Xoán Leiceaga Baltar

POESÍA

Reflexión

Reflexión 1

Abecedario de escritores – Letra G

  1. Galilei, Galileo (Pisa, Italia, 1564-1642)
    No se puede enseñar nada a un hombre. Sólo se le puede ayudar a encontrar la respuesta dentro de sí mismo.
  2. Gamboa, Santiago (Bogotá, Colombia, 1965)
    ('El síndrome de Ulises'): Hay que alejarse para escribir, irse al otro extremo del mundo, observar de lejos, así las palabras y las experiencias se cargan de sentido, todo adquiere resplandor con la distancia, hay que irse siempre o dejar de ser.
  3. Gamoneda, Antonio (Oviedo, España, 1931)
    (Entrevista, 1997): No se trata, en poesía, de significados precisos sino de palabras gloriosamente imprecisas, sistemáticamente turbadoras". // "A un poeta lo convierten en único, en referencia histórica, dos cosas. Una, contemplar cualquier hecho cotidiano como un milagro. Otra, la capacidad para cargar ese conocimiento de revelación”. // “La poesía, al fin y al cabo, se da en soledad, aunque sea una soledad abierta.
  4. García, Concha (Córdoba, España, 1956)
    ('Ya nada es rito...'): Estar simplemente callada / estar simplemente como ahora estoy / que no espero nada y que no recuerdo / si alguna vez esperé.
  5. García Calvo, Agustín (Zamora, España, 1926)
    Sólo de lo negado canta el hombre / sólo de lo perdido / sólo de la añoranza / siempre de lo mismo.
  6. García Lorca, Federico (Granada, España, 1899-1936)
    ('El jardín de las toronjas'): Lucha estática y violentísima con mi enemigo secular, el gigantesco dragón del Sentido Común.
  7. García Márquez, Gabriel (Aracataca, Colombia, 1927)
    ('El amor en los tiempos de cólera'): ... no había nadie con más sentido práctico, ni picapedreros más empecinados, ni gerentes más lúcidos y peligrosos que los poetas.
  8. García Montero, Luis (Granada, España, 1958)
    (Entrevista–08): “Me gusta mucho la metáfora de Cernuda en el poema del farero... El farero reclama su soledad, su independencia; trabaja para que los barcos no se estrellen... A mí me interesa ese tipo de poesía, la que considera el texto como espacio público donde dos conciencias, la del autor y la del lector, pueden dialogar.
  9. Garmendia, Julio (Barquisimeto, Venezuela, 1898-1977)
    ('El cuento ficticio'): Hubo un tiempo en que los héroes de las historias éramos todos perfectos y felices, al extremo de ser completamente inverosímiles.
  10. Gatell, Angelina (Barcelona, Cataluña, 1926)
    ..la fe que tuve cuando todo / estaba lleno de sentido...

REFLEXIÓN 2

ENTREVISTA del periodista Pablo Ordaz al poeta JOSÉ EMILIO PACHECO, con mis comentarios

José Emilio Pacheco

Babelia, 10 octubre 2009

LA CURIOSIDAD DEL POETA
Parte II (final)

José Emilio Pacheco repasa su proceso creativo, y su exigencia lo lleva a compartir la afirmación: "En la poesía, lo que no es excelente es despreciable". El escritor mexicano publica un nuevo poemario, "La edad de las tinieblas". El 17 de noviembre recibirá en Madrid el XVIII Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana.

[...]

PO. O sea, que hay pocas cosas más espantosas que un poeta malo...

JEP. Sí, sí, y además hay otra cosa: ya nadie admite la crítica. Eso se acabó con los cafés. Hay que acostumbrarse de nuevo a que la gente no esté de acuerdo en todo contigo, que no te diga que todo lo que escribes está bien. Porque si yo ahora le digo a alguien: oye, no me gustó... No lo acepta. Eso es impensable ahora.

XLB: De acuerdo con Mayans y con la conclusión de PO, hay pocas cosas tan espantosas como la poesía mala. Aunque, en referencia a la poesía mala, es decir, a lo que sin ser poesía pretende serlo —creo que en general inconscientemente—, yo no diría tanto espantoso, aunque también, sino lamentable y patético. En cuanto a JEP creo que acierta, pues hoy casi todo es fugacidad y espectáculo —me siento redundante, puesto que la esencia del espectáculo es la fugacidad— y la crítica se vuelve también fugacidad y espectáculo, lo que quiere decir que deja de tener sentido serio. Y lo serio (la poesía, por supuesto) no cuenta apenas. De todos modos estoy convencido de que, sino para el gran público, la crítica solvente (que también la hay, con o ya sin aquellos antiguos cafés) sí que cuenta para y entre los poetas de verdad.

PO. ¿Cómo agrupa los poemas?

JEP. Se van haciendo y de repente digo: aquí hay un libro; pero nunca me he propuesto escribir un libro de poesía. Ésa es una cosa muy singular que tenía Pablo Neruda. Que Pablo Neruda decía: voy a hacer un libro. Y entonces lo hacía. No iba reuniendo poemas. Por ejemplo, yo digo que Rubén Darío es un poeta de poemas, no de libros de poemas. Rubén Darío hace poemas, nunca piensa en el libro, y Neruda sí.

XLB: Veo dos maneras que se oponen entre sí y los inevitables grises intermedios. A un extremo esa, la de despreocuparse del libro, escribir poemas hasta tal número y ya, cerrar el libro; al otro, la de concebir un libro desde el principio (alrededor de un argumento, preocupación,…); y en las intermedias uno comience a escribir poemas pero, por una coincidencia —temporal, espacial, cultural o de otro tipo— el conjunto aun sin buscarlo, termina teniendo la unidad y consistencia de libro. No me atrevo a indicar la que me parece más frecuente; en todo caso, sea cual sea, la veo compatible con la declaración de JEP, esa de «nunca me he propuesto escribir un libro», aunque yo añadiría «explícita o estratégicamente», porque si no es así no me lo creo (por supuesto que mi expresión es solo formal). De todos modos, no negaré que me inclino hacia la concepción del libro unidad desde el planteamiento y, a modo de muestra, me viene a la mente el admirable Libro del frío (Antonio Gamoneda, 1986-1992, 1998 y 2004), con su extraordinaria colección de poemas en torno a la muerte, o el no menos admirable No amanece el cantor (José Ángel Valente, 1992) sobre idéntico argumento.

Creo que procede un añadido, estimo que esencial, a modo de diferencia entre los poemas «de un libro» y los poemas reunidos «a modo de libro». Éstos, poemas concebidos aisladamente y por ello no necesariamente hermanos conectados, típicamente son más aptos para la lectura azarosa y los recitales, por ser independientes y completos; es decir, escritos como interpretables por sí mismos. De aquellos, en cambio, los que se siguen unos a otros desde el principio al final de su libro contenedor, sólo algunos son adecuados para la lectura pública individual; siempre hay algunos, claro, que lo son, pero no suele ser mayoría, si se piensa en captar del todo el significado e incluso la forma.

P0. Por cierto, ¿es verdad que usted no quiso conocer a Pablo Neruda?

JEP. Sí, porque yo qué le iba a decir a Neruda, prefería leerlo. Me dijeron: esta noche va a estar aquí Neruda (supongo que rodeado de otras 800 personas). Y qué le iba a decir yo: buenas noches, señor Neruda, me gustan muchos sus poemas...

XLB: Respuesta inteligente para otra pregunta banal. Me encaja perfectamente en mi concepto del poeta, ese desinterés por conocer físicamente a otro poeta concreto; ojo, digo a otro poeta concreto, no a cualquier poeta ni en qué circunstancias.

PO. Neruda, Cernuda, Aleixandre... Los conoció a todos...

JEP. Los conocí a todos por cuestiones de edad. Sobre todo a la gente de los sesenta. La influencia de la literatura española en México fue muy grande. Hay que tener en cuenta que el exilio fue una catástrofe humana, pero a la vez una bendición cultural y de intercambio. Yo nazco en el 1939, y por tanto toda mi vida pasa al lado del exilio. Hay dos escritores que tuvieron mucha importancia en México: Max Aub y Vicente Aleixandre... Vicente Aleixandre escribía una carta a cualquier poeta hispanoamericano que le mandara un libro. Recibí muchas cartas de Aleixandre, pero cuando estuve en Madrid en 1968 no me atreví a ir a Velintonia. Jamás lo vi en persona. Y los libros españoles llegaban a casa de Max y uno podía leerlos. Él fue realmente un vínculo muy importante. Me da mucho gusto que ahora se le esté haciendo justicia a Max.

XLB: Pues me agrada mucho esa manera de contemplar la diversidad, la fusión, la oportunidad de las mezclas; me parece tan bien la respuesta que no tengo nada que añadir, dado que los personajes que cita son todos de alto nivel. Supongo que a Neruda no lo cita porque ya lo había hecho antes.

PO. Hasta no hace mucho era prácticamente un desconocido en España.

JEP. Sí, y aquí también. Es lo que suele pasar con una obra tan vasta y tan variada. De hecho, él tiene una frase muy buena: “El hombre orquesta nunca alcanzará la notoriedad del solista”.

XLB: Pregunta y respuesta se refieren a Max Aub, obviamente. Incluyo la frase profética de Aub, sin duda referida a sí mismo como hombre orquesta y denominando solistas a los poetas.

PO. Da la impresión a veces de que antes, en los tiempos de las cartas y los barcos, había más contacto entre las dos orillas que ahora, con el correo electrónico y el avión..., que ahora hay más distancia.

JEP. Sí, pero es precisamente por lo contrario. Porque hoy todo está más a la mano. ¿Cuántas veces voy yo al castillo de Chapultepec o al Museo de Antropología? ¡Nunca! Porque me quedan a unos minutos de mi casa. Si en vez de vivir aquí viniese a México de visita, estaría allí ahora mismo. Es lo que pasa también con Internet.

XLB: No puedo opinar pues no dispongo de datos y lo cierto es que tampoco me apasiona ese argumento. Mi intuición me dice que no puede ser, porque las tecnologías de la comunicación acercan aunque uno no quiera; otra cosa es que los intercambios entre los poetas de uno y otro lado del Atlántico se hagan públicos. También veo que, en los últimos años, un buen número de los premios españoles más importantes han caído en manos de poetas latinoamericanos (Gonzalo Rojas, Juan Gelman, el propio Pacheco este año,…)

PO. A José Emilio Pacheco le apasiona la riqueza del español. Se puede pasar horas hablando —y disfrutando— de las distintas maneras que tiene nuestro idioma de nombrar la misma cosa.

JEP. Yo creo que hay que respetar. ¿Por qué la gente de Santiago de Chile o de Tegucigalpa va a hablar como yo? No tiene ninguna razón. El castellano es de Castilla, pero en México hablamos español porque está hecho de todas las Españas. Camilo José Cela y Francisco Umbral o Miguel Delibes escriben en castellano, pero yo no puedo escribir en castellano. Yo escribo en español.

XLB: Por supuesto; no comento porque me parecen superficie de evidencias universales.

PO. ¿Y se puede traducir del uno al otro?

JEP. Claro, no seamos demasiado puristas en esto. El traductor debe traducir para su comunidad lingüística inmediata. Sólo hay que fijarse en el teatro. Las obras de teatro se adaptan hasta por regiones. Hay muchas palabras que se utilizan en la Ciudad de México que no se dicen en Monterrey o en Mérida. Y se tienen que adaptar. Por ejemplo, cosas tan elementales como la resbaladilla... ¿Cómo se dice en España?

XLB: Tengo mis dudas de que entre variedades del español tenga sentido, como norma, la traducción; no la tengo, en cambio, como excepción. En general, incluso por respeto al texto original, le veo mucho más sentido al escolio o nota breve a pie de poema para facilitar la lectura sin apenas crear molestia adicional; eso en el caso de que la necesidad de la nota sea frecuente, porque para el caso del «de vez en cuando» hoy se dispone de un internet que lo aclara casi todo sobre la marcha. Creo que mi ingenua reflexión tiene dos peanas, respetar al autor y dar facilidades al lector.

PO. El tobogán.

JEP. Pues en Nuevo León es el resbaladero. Había cuando era niño un artículo del Reader's Digest que se titulaba 'El inglés que usted no sabe que sabe', por todas las palabras similares, los falsos amigos o cuñados... Yo quiero escribir un libro que se llame ‘El español que usted no sabe que sabe’...

Y sobre eso hay una anécdota que viene a colación: "Vas a ver. Vino Borges, en 1973, nunca había venido. Era muy antimexicano Borges, y le dieron el Premio Alfonso Reyes. Regresa a Buenos Aires, lo entrevistan en La Nación y le preguntan cómo fue su viaje. Ah, maravilloso, respondió, estupendo, me trataron tan bien... ¿Y qué fue lo que le gustó? Todo, las pirámides de Teotihuacán... Pero más que nada, yo pensé que a los 74 años yo hablaba castellano, y aprendí un verbo mexicano que me encanta, y que ahora uso todo el tiempo, que es platicar. Entonces, la próxima vez que vi a Borges, le dije: es inconcebible, porque quién sabe qué pasó en el mundo hispánico que hacia 1930 desapareció de todas partes excepto de México platicar. Y le añadí: platicar está en toda la literatura medieval, está en toda la literatura del Siglo de Oro, del siglo XVIII, del siglo XIX y está en sus libros... Y él me decía, no, es que platicar es conversar. Y yo le respondía que no. En este momento tú y yo estamos platicando, si estuviéramos ante la televisión estaríamos conversando. Platicar es una cosa privada. En España es charlar. Pero a mí, para mi habla de la Ciudad de México, charlar es un cultismo de platicar. O poniendo como ejemplo otra palabra: en Guanajuato, aguardar es lo normal y lo culto es esperar, para mí no. Para mí suena más raro estoy aguardando. Fíjate, en el mismo país, ¿no te parece maravilloso?".

XLB: Me parece muy bueno el ejemplo, pero veo que se inclina más hacia mi posición porque aunque el verbo «platicar» sea de muy escaso uso en España, no me puedo imaginar a un lector de poesía que no lo entienda; incluso sin tener que recurrir al sustantivo «plática», de la familia y que sí se usa. También declaro que no sé si se usa o usaba en la Argentina de Borges.

PO. Yo soy de Sevilla y allí se utiliza mucho convidar en vez de invitar, y en el resto de España no tanto...

JEP. Ah, convidar es muy de México. Te puedo convidar a un café... O, mira, la primera vez que yo llegué a Bogotá, me dijeron: ¿no le provoca un tintico? Y yo le respondí, no, no bebo antes del almuerzo... Y resulta que un tinto es un café... Pero, además, aquí provocar se perdió. En el habla de mi infancia, provocar es tener ganas de vomitar. Qué curioso es todo. ¿Tú entonces crees que el andaluz es el origen del habla de América...?

XLB: Creo que la entrevista se está convirtiendo en un río que ya está llegando a la mar… Las preguntas, ni abundantes ni tan profundas como uno esperaría, van desapareciendo en lo olvidable de los lugares comunes.

PO. A tanto no soy capaz de llegar, pero sí es verdad que en México se encuentran en perfecto estado de salud palabras que en España ya están muertas y que en Andalucía sólo están moribundas...

JEP. Pues a mí me han dicho ingleses que la misma impresión tienen de Estados Unidos. Por ejemplo, a ti qué te sale más natural, ¿estrecho o angosto...?

XLB: Pues claro, como en todas partes, como en todos los tiempos, como en todos los idiomas,… Las palabras, las voces, los vocablos, los términos,… como queramos denominarlos, tienen al menos las siguientes características a este respecto, especialmente en un idioma tan rico como el español. Primera, más que un significado preciso tienen un entorno de significados; segunda, para cada significado lo usual es que haya varias palabras, las cuales raramente son sinónimos puros; tercera, evolucionan y esa evolución es propia del tiempo y del espacio, a pesar del esfuerzo conservador de las academias; cuarta, esa evolución no impide, ni siquiera dificulta ni emborrona el entendimiento entre unos y otros, sino que forma parte del enriquecimiento del idioma; quinta, todo esto es notable en el mundo de la prosa, pero sobre todo y mucho más lo es en el de la poesía.

Y un par de conclusiones a vuela pluma: a) una gran parte del dominio del idioma está en el dominio de todos los matices que habitan ahí; b) me parece milagroso que al cabo de tantos siglos, todavía nos entendamos sin mayores problemas (siempre que queramos entendernos, obviamente) en todo el mundo que oficialmente habla español, sin importar que a uno le salga más natural decir angosto y a otro estrecho (¡maravillas del idioma de Cervantes!).

PO. Sobre la mesa hay una foto que acaba de cumplir 50 años. En ella están, sentados en el suelo y en animada conversación, José Emilio Pacheco, Sergio Pitol y Carlos Monsiváis. Los tres escritores, los tres mexicanos, los tres supervivientes de una época que ya sólo queda en la memoria.

JEP. Antes de la inseguridad, esta ciudad era muy agradable. Por eso se vino a vivir aquí García Márquez, tanta gente. Yo conocía a los cineastas, a los pintores... Ahora no conozco ni a los escritores. Entonces se podía vivir en la calle. Yo acompañaba a Monsiváis a su casa y de regreso él me acompañaba a mí.

XLB: Descripción localizada de la evolución de las sociedades a lo largo del planeta, en todas partes pero sobre todo en la ciudades y en un proceso cada vez más agudo y desagradable. El caso, aquí, es ¿cómo afecta a la poesía y a su mundo particular? Tomemos el ejemplo de una ciudad típica de este estado de cosas que es Medellín, con grandes bolsas de pobreza y fuertes carencias en el estatus socioeconómico mayoritario ¿Acaso es, consciente o inconsciente, una respuesta a la incultura y a la baja educación que eso origina, el espectacular número y variedad de bibliotecas públicas, y de fundaciones y corporaciones privadas y de su enorme oferta cultural (arte, cine, música y literatura), promocionada o no por el municipio, una gran parte de ella de entrada libre, especialmente de talleres, lecturas y encuentros literarios, en ancha medida enfocados a la poesía? Deberíamos añadir aún la oferta no menos sustanciosa de las mejores universidades. Una buena ocasión de trabajo para que los sociólogos investiguen y midan. Yo creo que sí, que es una respuesta, consciente por parte de los que organizan y, tal vez, menos consciente por parte de los asistentes; pero el caso es que alejado yo de la ingeniería, he olvidado medir y me he desinteresado de ello. Dejo, pues, la pregunta en el aire, pero no sin añadir que personalmente he comprobado que la asistencia a los eventos es frecuentemente muy alta y a menudo la atención casi devota. La calidad media, al igual que en el caso de los escritores, es esperanza; es, como en todo lo que lleva la contraria, algo que se genera casi sin darse cuenta y que desarrolla la experiencia.

PO. Hay en La edad de las tinieblas un poema en prosa, titulado 'A la extranjera', en el que Pacheco llora a México perdido:

JEP. “A usted le duele esta ciudad que también ha hecho suya y lamenta ver cómo la hemos destruido y la seguimos arrasando. No entiendo sus razones para amar un sitio desesperante y sin esperanza. O tal vez existe la esperanza porque usted se encuentra aquí una vez más y llena de luz otra estación sombría. Nací en un lugar que se llamaba como éste y ocupaba su espacio. Ahora también en mi suelo natal soy extranjero en tierra extraña. Ya no conozco a nadie ni reconozco nada. Usted, en cambio, no es extranjera en ningún lado. Usted es de todas partes como la música. Por favor, no se vaya. No se lleve al partir un fragmento de luz entre el desierto pardo y la barbarie que por codicia y estupidez hemos engendrado".

XLB: Una belleza del poeta JEP que, por cierto, no resisto a aplicarme a mí mismo y a mi estancia de casi seis meses en el año 2010, entre el 1 de febrero y el 18 de julio, que todavía está por llegar. Esa es una oportuna y clara respuesta a tantos que me tienen preguntado ¿a qué has venido?, ¿por qué estás aquí?

PO. Han pasado dos horas. José Emilio Pacheco sale a la puerta de su casa a despedir al invitado. Unas muchachas que pasan por la acera de enfrente lo reconocen y sonríen. A finales de noviembre, en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, mil jóvenes se reunirán con Pacheco para celebrar su 70º aniversario. Porque su poesía "es de todas partes como la música". Porque en México aún se ama a los poetas más que a los futbolistas. Porque aquí "tal vez existe la esperanza".

XLB: Triste me suena la despedida, tal vez porque pretende ser alegre; pero la esperanza fingida es seguramente las más desolada de las esperanzas.

Fin

p class="centrado">Xoán A. Leiceaga Baltar, Setiembre de 2010