Esta sección —cuyo título pretende ser orientativo—, pensada para el lector (y para mí, por qué no), se me ocurrió para disponer de un espacio complementario a OBRA pero más flexible, aunque sin salir de lo poético. Así, puede ser dirigida a cualquiera de sus aspectos, como el sentido o la calidad; las aproximaciones u homenajes a poetas, sean modernos o no, conocidos o no tanto, actuales u olvidados; a ensayos o entrevistas singulares; a la historia o semblanza de poetas o poemarios; a poemas notables o pensamientos o frases breves; en suma, un continuo enfocado a la reflexión, que bien se presenta o bien se provoca. Se debe entender, naturalmente, que los conceptos de poesía y poeta son hermanos de magia y mago, es decir, del arte y el artista, que por ello tendrán grata acogida en REFLEXIÓN.
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MARINA TSVIETAIEVA - Vida y poemas
(Moscú, 1892 – Yelábuga, Tartaristán, 1941)
Reflexión 2
Con la primera versión de la sección Reflexión-2, continente y contenido, he procurado ser tímido —ineficaz es el exceso— para evitar desorientar a los improbables lectores con lo inestable o lo brusco. Así, estuve una buena temporada trabajando sobre entrevistas que llamaban mi atención entre personajes de la poesía o del arte en general; después fue surgiendo una euforia tranquila hacia el maestro poeta Gamoneda, al cual dediqué un gustoso esfuerzo, en concreto sobre su sublime y largo poema Descripción de la mentira. Y ahí sigue estando, como todo lo demás, bajo la doble colección, de ya más de un mes de meses, bajo el botón pulsable de Ir a reflexiones anteriores.
Mediado 2012, creí que era el momento de un nuevo derrotero, esta vez de más larga duración —contanto que el cuerpo aguante— y siguiendo una vía semejante a la que viene indicando la sección Reflexión-1, la del abecedario. Por otro lado, mi corazoncito me venía reclamando hacía tiempo una especial dedicación a la mujer —la mujer poeta— que ayude a suavizar el abundante defecto histórico y, a la vez, me sirva para reconocer su singular valía y sus aportaciones en este campo de la creación. Y, naturalmente, sirva de agradecimiento sensible a mis lectoras, que asombrosamente valen por un millón.
Esa es la razón de que el 1 de julio de 2012 haya iniciado, como Reflexión-2, el ABECÉ de Mujeres Poetas, que espero completar de la A a la Z, desde mi selección posible de autoras y textos. Para cada letra iré buscando lo que entienda más oportuno y accesible, desde la primera, Anna Ajmátova, y las sucesivas (ver Ir a reflexiones anteriores). Espero que la actual elección, resulte óptima (mi preferencia es elegir poetas en español, pero algunas letras se resisten y encima, más de una vez, me vencen las devociones).
Fuentes: Páginas varias de internet, entre ellas:
«http://es.wikipedia.org/wiki/Marina_Tsvetáyeva»
«http://www.acantilado.es/autores/Marina-Tsviet%C3%A1ieva-1174.htm»
«http://www.taringa.net/posts/arte/5397747/Marina-Tsvietaieva...htm»
«http://http://el-placard.blogspot.com.es/2011/02/poemas-de-marina-tsvetaieva.html»
«http://http://franciscomendez.blogspot.com.es/2013/03/obra-pictorica-marina-tsvietaieva.html»
«http://www.poeticas.com.ar/Biblioteca/Antologia_virtual_Tsviataieva/frame.html»
Selección y comentarios: Xoán A. Leiceaga Baltar
Vida de Marina Tsvietáieva
Marina Tsvietáieva (Moscú, 1892 – Yelábuga, Tartaristán, 1941) era hija de Iván Tsvetáiev, fundador del Museo Pushkin de Moscú y, a su vez, tuvo dos hijas, Irina y Ariadna, y un hijo, Gueorgui. Fue una poeta precoz, inclasificable, un espíritu libre que se negó a constreñir su arte a definición alguna. Vivió en Rusia hasta 1922, año en que se exilió, después de la revolución rusa con su marido, Serguéi Efrón, que era un oficial en activo, primero en Praga (Bohemia, Chequia) en 1922 y luego en Francia en 1925.
Sus catorce años en Francia transcurrieron entre la desdicha y la depresión. En 1939 volvió a la Unión Soviética para reunirse con su marido, que ya había regresado a Rusia con su hija Ariadna. Pero en ese mismo año su marido y su hija fueron arrestados; a Serguéi lo fusilaron en 1941, su hijo fue enviado a trabajar en un campo de minas y Ariadna sería rehabilitada en 1955. En Rusia, Marina padeció la represión oficial, con origen en Stalin, y no pudo encontrar vivienda ni trabajo; era tan pobre que tuvo que enviar a su otra hija, Irina, a un orfanato, en donde las condiciones eran tan desastrosas que pereció de hambre. Al comienzo de la Gran Guerra, Marina fue evacuada a Yelábuga, Tartaristán, donde dos años más tarde, condenada al ostracismo, puso fin a su vida con la horca: «La vida es un lugar donde no se puede vivir», eso dijo Marina.
Pese a todas esas desdichas (y de la conciencia escrita de ellas) dejó una obra viva, de impresionante calor, intransigente y llena de valentía, que fue salvada de la destrucción y del olvido por su hija Ariadna Efrón. En la Unión Soviética permaneció casi inédita hasta después de la Segunda Guerra Mundial, cuando comenzó a ser conocida mediante publicaciones literarias en hojas clandestinas. Ni siquiera fue valorada por muchos de los escritores rusos de prestigio; por ejemplo Nabókov, que había escrito de ellas «leerla sólo causa estupor y dolor de cabeza», aunque parece que había rectificado su prejuicio, se negó a encabezar su rehabilitación, que no ha llegado del todo hasta hace muy poco, con la publicado en Rusia su obra completa, que incluye también su prosa. Hoy se considera que su lírica es un tesoro de la literatura rusa y ha sido traducida recientemente al español.
Obra poética de Marina Tsvietáieva
Álbum de la tarde, 1910
Linterna mágica, 1912
De dos libros, 1913
Campo de cisnes, 1917-1921
Leguas, 1921 y 1922
Fin de Casanova, 1922
Separación, 1922
Versos a Blok, 1916-1921
Psique, 1923
Profesión, 1923
Después de Rusia, 1922-1925
Versos a Chequia, 1938-1939
A Alia, mi hija
Algún día, criatura encantadora,
para ti seré sólo un recuerdo,
perdido allá, en tus ojos azules,
en la lejanía de tu memoria.
Olvidarás mi perfil aguileño,
y mi frente entre nubes de humo,
y mi eterna risa que a todos engaña,
y una centena de anillos de plata
en mi mano; el altillo-camarote,
mis papeles en divino desorden,
por la desgracia alzados, en el año terrible:
tú eras pequeña y yo era joven.
A Rainier Maria Rilke
Rainer, quiero encontrarme contigo,
quiero dormir junto a ti, adormecerme y dormir.
Simplemente dormir. Y nada más.
No, algo más: hundir la cabeza en tu hombro izquierdo
y abandonar mi mano sobre tu hombro izquierdo, y nada más.
No, algo más: aun en el sueño profundo, saber que eres tú.
Y más aún: oír el sonido de tu corazón. Y besarlo.
En invierno
De nuevo, tras las paredes,
cantan los lamentos de las campanas.
Algunas calles entre nosotros.
¡También palabras!
La ciudad duerme en la bruma,
la hoz plateada aparece,
la nieve cubre de estrellas
tu cuello.
¿Hieren las invocaciones del ayer?
¿Cuánto tiempo nos duelen las heridas?
Seductora y renovada se burla,
esta mirada brillante.
Para el corazón es (¿castaña o azul?)
más importante que páginas sabias.
La escarcha blanquea
las flechas de las pestañas.
Tras las paredes callaron
los lamentos agotados de las campanas.
Algunas calles entre nosotros.
¡También palabras!
La luna purificada se inclina
hacia las almas de libros y de poetas,
la nieve cae
sobre tu esponjoso cuello.
Hilos
Paciencia: así las piedras se rompen.
Paciencia: así las muertes esperan.
Paciencia: las noticias maduran.
Te esperaré —con los dedos anudados—
Así espera la Soberana por su mancebo.
Con paciencia, como las rimas esperan;
con paciencia, como les roen las manos.
Te esperaré —la mirada en la tierra.
Dientes los labios. Pasmo. Piedra.
Con paciencia, como el placer se prolonga.
Con paciencia, como se ensartan las cuentas.
Crujido de trineo: crujido en una puerta.
Estruendo del viento.
Llegó el más alto decreto:
cambio el reinado: el cortesano ya vuelve.
Y la casa:
No es terrestre
pero es mía.
Insomnio 2
Así como me gusta
besar las manos
y ofrendar nombres,
también me gusta
abrir las puertas
¡de par en par! a oscuras noches.
Apoyando la cabeza,
oyendo recios los pasos
haciéndose más ligeros,
viendo cómo el viento mece
este bosque somnoliento
y desvelado.
¡Oh noche!
Van creciendo los arroyos
que en el sueño desembocan.
Ya se me cierran los ojos.
En el medio de la noche
alguien se ahoga.
Mi día es desordenado
Mi día es desordenado, y absurdo:
al mendigo pido pan,
al rico ofrezco limosna.
En la aguja enhebro un rayo de luz,
al ladrón le doy la llave,
con polvos blancos encubro mi palidez.
El mendigo no me da pan.
el rico no acepta mi dinero,
el rayo no pasa por la aguja.
El ladrón entra sin llave,
y la tonta llora a lágrima viva
en ese día sin gloria, inútil día.
Mis versos, temprano escritos
Mis versos, temprano escritos
aún no sabía que era poeta,
inquietos como gotas de una fuente,
como chispas de un cometa,
lanzados como ágiles diablillos al asalto
del santuario donde todo es sueño e incienso,
mis versos de juventud y de la muerte
—¡mis versos, que nadie lee!—,
en el polvo del estante dispersos
—¡que ninguna mano toca! —,
como los vinos preciosos, mis versos
tendrán asimismo su hora.
Pasar a hurtadillas
Tal vez la mejor victoria,
sobre el tiempo y la gravitación,
es pasar sin dejar huella,
es pasar sin dejar sombra
sobre los muros...
Tal vez ¿será mejor diversión
con el dedo de Johann Sebastian Bach
no tocar el eco de los órganos?
Desintegrarse sin dejar cenizas
para las urnas.
Tal vez ¿y renunciando a vencer?
¿Dejando de reflejarse en los espejos?
O como Lérmontov por el Cáucaso
pasando a hurtadillas sin asustar a las rocas.
Tal vez ¿engañar para vencer?
¿Escapar de latitudes?
O así, por este océano del tiempo
pasando a hurtadillas sin asustar a las aguas.
Psique
No soy una impostora – vine a mi casa,
y no soy la criada – no necesito pan.
Soy tu pasión, sosiego de tu domingo,
tu séptimo día, tu séptimo cielo.
Allá en la tierra, me daban monedas
y colgaban en mi cuello ruedas de moler.
¡Querido! ¿Acaso no me reconoces?
¡Soy tu golondrina – la psique!
Se ha ido. Ya no como
Se ha ido. Ya no como:
se quedó sin gusto el pan.
Se ha ido – sería tiza
si yo lo llego a tocar.
...Para mí, era el pan,
era la nieve;
que ya la nieve no es blanca
y el pan no sabe a nada.
Tu alma y la mía son gemelas
Tu alma y la mía son gemelas
como mis manos: la derecha con la izquierda.
Tan cálidas y tan tiernas están unidas
tal las alas de un pájaro dormido.
¡Por un ciclón separados quedamos,
por un abismo, tú y yo, como dos alas!
Ya es hora
Ya es hora. Para este fuego
ya soy vieja.
El amor es más viejo que yo.
Tiene cincuenta eneros
la montaña.
Más viejo es el amor:
viejo de fósil, viejo de sierpe,
más que el ámbar de Livonia,
más que los barcos fantasmas,
más que las piedras, más viejo que el mar…
Pero el dolor en mi pecho,
es ya muy viejo, es más viejo que el amor.
FIN de los poemas de Marina Tsvietáieva
Xoán A. Leiceaga Baltar, Mayo de 2014