Xoán Leiceaga Baltar

POESÍA

REFLEXIÓN

Esta sección se me ocurrió para poder disponer de un espacio complementario a OBRA y CALA pero más flexible — abierto a los lectores, p.ej.—, aunque siempre orientado a «la Poesía y lo poético», y, más en concreto, a aspectos como su sentido, la valoración de su calidad, las aproximaciones a poetas y poemas y a un amplio continuo de buenas ideas (entrevistas, ensayos sobre las diferentes manifestaciones artísticas, etc.). Se debe entender que, naturalmente, los conceptos de poesía y poeta son para mí hermanos de la magia del arte y el artista y por ello tienen cómoda acogida en REFLEXIÓN.

[Ver más en VIDA y SAL / SALudo]

Reflexión 1

Abecedario de escritores – Letra W

  1. Wagensberg, Jorge (Barcelona, Cataluña, 1948)
    (Biólogo, pensador): 1) «Una individualidad progresa cuando gana independencia respecto de la incertidumbre de su entorno». 2) «La idea tiene una consecuencia inmediata: si progresar es ganar independencia, entonces lo prioritario es, por delante de absolutamente todo, el conocimiento. Ningún partido político lo ha propuesto todavía».
  2. Waits, Tom (Pomona, EEUU, 1949)
    (Músico y poeta): 1) «Hay un mundo que sucede / bajo tierra. / Están vivos, están despiertos/ mientras el resto del mundo duerme». 2) «Y dime, ¿Cómo elige Dios? / ¿Qué plegarias no escucha? / ¿Quién mueve el timón? / Los dados, ¿quién los tira?».
  3. Walcott, Derek (Castries, Isla Sta. Lucía, Antillas, 1930)
    (P. Nobel Literatura 1992): «En esta parte del mundo el tiempo está influido por la ausencia de estaciones. Vivimos en un eterno verano. La idea del fin, la idea de la muerte, la idea de la historia, todo está influido por esa irrealidad del calendario. Nosotros no dividimos, y esto hace que nuestra actitud, nuestra forma de vida sea más exuberante, más alegre. La idea europea de lo que es ilógico,en definitiva, del tiempo, de la historia, no es aplicable a nuestro contexto, a la geografía y a la historia del Caribe».
  4. Wallace, Daniel (Alabama, EE.UU, 1959)
    (Escritor / De padre a hijo): «Si hubiera compartido contigo mis dudas sobre Dios, el amor, la vida y la muerte, no tendría más que un montón de eso: un montón de dudas».
  5. Wallace, David Foster (Ithaca, Nueva York, EEUU, 1962)
    (Poeta): «Lo que yo llamo 'click' es la capacidad de reconocer pensamientos y sentimientos que el lector siente como suyos, pero que no es capaz de verbalizar. Yo, como lector, en el momento de la lectura siento que el autor ha dado con las palabras que necesito para dar expresión a mis sentimientos. No les he dado forma yo, pero no por ello son menos mías: gracias al poeta, al escritor, han sido transfiguradas y expresadas en una frase de gran belleza. en ese momento, el mundo cobra su plenitud, solidez, rectitud».
  6. Walser, Robert (Berna, Suiza, 1878-1956)
    (Poeta): 1) «Empecé a escribir poemas porque era pobre y necesitaba una ocupación hermosa para sentirme rico». 2) ('Discurso a un botón'): «Eres capaz de vivir sin que nadie se acuerde, ni lejanamente, de que existes». 3) ('La china y el chino'): «Ser incomprendidos nos protege»>.
  7. Warschawski, Michel (Estrasburgo—>Israel, Francia, 1949)
    (Novelista / 'La frontera'): «Para mí, el otro lado, el enemigo, no es el pueblo palestino. Para mí, la lucha no es entre judíos y árabes, sino entre los que procuran la paz y los que buscan la guerra».
  8. Watanabe, José (Laredo, Perú,1946)
    (Poeta): 1) ('La piedra alada') «Tú mira la piedra y aprende: ella, / con humildad y discrección, / en la luz flotante de la tarde, / representa / una montaña». 2) (Poema 'Mi ojo tiene razones'): «Era particularmente raro / el contraste de su muslo blanco contra la roca gris; / su muslo era viviente como un animal dormido en el invierno, / la roca era demasiado corpórea y definitiva. / Hubiera querido inscribir mi poema en todo el paisaje, / pero mi ojo, arbitrariamente, lo ha excluido / y sólo vuelve con obsesiva precisión / a aquel bello y extremo problema de texturas: / el muslo / contra la roca».
  9. Watterson, Bill (Washington, DC, EEUU,1958)
    (Humorista / Tira cómica 'Calvin y Hobbes'): «La mejor prueba de que existen inteligencias extraterrestres es que nunca han intentado contactarnos».
  10. Wei, Wang (Qixian, China, 701-761)
    (Poeta): 1) «A la mitad de mis años, me consagré al Tao; / en el ocaso de mi vida, me establecí al sur de la montaña. / Cuando lo deseo allí me dirijo / y no descubro sino la belleza de las cosa». 2) «Soledad y silencio. Se adormece el mundo. / Mi corazón descansa con el inmenso río».

Reflexión 2

DESCRIPCIÓN de la MENTIRA

Antonio Gamoneda

El ÓXIDO se posó en mi lengua como el sabor
de una desaparición.

Antonio Gamoneda (Oviedo, España, 1931)

Reflexión sobre el libro
"Descripción de la mentira"
(1975-76 y 2003)

Xoán A. Leiceaga Baltar

Para esta reflexión, sólo en parte mía, parto de varias peanas, dos de ellas primordiales, pues me apoyo en primer lugar en el libro reunido ESTA LUZ de A. Gamoneda, publicado por Galaxia Gutenberg (Círculo de Lectores, Barcelona 2004) y, por otro, en enorme medida, en el magnífico Epílogo escrito por el académico y especialista Miguel Casado para toda la obra ya publicada entonces del autor y que recoge precisamente en Esta luz. La tercera, menos importante, deriva de mis propias lecturas de la recopilación desde que en 2006 tuve la fortuna de adquirirlo. Naturalmente, el resultado de las lecturas (así, en plural y reposadas) fue la inevitable lista de notas que me suelen acompañar cuando un texto subleva los cabellos que ya no tengo y cuyo producto es, en la parte que me toca, la propia reflexión acompañada por el agradecimiento a tanta belleza disfrutada. Hago votos porque la admiración que suscita en mí el nombre del autor no afecte exageradamente a lo que yo pueda paso a paso expresar. Mi intención, que es doble, está en las antípodas de lo comercial y va más allá de rellenar mi sitio web con poesía del más alto nivel (¿lo hay más alto?), pues me contentaría simplemente con ayudar a extender el conocimiento de este poeta excepcional a un planeta mayor que el de aquellos que habitualmente ya lo releemos, tanto geográfica como socialmente. Y con todo ello viaja, naturalmente, mi admiración y el modesto homenaje.

En cualquier caso, debo aclarar que esta propuesta, aunque deba dividirla en ocho partes es menos ambiciosa que la de M. Casado, pues no pretende abarcar toda la obra de AG, sino que se limita al libro Descripción de la mentira y —¿quién sabe?— tal vez después a su continuación natural, que es como veo yo a su siguiente poemario Lápidas.

(Cronología de títulos de Antonio Gamoneda)

La tierra y los labios (Primeros poemas, 1947-1953) / Sublevación inmóvil (1953-1959) / Exentos I (1959-1960 y 2003) / Blues castellano (1961-1966 y 2004) / Exentos II (Pasión de la mirada, 1963-1970) / Descripción de la mentira (1975-1976) / Lápidas (1977-1986) / Libro del frío (1986-1992) / Arden las pérdidas (1993) / Exentos III (1990) / Mudanzas (1961) / Nazim Hikmet (1961) / Negro espiritual (1961) / Edad (1987) / Plinio, Dioscórides y otros (1992) / Mallarmé, Herodías (1996) / Trakl (2003) / Esta luz (Poesía reunida 2004) / Extravío en la luz (2009).

Partes I a VI - Consideraciones generales DM-1, 2, 3, Lectura DM-1, 2, 3

(Se accede a ellas desde «Ir a Reflexiones anteriores», abajo en esta página)

Parte VII - Apuntes más bien técnicos-1

[XL-0: Prolegómeno] ... o cosas que he aprendido, o eso siento, en una lectura atenta y paciente de esta obra luminosa de Antonio Gamoneda, lectura que he realizado de forma mucho más paciente y tranquila de lo que es habitual en mis afanes lectores, con esa lentitud que ya gustaría tener como habitual en mi disposición a los recorridos especiales, lo único que merece la pena el esfuerzo que en esos casos no es paciencia sino gozo. Sea como sea, este viaje a través de Descripción de la mentira (DM) ha llegado a ser una penetración tatuaje, lo cual la convierte además en un modesto homenaje al maestro AG. Igual que en las ocasiones anteriores, esta vez también acompañaré mis propias oraciones de fragmentos de DM, pero al contrario que allá, no diré nada por mi parte; las envío así, en su plena desnudez. Por ejemplo:

Nuestra dicha es difícil recluida en la belladona y en recipientes que no
deben ser abiertos.

Sucio, sucio es el mundo; pero respira. Y tú entras en la habitación como
un animal resplandeciente.

Después del conocimiento y el olvido ¿qué pasión me concierne?

No he de responder sino reunirme con cuanto está ofrecido en los atrio
y en la distribución de los residuos,

con cuanto tiembla y es amarillo debajo de la noche.

[XL-1a: De lo estructural] Este extenso poema, o libro o novela o diálogo, que así se ha referido a él en alguna ocasión el maestro, es un comienzo, un salto a la vez hacia su espanto y hacia el cielo, el principio de la inconmensurable madurez, el anuncio de las obras maestras que posteriormente escribirá AG (me limito ahora a indicar El libro del frío y Arden las pérdidas). Naturalmente la extensión, menos frecuente que la brevedad en el mundo poético, sugiere que poema pueda ser aquí confundido con poemario; además, las frases, versos, estrofas diluidas o versículos, se agrupan en capítulos que no se anuncian como tales, pero que están y están bien separados por líneas en blanco o por cambios de página. Capítulos brevísimos o breves como estos de uno y siete versículos respectivamente, cercanos pero anteriores al final:

Sólo vi luz en las habitaciones de la muerte.

La indiferencia está en mi alma. Es la vejez de la misericordia.

Ésta es la hora más antigua y mi corazón resbala hacia la astucia.

Aún mis dedos son ágiles en las úlceras y alcanzan rostros protegidos
por el desprecio pero mi lucidez está ofrecida a la muerte.

Ésta es la hora más antigua y mi corazón resbala hacia la astucia.

Tú eres voraz en el crepúsculo:

tu resistencia es húmeda; tu lengua, fértil en mi boca;

sorbes el miedo con tus labios; tu desnudez es grande.

Pero el placer es máscara de la memoria

[XL-1b: (Cont.)]Y digo poemario como podría decir libro, de la misma manera que podríamos llamar versículos, a los capítulos. Tal vez esta original bruma estructural, sin duda pretendida, conduzca a la denominación de novela, tanto como la palabra descripción del título, aunque no se trate de descripciones de fachada sino de adentro. Tampoco es confusión la denominación de diálogo, porque sin esa apariencia teatral explícita —todo en AG carece de la materia explícita, a pesar de su Herodías— lo cierto es que justamente bajo la epidermis se siente la intensidad de un duro diálogo, por momentos a favor y en contra de sí mismo, por momentos a favor y en contra de otros interlocutores —indiquemos en primer lugar al padre prematuramente muerto y a la madre viva y, naturalmente, a muchos de los amigos innominados que forman parte de la descripción—. El propio ejemplo anterior de capítulo breve sirve asimismo de demostración de diálogo consigo mismo: ¿o no sólo?

La crueldad non hizo semejantes a los animales sagrados y nos conduji-
mos con majestad y concertamos grandes sacrificios y ceremonias
dentro de nuestro espíritu.

Descubríamos líquidos cuya densidad pesaba sobre nuestros deseos y
aquellos lienzos y las escamas que conservábamos de las madres
se desprendieron de nosotros: atravesábamos las creencias.

[XL-2a: De la elección de sustantivo y adjetivos] Una de las características que impresionan de AG es el dominio de la lengua y el acierto en la elección de cada vocablo. El dominio de la lengua le permite sacar un partido sorprendente a sus frases; la elección del vocablo deshace al menos mito y medio. Por un lado el mito, pues vemos que en AG es poco frecuente el uso de palabras extravagantes o rebuscadas, lo que acaba con el mito de la conveniencia poética —a veces se la sitúa en el límite de la necesidad—, del abuso ordinario de cultismos o de sinónimos poco conocidos o de nulo o limitado uso. El resultado estremecedor de muchos de los versos está no tanto en el vocablo sino en la frase, en la asociación lunática entre las palabras, en terribles choques entre ellas, de antítesis o contraste o contradicción, lo que da al verso potencias poco frecuentes; por ejemplo en «Sólo vi luz en las habitaciones de la muerte» o en «¿Y tú te ocultas, el habitante de mi alma?», y así una lista interminable. Por otro lado el medio mito, relativo al revuelo respecto al uso de adjetivos, cuya tajante recomendación es su extrema limitación. Es cierto que en las dos frases anteriores no figura ninguno, pero también lo es que AG los usa sin recelo aunque, lúcido, más como complemento enriquecedor y no como suplemento de rellenar de la frase; y sea como complemento definidor del sustantivo («un tiempo conmemorado», «un metal distinguido, un racimo de uñas abrasadas») sea como complemento esencial de la frase o versículo («Tierra desposeída de sus tumbas», «Ah la mentira en el corazón vaciado por un cuchillo invisible»).

Una mujer, absorta en la blancura, ciega en lienzos inmóviles, habla de mí
en un tiempo conmemorado; dice mi nombre en otra edad, bajo las hojas
de un gran viento. Es madre de muertos y este poder está en su lengua.

Tierra desposeída de sus tumbas, madres encanecidas en el vértigo.

Es lo que queda de mi patria.

[XL-2b: (Cont.)] Una precisión ahora acerca del dominio de la lengua y de esa necesidad, porque la elección adecuada de una palabra depende menos de la cantidad de palabras de que uno dispone —aunque también, por supuesto, pero para esto siempre se dispuso de diccionarios y ahora de la potencia y rapidez de internet— que de la calidad del conocimiento que se tiene de cada una de ellas. A este respecto, siento la obligación aclaratoria de transcribir un párrafo de José Saramago extraído de su novela "El hombre duplicado" (2002): «Extraña relación es la que tenemos con las palabras. Aprendemos de pequeños unas cuantas, a lo largo de la existencia vamos recogiendo otras que nos llegan con la instrucción, con la conversación, con el trato con los libros y, sin embargo, en comparación, son poquísimas aquellas de cuyos significados, acepciones y sentidos no tendríamos ninguna duda si algún día nos preguntaran seriamente si las tenemos. Así afirmamos y negamos, así convencemos y somos convencidos, así argumentamos, deducimos y concluimos, discurriendo impávidos por la superficie de conceptos sobre los cuales sólo tenemos ideas muy vagas, y, pese a la falsa seguridad que en general aparentamos mientras vamos tanteando el camino en medio de la cerrazón verbal, mejor o peor nos vamos entendiendo, y, a veces, hasta encontrando.» Abundando más en la necesidad del escritor, y especialmente del poeta, de un conocimiento profundo de las palabras del propio vocabulario, citaré todavía dos frases del excelente poeta que fue José Ángel Valente (Ourense, 1929–2002); la primera es «El problema de los malos poetas es que las palabras tienen significado», y la segunda «Uno empieza a ser escritor cuando tiene una relación carnal con las palabras». Las tres citas se explican por sí mismas y contribuyen a aclarar el uso correcto del sustantivo y también del adjetivo: a veces un adjetivo sobre, a veces es conveniente, a veces incluso necesario, y eso es todo. Un detalle más acerca de los adjetivos: no hay parquedad ni timidez en cuanto a su utilización, pero sí una calidad especial, algo que va más allá de su necesidad, esa manera de resolver la conveniencia de un adjetivo para elevar el nivel de la frase o verso; parece que lo importante del adjetivo está más que en sí mismo, en la asociación con el sustantivo correspondiente. Las asociación es, así, como una pareja de amantes, en los que unas veces está la esencia en uno y otras en otro. Leer a Gamoneda es, pues, una lección acerca del uso de los adjetivos y a uno le vienen a la cabeza las muchas trivialidades escuchadas o leídas acerca de ello; el problema está no tanto, por su evidencia, en que sea banal o inadecuado, sino simplemente en la ausencia de fertilidad: «y los días eran espesos en mis párpados.»

Temblor de cauces invertidos, gestos de rostros improbables: eso queda
de nuestros actos. Antes pasaron días; había sangre en la serenidad

y los días eran espesos en mis párpados.

Una mujer dibuja descripciones (el resplandor está en la muerte; como
el acero en largos filos, el resplandor está en la muerte):

la tierra hirviendo (aquel clamor sin ruido), y la sustancia encarcelada e
hirviendo. Una extracción de hombres hacia los lavaderos comunales,
bajo el milano del amanecer,

y, macerados en sus dientes, sacrificados en sus cálices, días bajo las
aguas infectadas.

La realidad se ahuyenta en estos labios tan sólo expertos en formas
invisibles.

Cesa el fermento de mi infancia: cesa el horror y su oquedad es grande.

[XL-3: De las imágenes en la mente del poeta] La idea, acompañada del significado o signo y alimentado con tropos (metáforas, metonimias,...) y figuras (aliteraciones, lítotes, prosopopeyas, no pleonasmos...) nutre de evocaciones la mente del poeta y de los lectores atentos. Y el resultado en forma de extraños versos o estrofas con límites difusos, paredes sólo reconocibles por las líneas en blanco, se muestra tan eficaz y potente como martillazos de hierro. Frecuentemente, al leer se tiene la sensación de que el poeta iba describiendo las imágenes que la memoria, traducida al lenguaje poético original de AG, hacía pasar por su cabeza; descripciones que casi siempre llegan de los abismos interiores. Hace muchos años, el gran Goethe (Alemania, 1749-1832) escribió: «El poeta piensa en imágenes» —no sé si es casualidad que me haya topado con esta frase hace poco tiempo—. Al comienzo de la parte final del poema, AG escribe este verso que describe: «La naturaleza de los cuerpos es fingir la existencia y este conocimiento es el fin de un espíritu rodeado por gallinas ávidas.» Gamoneda describe la acción de los poderosos con ambición y desprovistos de escrúpulos y, a la vez, la de las gallinas que se venden por un plato de lentejas. Un poco después surgen estos dos versos consecutivos: «El afilador que posee en sus cánulas una sola nota, clara como una serpiente, creadora de la niñez en un espacio de hombres vigilados, no es más feliz que su propia música destinada al invierno. / Así era el rostro de tu madre.», dice AG a su trasunto, en una descripción de interior que se contrapone a la anterior. Y todavía, unas líneas después: «O, aún más, en tu chaqueta abandonada y entreabierta, es decir, en una forma que describe tu desaparición.» Pero los ejemplos son innumerables: «Tú volvías a las hortensias / y sollozaste bajo la lente de los comisarios.» ¿Quién es ese tú, sino él mismo y los innumerables? O, al final, casi en el final: «¿Quién ha entrado en mis oídos?» Podíamos continuar porque los casos brotan por todas partes.

La contradicción está en mi alma como los dientes en la boca que habla
de misericordia.

La confusión está en mi alma y pienso en ríos al deslizar mi lengua en las
mujeres que se apiadan de mis ácidos. Mi salud es lasciva ante esas
grandes ventanas.

Estos enjambres... Y la blancura de tu espalda, el caminante ciego que vas
delante de mí, o, en esas tazas pulimentadas por el vértigo, el alimento
azul, el preparado para la hora de la muerte.

Largos silbidos llegan desde los patios. Yo escucho hasta la hora más tardía
y el mundo es oquedad y la hermosura de los adulterios hierve en el
fondo de los vasos de noche.

Así es la víspera de un día. La leche anuncia la mañana.

¿Quién ha entrado en mis oídos?

[XL-4a: De los tropos] Los tropos, como es inevitable —especialmente metáfora y metonimia—, tienen presencia constante en la poesía de AG y en su Descripción de la mentira. Abarrotan el texto, las frases y los versos. Se trata de ese uso, como es sabido habitual e imprescindible en poesía, de una palabra mágica que sustituye a la natural, en un hechizo irreal, ambiguo pero preciso, que supone cambio sublimador del significado o que sin cambio lo evoca, palabras que no tienen o tienen relación previa entre ellas, en todos los estilos de tropo. Cuanto más se eleve el signo, cuánto más universal se vuelva el significado, más es el valor y, en esto, se siente la maestría de Gamoneda. Los tropos son elementos superadores de la circunstancia y, por supuesto, de la descripción o narración; y a la vez son también superadores de lo fácil y concreto —de lo descriptivo—, pues son como las ondas resultado de una piedra arrojada a un estanque multidimensional, hacen desaparecer los pareceres concretos y aparecer las apariencias borrosas que, una vez atravesadas son focos de lucidez cegadora. Sin salir de la inaudita especie de conclusión de DM —las últimas cuatro páginas—, encontramos muestras de metáforas envidiables: «el fin de un espíritu rodeado por gallinas ávidas», o «el olvido es mi patria vigilada», o «Tú volvías a las hortensias». Y de metonimias no menos afortunadas: «¿qué iglesia luce en nuestros gemidos?», o «La leche anuncia la mañana», o «sollozaste bajo la lente de los comisarios». Al cabo:

El olvido es mi patria vigilada y aún tuve un país más grande y desconocido.

He retornado entre un silencio de párpados a aquellos bosques en que fui
perseguido por presentimientos y proposiciones de hombres enfermos.

Es aquí donde el miedo ve la fuerza de tu rostro: tu realidad en la desapa-
rición (que se extendía como la lluvia en el fondo de la noche; más
lenta que la tristeza, más húmeda que labios sobre mi cuerpo).

Eran los días grandes de la traición.

[XL-4b: (Cont.)] No hay días grandes en mi traición, espero que tampoco habrá traición; jamás negaré tres veces en la misma noche.

FIN de la Parte VII

Xoán A. Leiceaga Baltar, Abril de 2012