésta sea, porque: a) el sensacionalismo y la desmesura nunca cumplen el objetivo teóricamente pretendido de ayudar a la causa, sino al contrario, y me refiero ahora a la expresión «emociona a todas las generaciones de mexicanos», pues no hay más que recordar el ridículo porcentaje de lectores de literatura (no de toda la gente) que leen poesía; b) porque tengo mis dudas (pienso que razonables) acerca de si los más leídos poetas son precisamente los mejores; y c) ¿por qué se limita a los mexicanos?, Si eso va en contra incluso del poema anterior, escogido por el propio entrevistador (o eso parece).

PO: La voz y el poema pertenecen a José Emilio Pacheco, pero más allá de lo extenso de su obra, de la importancia de los premios recibidos, lo que inspira la vida y la obra del último premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana se resume en una frase que intercala en la conversación: "Es muy curioso todo". Y es en la manera gozosa en que lo dice, en el deseo inagotable de aprender y en su forma de transmitir lo que sabe, siempre como un regalo, nunca como una lección, donde está el alma de José Emilio Pacheco, su conexión tan íntima con lo mejor de México.

XLB: De nuevo me encuentro con dos cosas que no comparto. Una es la forma desconectada de colocar esa frase de JEP «Es muy curioso todo», porque uno se puede imaginar todo eso que a JEP le parece muy curioso, pero del texto no se deduce (salvo que aparezca después). Y dos, otra vez con la manía de convertir a México en esencia del poeta. Probablemente (aunque nunca se puede asegurar) que el propio país es el que aporta el mayor número de lectores de un poeta, pero eso es circunstancia y no esencia, peligrosa confusión. Por qué no poner, al menos, «con lo mejor de los países hispano hablantes, especialmente México».

PO: —Qué casa más bonita.

JEP: —La queremos mucho.

XLB: ¿Cuánto se reduciría el interés de la entrevista si el periodista eliminara esas dos frases? ¿O será que incluso en las entrevistas con poetas, cuyos probables lectores se suponen ya incondicionales de la poesía y que pasan pues de las banalidades, es preciso también hacer concesiones a la sensiblería o al comercio? ¿O será cuestión de inmadurez, cosa impensable en un periodista reconocido? ¿O, peor, de prisa?

La cita es a las nueve de la mañana, en su casa, para desayunar. José Emilio Pacheco estrecha la mano del periodista y en ese momento, fin del verano, ciudad de México, colonia de La Condesa, dos temores se sientan frente a frente. El del poeta a las entrevistas. El del periodista ante un sabio que odia las entrevistas. Después de un primer café de tanteo, y ante las primeras preguntas, José Emilio Pacheco decide confesar: "¿Ves?, encendiste la grabadora y enmudecí. Hay gente que tiene el talento para hacer entrevistas, pero yo carezco absolutamente de ese talento. Después de cada entrevista, me quedo pensando: ¿por qué no le dije esto...? Debería haberle dicho aquello otro... Ten en cuenta que yo estoy acostumbrado a escribir, a ver lo que pienso. Y si no veo lo que estoy diciendo, ¿cómo puedo pensar?".

XLB: Sí, la duda, siempre la duda. Dudar es una característica inevitable del pensador, poeta o no, incluso acerca de las cosas que puedan parecer más nimias.

Confesión por confesión, el reportero le cuenta que hasta la noche anterior no le llegó por correo electrónico su último libro, La edad de las tinieblas, que en España publica Visor. Y que fue abrir el archivo, empezar a leer los 50 poemas en prosa y sentir ternura con Bolotó, "el terror de las hormigas", miedo ante la mirada del insecto, "en la noche del insecto hay un minuto en que se pregunta a qué sabrá sentirse humano", nostalgia de aquella lejana tarde con aquella mujer, "nos llevamos tan bien que sin decirlo preferimos no volver a vernos...". Al apagar el ordenador, ya alta la madrugada, el periodista había desaparecido y se había convertido en uno más de sus rendidos admiradores. Cuando José Emilio Pacheco acude a alguna celebración literaria en México, los organizadores saben que habrá lleno absoluto, y que sus lectores no se conformarán con la delicia de escucharlo hablar, sino que querrán saludar al autor de Las batallas en el desierto, que se retrate con ellos, que les dedique un libro... Cuando se pregunta aquí y allá por José Emilio Pacheco, las respuestas coinciden: "¿Lo vas a entrevistar? ¡Qué suerte! Es una persona encantadora, un sabio como los de antes. Eso sí —bajan la voz—, ten en cuenta que José Emilio Pacheco odia las entrevistas". Pacheco se disculpa: "La paradoja es que a mí me gusta mucho leer las entrevistas, pero hay veces que me preguntan: ¿y usted qué intentó reflejar con este poema...? Ah, pues yo, no sé qué responder... Prefiero que hablemos tranquilamente y luego tú escribes lo que creas más conveniente. ¿Te he ofrecido ya café? ¿Qué poema me decías que te había gustado?".

XLB: Una de las preguntas tópicas a los poetas, «¿y usted qué intentó reflejar con este poema...?». Y la respuesta típica es a modo de escapatoria, porque los poemas son como los chistes, no se explican… o algo pasa cuando hay que explicarlos.

Sin duda, uno de los poemas más sobrecogedores es precisamente el que da título al libro, La edad de las tinieblas. En uno de los párrafos, José Emilio Pacheco describe así un quinqué:

Me intriga pensar en lo que han dicho mis padres: en el petróleo de la lámpara flotan reducidos a esencia bosques y dinosaurios de la prehistoria. Millones de años se han necesitado para humedecer la lengüeta de jerga que convertida en mecha soporta la llama. Una campana de cristal la protege y le permite iluminarnos. En el quinqué se consumen los restos fósiles de una vida improbable. La noche huele a luz carbonizada.

XLB: Léanlo bien ese poema, porque ciertamente es hermosísimo. Diría más, diría que es un ejemplo de poema dificilísimo porque parte de una intención didáctica o, si preferimos, ecológica y por tanto política, pero encuentra una bella solución que huye del panfleto como de la peste.

PO. ¿Qué se siente cuando uno escribe una frase redonda, una frase definitiva como ésa? "La noche huele a luz carbonizada".

JEP. Uno se siente muy satisfecho, sí, eso sí.

XLB: Así es, yo mismo lo confirmo; la creación produce una gran satisfacción y la creación de belleza es casi un orgasmo, aunque es algo que sucede pocas veces (me refiero a mí mismo, claro está).

PO. ¿Y cuando se percata de que un libro suyo publicado en 1981 —Las batallas en el desierto—- tiene aún tanta vigencia que sigue siendo traducido, admirado por lectores de 16 años...?

JEP. Una gran satisfacción, sí, pero también alguna forma de humildad. Uno no tiene la intención de provocar ese efecto, es algo que tiene el texto. Porque uno siempre quisiera escribir bien y que las cosas salieran. Pero no salen...

XLB: Efectivamente, eso mismo creo yo. Uno, cuando escribe un poema, no tiene más intención que la de satisfacerse a sí mismo. Sólo es después, cuando de alguna forma lo hace público, que aparece la preocupación porque también le satisfaga a los posibles lectores. Efectivamente, tantas veces no salen bien, incluso después de pelear mucho contra ellos… La entrañable referencia de JEP a la humildad, me trae a la memoria eso tan (artificialmente) debatido de la influencia del arte (y ahí la literatura en general y la poesía en particular, por ser el arte menos contaminado por el mercadeo) en el progreso social y con ello una frase oportuna de Terry Eagleton (Salford, Inglaterra, 1943) que excusa comentarios: “El arte contiene la fuente de la esperanza social de un progreso moral de la humanidad... Pero también es la raíz de todos los intentos de justificación de las atrocidades de la historia precisamente en aras de un supuesto progreso cuya exigencia de sacrificios es insaciable, o de una «satisfacción estética» que no parece menos temible, pues en ella la belleza no es ya más que impúdico velo del horror".

PO. ¿Es muy exigente?

JEP. Sí, guardo o destruyo mucho.

XLB: Lo cierto es que siempre he pensado que la exigencia estaba más bien en darle muchas vueltas a las cosas, hasta sentirse satisfecho, o razonablemente satisfecho, más que en guardar o destruir así, sin más; aunque también en esto último, pero sólo después de sobarlo mucho.

PO. ¿Y cuándo sabe si un texto es bueno o malo?

JEP. Eso me costaría mucho decirlo. Tal vez uno sí tiene la intuición de lo que está bien. El problema es que es una intuición provisional, porque después de que sale el libro sigo corrigiendo... Soy un horror para los editores.

XLB: La pregunta es demasiado tópica y por ello mal planteada, porque uno casi nunca está seguro de nada y menos en poesía —salvo en el caso de la poesía que no es poesía—. Eso se distingue fácilmente, sobre todo si, como es evidente, la cuestión se dirige a un poeta bueno (o muy bueno, como es el caso). La pregunta debería ser: ¿Y cuándo sabe usted si un texto suyo está logrado, o todavía no, o no hay manera de lograrlo y debe ser abandonado? Pero la pregunta tal como fue hecha resulta demasiado aburrida, se la habrán planteado al bueno de JEP miles de veces y, sin remedio, se la saca del medio sin mayor profundidad.

Mi propuesta, que no certeza (porque no hay certezas y menos aquí, y además cada poeta es un mundo aparte), es la que sigue: a) no me parece lo mismo opinar sobre lo bueno que sobre lo malo; b) los poetas buenos suelen ser certeros sobre los textos, buenos o malos, de los demás y dudan más sobre los propios, salvo si son muy buenos (en todo caso, suelen consultar con los amigos poetas también buenos y con lectores muy especiales y de su confianza); c) los poetas no tan buenos no suelen ser certeros para opinar sobre los textos ajenos y casi nunca lo son sobre los propios; d) de los poetas mediocres, es decir, que no son poetas pero casi nunca se dan cuenta, mejor ni comentarlo; e) los lectores especiales (inteligentes, sensibles y honestos y, por ello, bebedores de poesía con larga tradición y desprovistos de intereses comerciales) suelen ser expertos muy buenos opinando sobre la calidad de un poeta, de su obra e incluso de poemas sueltos; f) de los críticos, académicos y demás comentaristas oficiales, lo más favorable que puedo decir es que no me refiero a ellos por el hecho de ser lo que son cuando hablo de expertos, o no me refiero a ellos exclusivamente y desde luego nunca principalmente.

En suma, ¿cuándo sabe uno si un poema propio está logrado, o todavía no, o no hay manera de lograrlo y debe ser abandonado? Mi propuesta: a) coincido con la respuesta de JEP basada en la intuición o don del poeta, que por algo lo es; b) coincido en que es algo provisional hasta que se abandona el poema, sea porque se ha logrado o desechado; c) pero pienso que hay algo más que la intuición y es la cultura, o sea, el bagaje, poético pero no sólo, de toda una vida. Todos, también los poetas, somos una combinación de genética y cultura. En todo caso, me place recordar ahora una frase de José Saramago, de su libro ‘El año de la muerte de Ricardo Reis' y que encuentro complementaria de lo expuesto: "Más vanidoso que un poeta sólo lo es un poeta menor".

PO. A propósito de los versos, usted cuenta en La edad de las tinieblas: "Los veo formarse indefensos y salir en busca de alguien que los resguarde. La inmensa mayoría les da la espalda. Cuando ellos se acercan, las personas desvían la mirada y hacen como si los versos no existieran". ¿Cuándo decide que sus poemas están listos para subir al metro y vencer "la hostilidad, el desprecio o cuando menos la indiferencia de los pasajeros"?

JEP. No hay ninguna regla. Podemos ver poema por poema, y te diré: "Mira, éste me costó un trabajo infinito, un trabajo de años". Y otros, en cambio, salen prácticamente de primera intención. Es muy extraño...

XLB: En poesía no hay dogmas ni leyes, por eso me parece correcta la respuesta de JEP. Y evidente, porque es algo bien conocido por cualquiera que demuestre un mínimo interés hacia la poesía, por eso la pregunta tampoco me parece muy afortunada (por cierto, el texto de apoyo del periodista es, en cambio, francamente oportuno). Yo la haría así: ¿De qué puede depender, por lo que sabe usted, sea por sí mismo o por otros colegas, que unos poemas salgan a la primera y otros cuesten un soberano esfuerzo? Puede ser: a) por razones personales (uno está cansado, no es el día o el lugar,…); b) por no haber identificado fielmente el significado (uno a veces puede no saber con precisión adónde quiere ir a parar, no encuentra la metáfora adecuada o las palabras,…); c) por razones externas (no se dan las circunstancias de conocimiento, calma o soledad,…); d) etc.

PO. ¿Y ni siquiera la experiencia sirve?

JEP. Para nada, al contrario. Con 20 años piensas que tal vez un día llegues a escribir con una facilidad, con una certeza y un conocimiento... Y no, nunca. Siempre es por primera vez, siempre. Y, además, la mayoría de las cosas salen muy mal. La mayoría de los textos que haces son malísimos, para que uno te salga bien necesitas hacer 50 muy malos.

XLB: Reconozco que esta vez me gusta la pregunta y, todavía más, la respuesta. Sin embargo, creo que una y otra tienen poco que ver entre sí. Lo que dice JEP me parece impecable, lo suscribo palabra por palabra, aunque quizá la cuantificación sea un poco exagerada (lo cual no es desdoro, pues entiendo que es simplemente una manera de hablar). Pero la pregunta la entiendo yo por otro lado, porque ¿cómo no va a servir la experiencia? La experiencia es la cultura, el bagaje que nos dirige poco a poco hacia la sabiduría, adonde no todos llegaremos, aunque sí los mejores se acercarán. Coincido en que escribir un poema es siempre la primera vez, pero es la primera vez de ese poema… ¿O es que el poeta, a diferencia de todos los demás oficios, creativos o no, no va aprendiendo a lo largo de la vida a ser mejor poeta?

JEP. Sí, sí. Mayans, un neoclásico del siglo XVIII, decía: "En la poesía, lo que no es excelente es despreciable". Y tenía razón.

XLB: Sí, estoy completamente de acuerdo con Mayans [creo que se refiere a Gregorio Mayans Síscar, erudito nacido en Oliva, Valencia, 1699-1781], aunque de nuevo tengo que anotar una laguna entre lo de antes y lo de ahora, porque antes se tratara de un previo (el antes de escribir) y ahora de lo posterior (el resultado de escribir). Supongo que estas cosas ocurren por tener que tratar las entrevistas como los poetas el poema; pulirlos y podarlos, pero en este caso no en busca de la excelencia, sino para cosas más banales como la obligada adaptación al espacio disponible en el periódico o revista.

PO. O sea, que hay pocas cosas más espantosas que un poeta malo...

(la segunda parte aparecerá el 1 de septiembre)

p class="centrado">Xoán A. Leiceaga Baltar, Agosto de 2010