Xoán Leiceaga Baltar

POESÍA

Reflexión

Esta sección se me ocurrió para poder disponer de un espacio complementario a OBRA y CALA pero más flexible — abierto a los lectores, p.ej.—, aunque siempre orientado a «la Poesía y lo poético», y, más en concreto, a aspectos como su sentido, la valoración de su calidad, las aproximaciones a poetas y poemas y a un amplio continuo de buenas ideas (entrevistas, ensayos sobre las diferentes manifestaciones artísticas, etc.). Se debe entender que, naturalmente, los conceptos de poesía y poeta son para mí hermanos de la magia del arte y el artista y por ello tienen cómoda acogida en REFLEXIÓN.

[Ver más en VIDA y SAL / SALudo]

Reflexión 1

Abecedario de escritores – Letra U

  1. Uceda Valiente, Julia (Sevilla, España, 1925)
    (Poeta): El poeta tiene que ser testigo del tiempo que vive y así narrar los acontecimientos de una manera más íntima. Hay hechos históricos acaecidos recientemente que me afectan y que no me dejan quedar impasible..
  2. Ugalde, Juan (Bilbao, 1958)
    (Pintor): La gente va pensando en el coche que se va a comprar y cosas así. Vivimos en un mundo de estímulos televisados que nos impiden a veces ver las cosas más directas y cotidianas, las que están al lado. Los medios de comunicación masiva están cambiándonos, a veces es como si viviéramos en su fantasía.
  3. Ugresic, Dubravka (Kutina, Croacia, 1949)
    (Escritora): 1) Porque en mi tierra, en lugar de decir, como en el resto del mundo, que el niño «duerme como un ángel», se dice que «duerme como si lo hubieran degollado». 2) Perder el pasado es ta duro como descubrir, desde el exilio, que tampoco deseas regresar a é.
  4. Ulítskaya, Liudmila (Bashkortostán,URSS, 1943)
    (Escritora): ('Sinceramente suyo, Shúrik'): «Shúrik ni de lejos es un típico hombre ruso. Realmente es el ideal de las mujeres que ha perdido la esperanza de organizar la vida privada, que necesitan el apoyo por parte del hombre, que, al fin y al cabo, necesitan atención y sexo. En Rusia, donde existe un cierto déficit de hombres, él resulta muy solicitado».
  5. Ullán, José Miguel (Villarino de los Aires, Salamanca, 194-2009)
    (Poeta): 1) Varios pinta en ti, pero el dolor es único. 2) Poesía es esa dama que deshace los nudos.
  6. Ullán, José Miguel (Villarino de los Aires, Salamanca, 194-2009)
    (Poeta): 1) Poesía es la creación de una espera, sentirnos mirado por lo que no habla. 2) Poesía es lo que el humo no escribe.
  7. Unamuno y Jugo, Miguel (Bilbao, España, 1864-1936)
    (Escritor): 1) Hemos de hallar lo universal en las entrañas de lo local y, en lo circunstancial y limitado, lo eterno. 2) Besos que vienen riendo, luego llorando se van, y en ellos se va la vida, que nunca más volverá.
  8. Ungaretti, Giuseppe (Alejandría-Egipto 1888, Milán-Italia, 1970)
    (Poeta / 'Un grito y paisajes y...'): 1) ... vivo de esta alegría / enferma de universo / y sufro por no saberla / encender / en mis / palabras. 2) He descubierto las barcas que se mecen, / solas, y las observo no sé donde, solo.
  9. Ungaretti, Giuseppe (Alejandría-Egipto 1888, Milán-Italia, 1970)
    (Poeta / 'Un grito y paisajes y...'): 1) Tiene un cesto de rocío / el charlatán del cielo. 2) Cuanto más alto vuela el hombre para acercarse a ella, / a la verdad, al crecer la oscuridad, / se va ahondando la fractura. 3) Sois como las moscas sois como los mosquitos / pero no sabéis volar.
  10. Uslar Pietri, Arturo (Caracas, Venezuela, 1906-2001)
    (Escritor y político): 1) Una adivinación poética o una negación poética de la realidad: Lo que a falta de otra palabra podría llamarse realismo mágico.

REFLEXIÓN 2

DESCRIPCIÓN de la MENTIRA

Antonio Gamoneda

El ÓXIDO se posó en mi lengua como el sabor
de una desaparición.

Antonio Gamoneda (Oviedo, España, 1931)

Reflexión sobre el libro
"Descripción de la mentira"
(1975-76 y 2003)

Xoán A. Leiceaga Baltar

Para esta reflexión, sólo en parte mía, parto de varias peanas, dos de ellas primordiales, pues me apoyo en primer lugar en el libro reunido ESTA LUZ de A. Gamoneda, publicado por Galaxia Gutenberg (Círculo de Lectores, Barcelona 2004) y, por otro, en enorme medida, en el magnífico Epílogo escrito por el académico y especialista Miguel Casado para toda la obra ya publicada entonces del autor y que recoge precisamente en Esta luz. La tercera, menos importante, deriva de mis propias lecturas de la recopilación desde que en 2006 tuve la fortuna de adquirirlo. Naturalmente, el resultado de las lecturas (así, en plural y reposadas) fue la inevitable lista de notas que me suelen acompañar cuando un texto subleva los cabellos que ya no tengo y cuyo producto es, en la parte que me toca, la propia reflexión acompañada por el agradecimiento a tanta belleza disfrutada. Hago votos porque la admiración que suscita en mí el nombre del autor no afecte exageradamente a lo que yo pueda paso a paso expresar. Mi intención, que es doble, está en las antípodas de lo comercial y va más allá de rellenar mi sitio web con poesía del más alto nivel (¿lo hay más alto?), pues me contentaría simplemente con ayudar a extender el conocimiento de este poeta excepcional a un planeta mayor que el de aquellos que habitualmente ya lo releemos, tanto geográfica como socialmente. Y con todo ello viaja, naturalmente, mi admiración y el modesto homenaje.

En cualquier caso, debo aclarar que esta propuesta, aunque deba dividirla en varias partes —no sé cuántas— es menos ambiciosa que la de M. Casado, pues no pretende abarcar toda la obra de AG, sino que se limita al libro Descripción de la mentira y —¿quién sabe?— tal vez después a su continuación natural, que es como veo yo a su siguiente poemario Lápidas.

(Cronología de títulos de Antonio Gamoneda)

La tierra y los labios (Primeros poemas, 1947-1953) / Sublevación inmóvil (1953-1959) / Exentos I (1959-1960 y 2003) / Blues castellano (1961-1966 y 2004) / Exentos II (Pasión de la mirada, 1963-1970) / Descripción de la mentira (1975-1976) / Lápidas (1977-1986) / Libro del frío (1986-1992) / Arden las pérdidas (1993) / Exentos III (1990) / Mudanzas (1961) / Nazim Hikmet (1961) / Negro espiritual (1961) / Edad (1987) / Plinio, Dioscórides y otros (1992) / Mallarmé, Herodías (1996) / Trakl (2003) / Esta luz (Poesía reunida 2004) / Extravío en la luz (2009).

Partes I a IV - Consideraciones generales DM-1 a 3 y Lectura DM-1

(Se accede a ellas desde «Ir a Reflexiones anteriores», abajo en esta página)

Parte V - Lectura DM-2

[XL: De los interlocutores] Reflexionemos lo que reflexionemos, por sus espacios y en nuestro tiempo, nunca conseguiremos abarcar todo: Gamoneda nos supera. Es una caja de sorpresas permanente e inflamada. De todos modos, haremos el esfuerzo de tocar otros de los varios aspectos en los que no detuvimos o no lo suficiente; por ejemplo de sus padres, de sus destinatarios, de los lugares de la mentira, de las acusaciones, de las memorias. A mitad del libro, se encuentra un fragmento muy sugestivo de DM, en el cual se dirige a su padre, como sabemos hace muchos años muerto, y cada una de cuyas frases poéticas (versículos) contiene algo sorprendente y casi diría sobrehumano. Dice así:

Durante un instante me visitó un crepúsculo cuya profundidad no me
pertenece.

Regresé. Regresé hasta donde los padres son cautos y perseguidos en sus
huesos, pero no es éste el armisticio que yo compré sobreviviéndote.

Repito que ahora eres obsequioso y que me acompañas al espacio en que
las hortensias son persistentes.

Más allá, en los desvanes, siento un bramido de palomas: es un país
nupcial. ¿Conoces tú la virtud de las palomas en sus excrementos?

En aquel y en éste te recibo y sólo así, mirándome en tu rostro, el que se
manifiesta a través de una membrana incorruptible,

no en el furor que predicaban tus dientes aunque me amases dentro
de mi madre.

En aquel y en éste te recibo y mi deseo es alimentarme con tu metálica
bondad pero también con los aromas que te sobreviven.

En mi admiración ante la belleza, escribiré mi propio recorrido por la materia, eliminando el ritmo —las metáforas y las imágenes del fragmento— pero no el sentido —desnudando al fragmento de la belleza, pues —, en un intento de explicármelo a mí mismo: «Tuve una fugaz visita, tardía, de la que ya estoy lejos. / Regresé, sin embargo, a su tumba, / pero ya no encontré lo que hubiera deseado. / Reconozco que eres amable y me atraes a tu lugar sombrío y húmedo. / Al mismo tiempo escucho a las palomas [metáfora: inocentes pero gregarias] donde no son molestadas y hacen sus necesidades [otra metáfora] y a las que no se les conoce valor. / Te recuerdo en el lugar de las hortensias y en el de las palomas, pareciéndome inmutable a ti, / pero sin el furor amoroso que demostrabas cuando pensabas en mí antes del alumbramiento. / En esos lugares te recuerdo y quisiera corresponder a tu bondad y a esos aromas que todavía viven en mí». Sí, ya sé que es pecaminoso hacer esto; pero el caso es que, alejándome todo lo posible de la forma de AG y escribiendo bien bruto para no hacer el menor daño al original, pretendía demostrarme a mí mismo que incluso desnudados los versos de AG obligan a pensar, y aunque llegar al sentido puede no ser evidente tampoco es inasequible; el ritmo, el carácter imprescindible de las palabras que acuden a él y las imágenes que provocan, son más inmediatos, creo, pero son el continente de la belleza. La visión de Miguel Casado es más elegante, además de complementaria, por eso la transcribo ahora.

[MC] «En aquél y en éste te recibo y sólo así, mirándome en tu rostro, el que se manifiesta a través de una membrana incorruptible...»: tembloroso lugar de sombras, el espacio de las apariciones es el único en el que el yo puede interrogarse acerca de su identidad y tratar de adaptarse al estado de supervivencia; sólo en él encuentra interlocutores. Pero la relación con ellas no es sencilla; en la tradición literaria, los relatos de fantasmas asocian su retorno a alguna clase de culpabilidad, bien en ellos o en quienes los encuentran. Y el diálogo se da como cadena de reconvenciones, de sensibilidades enfrentadas, de confesiones y justificaciones, en que el sujeto se ve empujado a las galerías más oscuras de sí mismo, e intenta perfilar su autorretrato en el negativo de los rostros espectrales. En términos freudianos, el poema estaría realizando el trabajo del duelo, ese arduo ajuste entre un sentimiento irrestrañable de pérdida y la realidad, y muestra el desenvolverse del duelo en melancolía, estado en el que el yo asimila como suya la carencia: cae bajo los golpes de su propia denuncia, de su propia devaluación, de su condena y abatimiento.. Y, como apunta el final del libro, este duelo múltiple tal vez no sea sino la máscara tras la que se insinúa el duelo por el padre, vacío que aún Arden las pérdidas mantiene abierto.

[XL: Del lugar para los muertos] El fragmento transcrito nos conduce al anterior en Descripción de la mentira, igualmente hermoso y sombrío, en el que se anticipa la memoria de los instantes fatales, de la huida de la serenidad, de la atracción del veneno, de la llegada del olvido, de la añoranza de la dignidad, de la adopción del rencor, del refugio en una escritura con armas, de la impotencia de la niñez para comprender que se acercan los días del espanto y el lugar y el tiempo de los muertos:

No me dejaste otra señal que tu rostro celebrado por el llanto de las mujeres.

A tu belleza se inclinaba la serenidad, viuda tuya desde hace mucho tiempo,
viuda expulsada de tus sábanas.

Esto fue cuando, atraído por el acónito, penetraste en sus cámaras; esto fue
comenzó el olvido.

Tú distribuías la nostalgia de cuanto es honorable y concertado con la
pulsación de los pueblos.

No quisiste ser alabado por ello sino por el rencor, u ciudadanía en
aquel tiempo.

La ceniza de tus uñas se refugiaba en las escrituras a cuchillo y con la grasa
de los animales torturados.

Tú, más veraz que yo porque me excedías en la vigilancia, me conducías a
los lugares donde es posible saborear el cardenillo y el acero.

[MC] En los libros posteriores, se encuentra la clave de una imagen inquietante y repetida: «más sigilosos son que uñas bajo la nieve», uñas que crecen aún en el cadáver, un arañar, rascar, que exige salida. Con imprevisible resonancia celaniana, se nos propone también la acción de excavar «tumbas en el sonido»: eso sería el poema, a través de su proceso dialógico: la búsqueda de un lugar para los muertos, ese descanso que los mismos relatos de fantasmas piden como desenlace, como final relativamente feliz; la culpabilidad y el afecto obligan a este esfuerzo generoso... Y todavía recoge una sentencia de Michelet: «Hay que oír las palabras que nunca se dijeron... Sólo entonces los muertos se resignarán al sepulcro».

El ganado de vientre pasa sobre la nieve y el aceite llama desde los establos.

En esta hora retirada, mientras actúa la nuez vómica como algodones
exprimidos dentro de una llaga,

silban las cuerdas depositadas en mi alma, silban los números.

Mi cabeza arde en las profecías pero los dioses hablan de incredulidad:

más sigilosos son que uñas bajo la nieve.

[XL: Del significado político] He colocado el fragmento completo que termina con el verso que cita al principio MC, tanto por su condición premonitorio de los fragmentos anteriores como por sus signos políticos: el ganado tiene frío pero el aceite los llama, mientras vomito me reclaman las cuerdas y las cantidades, yo sabía ya de lo sucedido mientras los diosecillos, más sigilosos que los muertos, insistían en que era mentira. Por idénticas razones copio los últimos te versículos del fragmento que nos habla, por eso y porque MC lo marca como la síntesis de DM, la exploración para dar con el lugar, imposible pero buscado con paciencia resistente a todo, y a partir del cual los muertos y sus vivos podrían descansar en paz:

El río desciende aún y yo no siento ahora sino el olor del agua.

Tus hijos y mis hijas se sumergen en el río y los que no olvidaron no se
acercan nunca porque serían recibidos y quizá entrasen en nuestros
cuerpos y morirían.

¿Has pensado en la paciencia, has pensado en la paciencia semejante a ónice,
en la paciencia excavando tumbas en el sonido, abandonando telas a los
vientos que un día llegarán, que llegarán después de tus expulsiones?

[MC] Descripción de la Mentira da también el paso que conduce desde un imperativo moral inscrito en el duelo íntimo al que adquiere significado político: «Tierra desposeída de sus tumbas, madres encanecidas por el vértigo. / Es lo que queda de mi patria». Los rostros de los desaparecidos cercanos van, según avanza el poema, confluyendo con la tragedia desencadenada en la guerra y la primera postguerra, que se conserva en el fondo de la memoria. El diálogo con los muertos debe completarse con lo que el poeta llama la acusación.

[XL: De la acusación] Sí, hay momentos en que uno decide abandonar, marcharse al extravío, pero todo lo anterior continúa adentro, con la rabia y el suplicio de la impotencia, por mucho que los caminos se deshagan y los pueblos cambien de lugar. Momentos en que quisiéramos pasar la frontera de lo que sabemos. Momentos de boca con bozal para que los gritos de la verdad no traicionen a los que aún no quieren gritar. Momentos en que el país es sólo mentira y no hay disponibles espejos que la reflejen ni cristales que la desnuden. Momentos en que los mandos están ciegos. Momentos en que no hay otro reposo que la destrucción de la memoria. Momentos en que a pesar de todo sobrevives oculto y mudo en la cuna original...

Todos los gestos anteriores a la deserción están perdidos en el interior de la
edad. Imaginad un viajero alto en su lucidez y que los caminos se
deshiciesen delante de sus pasos y que las ciudades cambiasen de lugar:
el extravío no está en él, más sí el furor y la inutilidad del viaje.

Así fue nuestra edad: atravesábamos las creencias.

Los que sabían gemir fueron amordazados por los que resistían la verdad,
pero la verdad conducía a la traición.

Algunos aprendieron a viajar con su mordaza y éstos fueron más hábiles
y adivinaron un país donde la traición no es necesaria: un país
sin verdad.

Era un país cerrado; la opacidad era la única existencia.

Ciego en la inmovilidad, como basalto dentro de basalto, me poseyó el olvido.
Éste fue mi descanso.

Permanecí, permanecí, pero mi obra es la retracción, la retirada hacia
una especie maternal

y la virtud de mis oídos se adelgazaba dentro del silencio.

... Debo reconocer que no soy capaz de mantener la frialdad cuando eso tan terrible que me cuentan es, a la vez, una descripción tan hermosa. Veamos ahora lo que dice MC sobre esto, en un párrafo que estimo perfecto.

[MC] Al principio de DM, pese al alivio que suponía hablar y pensar de otra manera, el acceso a la memoria permanecía bloqueado: «Todos los gestos anteriores a la deserción están perdidos en el interior de la edad»; era como si ese punto de ruptura y derrumbamiento de un mundo, esa quiebra en la militancia y las creencias, imantara de modo tan obsesivo la atención que impedía cualquier otra mirada. En el interior de la edad, es un espesor confundido con el propio cuerpo, todo quedaba almacenado pero inaccesible. Entre las brumas de un olvido necesario, empiezan a brotar poco a poco imágenes de otros tiempos —«acuérdate de la dulzura en las habitaciones donde se corrompía el olvido»—; las visitas de los aparecidos, aun refiriéndose generalmente a la época conflictiva de la «deserción», comienzan a remover el poso temporal, a hacer circular antiguas sensaciones, hasta terminar desencadenando la acusación: «La acusación, servida por las voces más puras, abre los manantiales y ya es tarde»... La acusación viene, del mismo modo que lo hicieron la escritura y los rostros: se escucha sobre todo a las mujeres, a las madres, aun más a aquellas que son «madres de muertos» y poseen por ello un especial poder —«una mujer dibuja descripciones...»—.

[XL: De la muerte] Es inevitable, pues la niebla no es eterna, que a lo falso llegue el tiempo de los cuchillos, que las vendas, desgastadas, ya no sirvan, que sólo permanezca el bálsamo natural de las lágrimas, que las visitas inevitables de las vivencias agiten la firmeza del pantano, que la impotencia se convierta en recriminación y esta en denuncia, que esta otra obsesión suceda a la del silencio, que se rompa la desesperación, que retornen los pájaros, que las raciones de comida no puedan ya disfrazar a la mentira, que las palabras renacidas se conviertan en semilla renacida, que surjan pequeños atisbos de lozanía y que la muerte desaloje por un tiempo: «Harías mucho mejor acercándote.»

Mi amistad está sobre ti como una madre sobre su pequeño sueño
con cuchillos.

No te pondré otra venda que la que está raída alrededor de mi cuerpo, no
te pondré otro aceite que el que descansa dentro de mis ojos.

Ciertamente es una historia terrible el silencio pero hay una salud que
sucede a la desesperación.

Acuérdate de la paz en los comercios abandonados, acuérdate de la
dulzura en las habitaciones donde se corrompía el olvido. Nadie
tenía razón ni esperanza, ¿qué podíamos hacer?

Ahora pasan vencejos entre el nogal y su sonido tiembla sobre mí.

Tú, lejos, duermes entre alaridos, hijo mío, tú que acostumbrabas a
enloquecer a los maestros y a las mujeres que se deslizaban
debajo de tus dedos.

Puedes venir a repartir los alimentos y las mentiras delante de mi rostro.
¿Por qué quemas tu lengua en los vacíos excavados en pómez, por qué
te abres a las semillas implacables, a las linazas adventicias?

Puedes cantar en mis manos pero te desdices encima de tu belleza.

Harías mucho mejor acercándote.

[MC] Así, se van aportando los primeros datos, mínimos fragmentos casi perdidos: los hombres arrebatados al amanecer (las sacas), las paredes ensangrentadas, la luz encendida en las alcobas toda la noche, los lavaderos, la ropa fúnebre... Es la primera irrupción de la muerte en el poesía de AG, irrupción de una olvidada familiaridad con la muerte a través de otras voces, de los secretos, de la permanencia del dolor. Todo está impregnado de muerte, como expresara la imagen de la infección: aguas infectadas, aire infectado. Su peso terrible de dolor y de miedo está en la raíz de versículos enigmáticos como éstos: ...

Cada distancia tiene su silencio

y lápidas asistidas por animales portadores de calcio hasta después
de la muerte.

Hay más memoria de su peso que de la ira de tu espíritu.

... ese silencio ocupaba la demora con que ha surgido la acusación —«la acusación estuvo demasiado tiempo dentro de tu lengua»—; la ira en AG no es explosiva ni exterior, es fuerza interna que no se agota, que se filtra en los sentimientos, instalada en los ojos; tardía pero incesante. Es su memoria de la historia de todos. La nueva etapa de escritura, la memoria entreabierta comienzan a permitir su expresión, liberándola: «felicidad de la ira».

[XL: De la memoria y la identidad] Sí, la acusación ya no aguantaba más, reventaba como un ántrax, él resucitaba con un trueno, los oídos se embriagaron de claridad, lo que fueron gorriones se subieron sobre los militares, su sonrisa hermoseaba entre los miedos, envuelta en esa rabia surgió la bienaventuranza. Todavía hay combate en el alma de cada uno, siempre quedan ratas farsantes escondidas en el vientre de alguna madre:...

Un sonido en la muerte: mis oídos llenos de luz y las palomas elevadas
sobre los actos de la policía.

Como en aguas coléricas, mi rostro es bello en este acero: ah multitud
sin tasa, felicidad de la ira.

¿Y tú te ocultas, el habitante de mi alma?

¿Quién miente aún en el dormitorio de tu madre?

... y, aún más, pues incluso la lejanía ayuda a calmar el furor y a las mujeres, a dejar a un lado las cenizas y las lenguas, los frutos y las manos que los recogen también descansan, para poder así acosar con la voz pura, la que despierta al hontanar:

Cada distancia tiene su descanso. No hay erección en los residuos de la ira
y las mujeres no esplenden bajo los árboles de la quietud.

Qué signos quedan de las partículas del incendio. Aquellos labios...

Y, en los almácigos, ¿quién, en los almácigos, profundiza más que
en su corazón?

No maduraron frutos escondidos, no respigaron manos endurecidas
en la inocencia.

La acusación, servida con las voces más puras, abre los manantiales
y ya es tarde.

[MC] «... abre los manantiales» —dice el poeta al anunciar la acusación: con la memoria se abre el acceso a las fuentes míticas del origen personal. La recuperación de la memoria va a ser decisiva en el impulso del autoanálisis que demandan las nuevas circunstancias, y que ya desde el conflicto de Blues castellano se requería con cierta ansiedad.

[XL: De la memoria y el alma] Esa es la época de la vida en la cual, una parte de la memoria tiene tal intensidad que elimina todo lo demás y lo sitúa en el olvido: eso deben ser las huellas de sus ojos durante su época más negra, la guerra. Y no hay más que ese contenido en el alma de su memoria, los que aún lloran estás fuera de las sombra, el frío se acera y los animales buscan alegres más descendencia. Ni siquiera esas espinas, ni siquiera clavadas en el corazón, consiguen despertarlo de la inmersión en esos recuerdos:

Éstas son las huellas de mis ojos, los contenidos de mi alma.

¿Quién ha gemido tras el cinturón de álamos? Hay noticias de invierno
y los perros copulan tristemente sobre la escarcha.

Una rama de espino ha penetrado en mi corazón y sin embargo
no he despertado de este sueño.

[MC] Y ello es así por la certidumbre en Gamoneda de que memoria e identidad son equivalentes: «Éstas son las huellas de mis ojos, los contenidos de mi alma.» Por un lado, la memoria, al interponerse en los ojos como filtro, condiciona las relaciones con el mundo; por otro lado, también memoria y vida interior se solapan. Lugar de las huellas de la experiencia y de la actividad espiritual, la memoria es el alma, idea que —desde otras perspectivas— no está tampoco lejos de Freud.

[XL: De la memoria y el alma] Huir de las pompas es su bendición, acercarse a ellas supone la pérdida de libertad, el no se convierte en el muro que contiene a la impureza. Lo que vieron sus ojos y lo que escucharon sus oídos fue algo tan intenso que impide la paz pero mantiene los jirones de vida que lograron resistir. Ha llegado el agotamiento incluso contra esa resistencia, pero la carcoma regresa una y otra vez e insiste en su labor bajo las heridas. La rabia es útil porque mantiene sus cabellos de punta, mientras se escucha la tristeza de los que no fueron capaces de resistir. No hablen de caridad ni compasión los que no la tuvieron y ahora suspiran, mentirosos como príncipes, por la reconciliación, con sus navajas siempre en la manga. Aquel horror venenoso llama a esta venganza noble de la memoria intransigente, una memoria que no espera nada de la ley. En la memoria de las palomas no hay sino migas. En los espejos rebota lo que la justicia no desea ver. La verdad se fabrica cada jornada en los palacios. La verdad de los arrabales no está autorizada a salir de esa cárcel. No vale desnudar a los vendidos porque juraron olvidar. La verdad nueva cuelga de los cordones, está grabada sobre las estatuas o convertida en libro: está seca pero se exhibe. No iré a las barberías ni usaré bisoñé, no me transformaré. La tierra retiene todavía aquellas lágrimas y aquellos gritos que descubrieron a mis enemigos y pudieron haber sido mi muerte:

Agradezco la pobreza para que la pobreza no me maldiga y me conceda anillos
anillos que me distingan de cuando fui puro y legislaba en la negación.

Huelo los testimonios de cuanto es sucio sobre la tierra y no me reconcilio
pero amo lo que ha quedado de nosotros.

Estoy viejo de mí mismo pero hay estigmas. Han llegado los visitantes.
Hay hormigas debajo de las llagas.

Siento la fertilidad que se refugia en la ira de mis cabellos y oigo el
deslizamiento de las especies que nos han abandonado.

He cesado en la compasión porque la compasión me entregaba a príncipes
cuyas medallas se hundían en el corazón de mis hijas.

Yo haré con los príncipes una destilación que será nociva para ellos pero
excitante y dulce en la población como lo es l zumo reservado en
vasijas muy oscuras.

No recurriré a la verdad porque la verdad ha dicho no y ha puesto ácidos
en mi cuerpo.

¿Qué verdad existe en el vientre de las palomas?

¿La verdad está en la lengua o en el espacio de los espejos?

¿La verdad es lo que responde a las preguntas de los príncipes?

¿Cuál es entonces la respuesta a las preguntas de los alfareros?

Si levantas una túnica encontrarás un cuerpo pero no una pregunta:

¿para qué las palabras desecadas en cíngulos o las construidas en esquinas
inmóviles, las convertidas en láminas y, luego, desposeídas y ávidas?

Y bien: ¿He sido yo alguna vez cínico como asfalto o pelambre?

No es así, sino que el asfalto poseía mi memoria y mis exclamaciones
relataban la perdición y la enemistad.

[MC] Esta alma–memoria, esta identidad personal redefinida aparece saturada de tensiones y dudas: afectan a la conducta, a las preguntas existenciales, a las creencias, toman forma de miedo, oponen unos recuerdos a otros, encuentran alternativamente fortaleza o debilidad en los mismos lugares... Y tales contradicciones tampoco permanecen fijas en su formulación, se mueven a lo largo de un proceso que no es lineal, sino ramificado, regresivo, fragmentario. Así, se anota cómo la verdad en que se creía se convirtió en negación —una suerte de fuerza entrópica que conduce a que todo destruya y se destruya— e hizo imposible continuar junto a ella. Pero, a la vez, no se ha cambiado de criterio en cuanto a los antagonismos sociales y políticos y, desde el comienzo del libro, la escritura sigue alineándose (aunque sea con distinto tenor) en una toma de partido: «yo haré con los príncipes una destilación que será nociva para ellos pero excitante y dulce para la población»; se forma parte de un bando. Pero, a la vez —y es ya un tercer estrato depositado sobre el mismo problema—, la idea de traición es objeto de análisis obsesivo, figurando —en su diálogo con las apariciones y dentro del propio yo— una especie de puesta en el abismo que repite tiempos y responsables, justificaciones y culpas, pues no hay una sola traición ni una sola muerte o noche de miedo, sino muchas cuya naturaleza se identifica y que en el proceso de indagación acaban mezclándose, de modo que el sujeto puede serlo y ser a la vez objeto —«¿quién juzgará a quien ha traicionado a la traición?».

FIN de la Parte V

Xoán A. Leiceaga Baltar, Febrero de 2012