Xoán Leiceaga Baltar

POESÍA

Reflexión

Se me ocurrió abrir esta sección, a la que denomino REFLEXIÓN, pensando en disponer de un espacio libre orientado primordialmente a «la Poesía y lo poético», y, en concreto, al menos en su comienzo, a su sentido, a la valoración de su calidad y a una pizarra de ideas brillantes (y mejor si llegan de mi exterior).

Explico esa mi opinión y mis convicciones: a) con «al menos en su comienzo» quiero indicar que el propio caminar de la sección puede o debe sugerir o necesitar de nuevos rumbos; b) con el «sentido de la poesía» pretendo indicar que la poesía, con el arte en general y la música muy en particular, con las la que encuentro tan relacionada, forma parte esencial de la gran oportunidad de encontrar algún sentido al sinsentido del mundo; c) con «la valoración de su calidad» sugiero la conveniencia de una aproximación, aunque sea sólo orientativa, a la calidad, a eso tan vaporoso que conduce a reconocer, por ejemplo en el poeta Gamoneda, el nivel de excelencia. Es que la poesía es tan escurridiza, tenue y lábil, que comprendo que necesito ser amparado por otras sensibilidades y otros conocimientos para aprender mejor, opinión que extiendo a vosotros (o nosotros) los lectores, entre otras razones porque yo mismo, esencialmente, soy ebriedad de lector.

Se me ocurre que, implícitamente, esta oferta se orienta no tanto al profesional, sea escritor o crítico, porque usualmente ya dispone de recursos propios o ajenos —pero al que tampoco se excluye: ¿rigideces, para qué?—, como al que se inicia en este desprovisto terreno o ya padece el vicio; es decir, se dirige de forma bien especial a quien lee, porque creo que lectora y lector son la parte importante del habitat poético, pues sin ellos la poesía sería robinsona y absurdo islote de único habitante. ¿O no?

Me guía la prudencia para empezar, aunque sea un contrasentido poético, pero sobre todo por aquello de que uno debe ir poco a poco para llegar lejos y por aquello otro de que es preferible ir añadiendo que ir eliminando. Por eso he comenzado en su día por colocar una serie de propuestas sobre lo poético (o literario, o artístico, o el proceso del conocimiento) sensibilidad poética, alguna de mi propia cosecha pero la mayoría procedentes de reconocidas firmas, y animando a los improbables (o recalcitrantes) lectores de la página a que me envíen sus propuestas, comentarios o sugerencias, a las que siempre trataré de dar respuesta (considerando la paciencia a la que mis limitados propios recursos obligan).

Sólo un mes después de poner a andar el sitio web, pero siempre teniendo en cuenta que el único ambiente que cabe en esta página web es el poético, directo o no, he ampliado la reflexión a otros aspectos e iniciado una serie alfabética —que comienza, claro, por la A— de reflexiones breves de escritores reconocidos, sobre el hecho de escribir, o poemas breves o trozos, o bien máximas, aforismos, sentencias, proverbios, ideas,… En fin, algo así como darle a la llave de encender las luces de lo poético.

Reflexión 1

Abecedario de escritores – Letra S

  1. Saba, Umberto (Trieste, Italia, 1883-1957)
    (Poeta): Amad la verdad que yace al fondo, / casi un sueño olvidado, que el dolor / descubre amiga.
  2. Sábato, Ernesto (Rojas, Argentina, 1911)
    (Escritor): Han de surgir algún día atisbos de otra manera de vivir que busquen, en medio del abismo, la recuperación de una humanidad que se siente a sí misma desafallecer".
  3. Sacks, Oliver (Londres, UK, 1933)
    (Neurólogo): Temple Grandin, autista y profesora de Universidad... cuando le pregunté cómo se siente entre nosotros, me respondió que 'como un antropólogo en Marte'... En el fondo todos somos un poco autistas, un poco ciegos, un poco neuróticos, un poco infelices y un poco esquizofrénicos. Todos somos un poco anormales y ese fragmento de anormalidad que tenemos, emerge cuando leemos historiales clínicos en los que la anormalidad está tratada como una diferencia.
  4. Saer, Juan José (Santa Fé, Argentina, 1937-2005)
    (Escritor): Es lícito preguntarse qué es más condenable, si comer carroña humana, cuando no se tiene otra cosa donde hincar el diente o dejar, por venganza, cólera, patriotismo, interés o ambición, el tendal de cadáveres en los campos del mundo.
  5. Salas, Ada (Cáceres, España, 1965)
    (Poeta / 'No duerme el animal'): 1) Como piedra obstinada en el vuelo / contemplo la caída // desde el alto lugar de la derrota. 2) La más pequeña luz puede calmarme.
  6. Salinas, Pedro (Madrid, 1891-1951)
    (Poeta): ¡Si me llamaras, sí; / si me llamaras! / Lo dejaría todo, / todo lo tiraría: / los precios, los catálogos, / el azul del océano en los mapas, / los días y sus noches, / los telegramas viejos / y un amor. / Tú, que no eres mi amor, / ¡si me llamaras!.
  7. Sampedro Pleite, Javier (Madrid, 1960)
    (Científico y escritor): En eso consiste el progreso del conocimiento, no en acumular datos sobre las cosas, sino en dar con una «metáfora» que capture sus relaciones ocultas, en vislumbrar un concepto que las abarque pese a ser mucho más simple que ellas mismas: justamente en descubrir como se llaman, en ponerles un nombre.
  8. Sampedro Sáez, José Luis (Barcelona, 1917)
    (Economista y escritor / 'Los mongoles en Bagdad'): En Europa, o en el ultramar europeizado, vivir el tiempo es fluir en un río, flotar aguas abajo en un Amazonas, siempre en una sola dirección irreversible, en un camino acotado, con el infinito únicamente hacia delante. En cambio, los asiáticos estamos en un tiempo oceánico, el tiempo nos envuelve, ofrece infinitos en todas direcciones. Lo medimos en círculos innumerables, concéntricos, mudables. Nuestro tiempo lo respiramos, nos penetra. Se agita y hasta nos zarandea, pero también permanece. Nuestro ser consiste en estar siendo. [Son opiniones de un amigo e intelectual mongol –¿teórico o real?–, Ogatai, que –supuestamente o no– vive en EEUU.]
  9. Samperio, Guillermo (México DF, 1948)
    (Poeta): 1) He tardado mucho, sí, pero es que siempre he querido que los textos se abrieran paso por sí mismos. No me gustó nunca participar en grupos, ni en mafias, ni en ese tipo de soldadescas. Y la independencia tiene su precio. 2) El secreto es no repetirse, concisión y mucho trabajo vertical para viajar hacia la revelación.
  10. Sánchez Carrón, Irene (Cáceres, España, 1967)
    (Poeta / 'Ningún mensaje nuevo'): 1) Nunca se sabe por qué se vuelve siempre. 2) "... pronto se quedará desierta nuestra calle / y tendremos que hablar de cualquier cosa, / de poesía quizá, / de cualquier cosa.

REFLEXIÓN 2

DESCRIPCIÓN de la MENTIRA

Antonio Gamoneda

El ÓXIDO se posó en mi lengua como el sabor
de una desaparición.

Antonio Gamoneda (Oviedo, España, 1931)

Reflexión sobre el libro
"Descripción de la mentira"
(1975-76 y 2003)

Xoán A. Leiceaga Baltar

Para esta reflexión, sólo en parte mía, parto de varias peanas, dos de ellas primordiales, pues me apoyo en primer lugar en el libro reunido ESTA LUZ de A. Gamoneda, publicado por Galaxia Gutenberg (Círculo de Lectores, Barcelona 2004) y, por otro, en enorme medida, en el magnífico Epílogo escrito por el académico y especialista Miguel Casado para toda la obra ya publicada entonces del autor y que recoge precisamente en Esta luz. La tercera, menos importante, deriva de mis propias lecturas de la recopilación desde que en 2006 tuve la fortuna de adquirirlo. Naturalmente, el resultado de las lecturas (así, en plural y reposadas) fue la inevitable lista de notas que me suelen acompañar cuando un texto subleva los cabellos que ya no tengo y cuyo producto es, en la parte que me toca, la propia reflexión acompañada por el agradecimiento a tanta belleza disfrutada. Hago votos porque la admiración que suscita en mí el nombre del autor no afecte exageradamente a lo que yo pueda paso a paso expresar. Mi intención, que es doble, está en las antípodas de lo comercial y va más allá de rellenar mi sitio web con poesía del más alto nivel (¿lo hay más alto?), pues me contentaría simplemente con ayudar a extender el conocimiento de este poeta excepcional a un planeta mayor que el de aquellos que habitualmente ya lo releemos, tanto geográfica como socialmente. Y con todo ello viaja, naturalmente, mi admiración y el modesto homenaje.

En cualquier caso, debo aclarar que esta propuesta, aunque deba dividirla en varias partes —no sé cuántas— es menos ambiciosa que la de M. Casado, pues no pretende abarcar toda la obra de AG, sino que se limita al libro Descripción de la mentira y —¿quién sabe?— tal vez después a su continuación natural, que es como veo yo a su siguiente poemario Lápidas.

(Cronología de títulos de Antonio Gamoneda)

La tierra y los labios (Primeros poemas, 1947-1953) / Sublevación inmóvil (1953-1959) / Exentos I (1959-1960 y 2003) / Blues castellano (1961-1966 y 2004) / Exentos II (Pasión de la mirada, 1963-1970) / Descripción de la mentira (1975-1976) / Lápidas (1977-1986) / Libro del frío (1986-1992) / Arden las pérdidas (1993) / Exentos III (1990) / Mudanzas (1961) / Nazim Hikmet (1961) / Negro espiritual (1961) / Edad (1987) / Plinio, Dioscórides y otros (1992) / Mallarmé, Herodías (1996) / Trakl (2003) / Esta luz (Poesía reunida 2004) / Extravío en la luz (2009).

Partes I y II - Consideraciones generales acerca de DM-1,2

(Se accede a ellas desde «Ir a Reflexiones anteriores», abajo en esta página)

Parte III - Consideraciones generales acerca de DM-3

[MC] ... En un poema de Lápidas, se hace esta apelación a unos bailarines: «Obedecéis a ancianos invisibles cuyas canciones pasan por vuestra lengua»: pasar a través de la lengua sería el modo de asumir una tradición de corporalidad —convertir las músicas heredadas en sustancia del propio cuerpo, hacerlas circular por él...—. El cuerpo es quien habla en la lengua, quien al expresarse confunde en una la materia carnal y la verbal. En DM: «Es perverso el idioma pero es enjundia de mi cuerpo». Toda comunicación verdadera seguiría esta pauta: «mis palabras podrían atravesar tus labios, entrar despacio en tu existencia; no lo que dicen sino las palabras mismas, su exhalación caliente como el amor» (DM): las palabras mismas adquieren potencia amorosa, física, penetran el cuerpo del otro y se asimilan a él.

[XL] Me siento desbordado por la calidad del discurso de MC. Abandono ya aquella intención de caminar casi solo por este libro e incluso el nuevo intento de limitarme a la complementación del análisis que de Descripción de la mentira hace MC sé que será difícil; pero no renuncio, porque no veo otra manera de progresar que pensar por uno mismo más allá del conocimiento actual. Comienzo buscando el poema del verso de Lápidas que cita MC, que es el que da inicio a ese libro, y lo ofrezco:

GRITOS sobre la hierba y el huracán de púrpura.
Giráis envueltos en banderas y exhaláis con dulzura.
Obedecéis a ancianos invisibles cuyas canciones pasan por vuestra lengua.
Ah, jóvenes elegidos por mis lágrimas.

[MC] Murieron muchos jóvenes en aquella guerra incivil, maldita como todas, todos fueron elegidos por las lágrimas de su familia y del poeta; su propio huracán de púrpura fue su exhalación de color rojo; fueron enterrados entre ondear de banderas, como soldados conocidos o desconocidos; sus gritos salieron de debajo de la tierra y se posaron para siempre sobre la hierba; habían obedecido a ancianos que no conocían y que no participaban en las matanzas, ni directamente ni por medio de sus hijos. Tal vez sí, tal vez las canciones programadas pasaron inevitablemente por su lengua, desde el cuerpo hacia afuera del cuerpo; tal vez con dudosa utilidad.

[XL] Gamoneda no sólo se refiere a la perversidad del idioma (mejor, del poder en su pretensión de controlar el idioma) sino que anticipa algo más y aun más terrible, porque al impedir la circulación de las preguntas, impide la duda y todo queda encadenado por las certezas, las canciones y los cuerpos: la libertad. Todo queda amarrado por los efectos terribles del fanatismo y el lenguaje se convierte en perversión:

Las preguntas no existen en el idioma de la ocultación: todo está dirimido.
Es perverso el idioma pero es enjundia de mi cuerpo.

[MC] Tanto Gamoneda como la crítica han utilizado, para referirse a su lengua, la palabra símbolo, más o menos matizada: «En el poema —dice AG— manejo palabras cargadas con valor simbólico, pero se trata de un simbolismo con un solo miembro: el símbolo es, en su naturaleza, aquello mismo que simboliza. Dicho de otra manera, es símbolo de sí mismo»... AG ha manifestado su rechazo a las formas tradicionales del simbolismo. Así, en su libro Cecilia se acoge a la ingenuidad de la niña de ese nombre, que descubre el mundo y el lenguaje, para insistir en ello: Vas a volver / «cuando nazcan las cerezas y despierte la tórtola». / Has dibujado el mundo en una mentira luminosa. // Yo vi los ojos de la tórtola enrojecidos por la ira, / sé que en el lauro «habita el ácido prúsico» / y que sus frutos inmovilizan el corazón de los pájaros...: el simbolismo tópico miente porque es ajeno a lo real.

[XL] El símbolo como símbolo de sí mismo me hace recordar la célebre sentencia de M. McLuhan «el medio es el mensaje», que se adelantó a su tiempo para resumir la esencia de la sociedad de la información cuando asomaba la cabeza. AG, de forma similar, se coloca en la vanguardia llevando a su poesía símbolos que lo son de sí mismos, símbolos en el desierto, rodeados de nada. La cereza puede ser símbolo de la primavera o de la vida, pero en Gamoneda no deja de ser cereza, fruta y roja; la tórtola puede serlo de la paz (paloma) o, por tanto, del Espíritu Santo, pero también de la memoria (me inclino que sea el caso aquí, por eso del despertar a través de una palmada en la frente que nos damos cuando caemos en el despertar de algún olvido sustancial). Al respecto son terribles los versos que encajan la fama (el laurel, el lauro) con los cianuros del ácido prúsico, y los pájaros, entonces, ya no pueden volar; terrible este símbolo especialmente para los poetas (artistas en general) que se dejan embaucar por el éxito (y el comercio derivado). Pero el espanto acude a representar a la realidad, cuando añadimos al poema sus dos últimos versos y vemos como hay cerezas enterradas en el frío y tórtolas que gimen.

Pero hay cerezas ocultas en la nieve,
oigo un gemido de la tórtola.

[MC] La preferencia de AG por los procedimientos metonímicos arraiga de ese realismo de fondo. Como AG cuando hace balance de sus imágenes: «Éstas son las huellas de mis ojos, los contenidos de mi alma». La naturaleza de la metonimia es, en efecto, la de huella.

[XL] Reconocemos la metonimia como el tropo que designa un objeto o característica con el nombre de otra que le sirve de imagen, luego signo, o guarda con ella alguna relación existencial de causa o efecto. En el verso, los ojos siguen siendo ojos porque ven, por eso no cambian de significado, pero también son la huella natural que permanece guardada en la memoria como almacén de significantes y significados.

En DM encontramos otros muchos ejemplos de este tipo: «Las hortensias extendidas en otro tiempo decoran la estancia más arriba de mi cuerpo. / He sentido el grito de los faisanes acorralados en las ramas de agosto. / Un animal invisible roe las maderas que también están más allá de mis ojos». Las hortensias decoran, siguen siendo hortensias; los faisanes están acorralados por el tiempo, pero están; otros animales roen aún, y todos ellos son huellas aparecen fuera de su cuerpo, de sus ojos, de su madera. O este otro del mismo poema: «Ahora eres obsequioso y pacífico como el aceite que se reserva para los agonizantes; / ahora me contienes con tus manos y me descubres todos los gestos de mi rostro: / tantas veces pusiste la boca sobre las heridas, tantas te desdijiste como una liebre tenebrosa...». Aquel aceite, aquellas manos, aquella boca, ¿qué son, sino huellas? Magnífica me parece esta interpretación, que construye MC, de metonimia como huella. Y así, vamos concibiendo la necesidad de leer con mucha calma la poesía que vuela por las cumbre de la abstracción.

[MC] De acuerdo con esta lógica, quizá el gesto fundamental de la escritura de AG estriba en aislar un elemento dentro de una escena determinada y después designar con él el conjunto de la escena, que nunca se reconstruye completa; ese elemento aislado y a la vez absoluto se va moviendo en variantes, en metamorfosis, recibe adherencias, intercambia a veces situaciones, y remite a través de todo ese curso a un núcleo personal de significación, deudor siempre de la escena imaginaria. La escena queda fija en la memoria, pero los significados no cesan de bullir, de desplazarse: el símbolo no se codifica y tampoco cesa la impronta de su nacimiento. Según se va familiarizando con la obra de AG, el lector percibe esos hilos, establece sus relaciones, se arriesga a asociar; sin embargo, un resto último, perteneciente a lo privado, queda inalcanzable en el fondo del poema, garantizándole su ser de poema vivo.

[XL] Creo que este es el momento de una lectura atenta de alguna parte de Descripción de la mentira siguiendo la última pauta que nos acaba de dar MC, la del elemento, la construcción de escenas y sus hilos, las metamorfosis y las adherencias y el hálito íntimo que siempre queda, más allá de las metáforas y las metonimias. Y se me ocurre que el fragmento inicial —me permito llamarle fragmento: versículo métrico no, por ser breve; ni estrofa, por no tratarse de poemas unidos para un libro sino de porciones de un poema libro (novela dijo el propio AG); y capítulo de novela tampoco, por demasiado extenso— es una parte bien adecuada para buscar y pensar en desenredar toda esa maraña, y en penetrar en la intimidad del poeta, en ese «estambre urdido por manos que son suaves en el interior de los días». Puede que no sea fácil, pero vale la pena el esfuerzo. Y eso demuestra el impresionante comienzo de DM:

El óxido se posó en mi lengua como el sabor de una desaparición.

El olvido entró en mi lengua y no tuve otra conducta que el olvido,

y no acepté otro valor que la imposibilidad.

Como un barco calcificado en un país del que se ha retirado el mar,

escuché la rendición de mis huesos depositándose en el descanso;

escuché la huida de los insectos y la retracción de la sombra
al ingresar en lo que quedaba de mí;

escuché hasta que la verdad dejó de existir en el espacio y en mi espíritu,
y no pude resistir la perfección del silencio.

No creo en las invocaciones pero las invocaciones creen en mí:

han venido otra vez como líquenes inevitables.

La fermentación del verano se introduce en mi corazón
y mis manos se deslizan cansadas en la lentitud.

Vienen rostros sin proyectar sombra ni hacer crujir la sencillez del aire;

sin osamenta ni tránsito, como si consistieran únicamente
en el contenido de mis ojos, en la unidad de mis palabras,
en el espesor de mis oídos.

Son obedientes y yo siento su reunión como una salud
que se refugia en la oscuridad.

Es una amistad dentro de mí mismo;

es un estambre urdido por manos que son suaves en el interior de los días.

Sin la menor pretensión de dar una lección ni traducir ni explicar ni justificar nada, sin la menor pretensión de reescribir ese poema (de ninguna forma) ni de transcribir ni remedar ni mucho menos sugerir nada ni a nadie, ni buscarle tres pies a ese felino, sin más pretensión que la de sumergirme yo mismo en esos versos y dar un paso adelante en su asunción, voy a desnudarlo para mi voluntad de salud y mi propia iluminación, jamás para ninguna clase de propiedad:

[MC] ... Así, se lee en DM: «hay indicios de narraciones impecables», y por el libro se diseminan pequeñas cápsulas narrativas, de fascinante literalidad que genera oscura tensión alegórica. O las frases se escinden entre una contundencia sentenciosa y la densidad sensorial de las imágenes y van equilibrándose y enfrentándose en el cauce de un tono enfático y solemne que las conduce como si fueran un solo cuerpo. Considerando el conjunto de la obra, parecería que la unidad del lenguaje no sólo depende de un cauce tonal, sino que es mucho más profunda, asentada en la raíz. Con los años, de la expansión poderosísima de Descripción de la mentira se ha ido pasando a los mínimos fragmentos de Libro del frío o Arden las pérdidas; pero el lenguaje ha seguido siendo en su naturaleza y origen, en su composición y voluntad, el mismo.

[XL] Creo que se puede ver más allá y desde luego confirmar los conceptos densos (contundencia, imágenes, tono unitario, coherencia profundísima que da equilibrio al lenguaje y a la coherencia interna y formal de AG, pero no ya sólo al libro DM en cuestión, sino a todo el lenguaje y toda la obra de AG. Si leemos atentamente los cuatro últimos versículos del fragmento citado, ya hacia el final de DM, vamos a considerarlas como verdaderas cápsulas narrativas, que dice MC. Rezan así y nos permiten paladear en pocas palabras pero de gran potencia, la historia y la circunstancia del vendedor de higos chumbos, el muro de los jardines quieto en la imposibilidad y la melancolía, la chaqueta perdida como signo de extinción y la conciencia perpleja instalada ya en el miedo sin necesidad ya de perro guardián.

Hay indicios de narraciones impecables: el vendedor de higos chumbos
cuya pobreza está bajo la luz y sonreía cerca del cuchillo y la limpieza
de su acto era una lámpara increíble, una prueba exquisita de la
inexistencia coronada de gritos en la celebración del mercado.

O, en los jardines del verano, el muro quieto en la imposibilidad,
externo a un espesor de líneas invisibles, un espesor dotado de melancolía.

O, aún más, en tu chaqueta abandonada y entreabierta, es decir,
en una forma que describe tu desaparición.

[MC] ... quizá debiera evocarse todo lo que gira, en Esta Luz, en torno a la trascendencia: la sonoridad de la música en la oraciones colectivas, las procesiones y la fascinación de la liturgia, el desengaño religioso, las revelaciones de lo sagrado profano, de lo cíclico, el debate sostenido en el umbral de la muerte, la negación última de lo metafísico frente a la afirmación tenaz de lo invisible... La elaboración mítica del lenguaje no es ajena a este campo de tensiones.

[XL] Todo eso está condensado o anticipado en DM. Ejemplo uno: «La pregunta es un ruido inútil en el idioma que sucede a la juventud.» Ejemplo dos: «... Habla de mí como una vibración de pájaros que hubiesen desaparecido y retornasen;». Ejemplo tres: «Vuestra limpieza es inútil. Ilumináis en las ejecuciones y la locura crece en este resplandor. Magnificáis a vuestros enemigos y vuestra imprudencia comunica con sus designios.» Ejemplo cuatro: «No me persigas; no pongas leyes dentro de mis huesos. Estoy naciendo del cansancio; no pongas leyes sobre mi madre.» Ejemplo cinco: «Hay azúcar debajo de la noche; hay la mentira como un corazón clandestino debajo de las alfombras de la muerte;». Y así...

[MC] ... Pero en todo caso, es preciso insistir en el anudamiento entre esta mitología personal y la memoria... Son las formas invisibles que habitan cada frase, del mismo modo que los desaparecidos, las pérdidas, habitan espectralmente cada momento actual; así, la lengua habla desde fuera de sí, desde otro tiempo y otro mundo, habla a interlocutores ausentes, reconstruye una edad y un espacio, una compañía, irremisiblemente extinguidos, que vuelven como fondo de la realidad: «Un remolino de labriegos y madres habla el idioma de los huertos, la palabra lastrada de rocío...», es una frase de Lápidas.

[XL] En DM podemos encontrar multitud de ejemplos de todos eso, del casamiento entre la mitología y la memoria, de lo invisible, de lo desaparecido pero que aun habita como fantasma, de la recuperación de un pasado inextinguible que sigue ahí como poso de lo que es ahora. El primero es:

Una mujer, absorta en la blancura, ciega en lienzos inmóviles,
habla de mí en un tiempo conmemorado; dice mi nombre en otra edad,
en otra edad, bajo las hojas de un gran viento. Es madre de muertos
y este poder está en su lengua.

Como el acebo en un lugar de hielos, mi nombre aumenta en formas invisibles,
y, sometida a aquel silencio, se abre la luz de la desaparición.

Y este es el segundo:

He salido de la habitación obstinada.

Puedo hallar leche en frutos abandonados y escuchar llanto en un hospital vacío.

La prosperidad de mi lengua se revela en cuanto fue olvidado
durante mucho tiempo y sin embargo visitado por las aguas.

Éste es un año de cansancio. Verdaderamente es un año muy viejo.

Éste es el año de la necesidad.

Durante quinientas semanas he estado ausente de mis designios,
depositado en nódulos y silencioso hasta la maldición.

Mientras tanto la tortura ha pactado con las palabras.

Ahora un rostro sonríe y su sonrisa se deposita sobre mis labios,

y la advertencia de su música explica todas las pérdidas y me acompaña.

Habla de mí como una vibración de pájaros que hubiesen desaparecido
y retornasen;

habla de mí con labios que todavía responden a la dulzura de unos párpados.

FIN de la Parte III

Xoán A. Leiceaga Baltar, Diciembre de 2011