Xoán Leiceaga Baltar

POESÍA

REFLEXIÓN

Esta sección se me ocurrió con objeto de disponer de un espacio complementario a OBRA y CALA pero más flexible, más abierto — al lector, p.ej.—, aunque siempre orientado a «la poesía y lo poético», y, más preciso, a aspectos como su sentido, la valoración de su calidad, la aproximación a otros poetas y poemas y a un amplio continuo de ideas o buenas prácticas, además de reflexiones stricto sensu (homenaje o muestra de poetas apenas o nada conocidos u olvidados, entrevistas, análisis y ensayos sobre otras manifestaciones artísticas, recordatorios de poemas, frases o versos notables, etc.). Se debe entender que, naturalmente, los conceptos de poesía y poeta son para mí hermanos de magia o mago acerca del arte y el artista, y por ello tienen cómoda acogida en REFLEXIÓN.

[Ver más en VIDA y SAL / SALudo]

Reflexión 1

Abecedario de escritores – Letra S-2

  1. Sirota, Lyubov (Poeta, escritora...) (Irtyshesk, Kazakhstan—>Ucrania, 1956)
    (De 'Poemas de Chernobyl', 'Radiofobia'): «¿Es sólo un miedo a la radiación? / ¿O acaso un miedo a la guerra? / Quizás el pavor a la traición, / la cobardía, la estupidez, la anarquía? / El tiempo ha venido a mostrar / lo que es la radiofobia. / Es / cuando aquellos que han conseguido superar / la tragedia de Chernobyl / rechazan someterse / a la verdad orquestada por los ministros / (¡Esto te lo tragas a diario!) / No nos resignaremos / a cifras falsificadas, / razonamientos elementales, / ¡incluso si nos ficháis! / No deseamos –¡y ni se os ocurra!– / contemplar el mundo a través de las gafas de burocracia / ¡Somos demasiado desconfiados! / Y, entended, recordamos / ¡cada víctima como a un hermano!... / Ahora vemos una frágil Tierra / a través de los cristales de edificios abandonados. / ¡Estos cristales ya no nos engañarán! / Estos cristales nos mostrarán más claramente / creédme / los menguantes ríos, / bosques envenenados, / niños que no nacen para sobrevivir... / Poderosos tíos, ¿qué nos habéis dado / aparte de bravuconería en la televisión? / ¡Cómo milagrosamente los críos han absorbido / la radiación, que se creía tan peligrosa! / (Son los adultos quienes sufren radiofobia / para los niños ¿es cuestión de adaptación?) / ¿Qué ha sido del mundo / si la más humana de las profesiones / se ha vuelto también burocrática? / Radiofobia / ¡puede que seas omnipresente! / No esperéis que nuevos sustos, / nuevas tragedias, / conviertan a más gente / que sobrevivieron al infierno / en videntes. / La radiofobia puede que cure / al mundo / de la desidia, la saciedad, la ira, / la burocracia y la falta de espiritualidad, / algo que nosotros no podemos, por culpa del bien de alguien / mutaremos a un no género humano.»
  2. Sitwell, Edith (Poeta) (Scarborough, UK, 1887-1964)
    1) ('Frase'): «El público creerá cualquier cosa, siempre y cuando no esté fundamentada en la verdad.»
    2) ('Cae la lluvia aún' –fragmento–): «Cae la lluvia aún, / oscura como el mundo de los hombres: / negra como nuestra destrucción: / ciega como los mil novecientos cuarenta clavos / hincados en la cruz. // Cae la lluvia aún / con un son parecido al latir del corazón / convertido en golpear de martillo / en el campo del Alfarero, y al son del pie impío / sobre la tumba. // Cae la lluvia aún / en el campo de la sangre, donde crecen diminutas esperanzas, / y el cerebro del hombre / se nutre de codicia, aquel gusano de rostro de Caín. // Cae la lluvia aún / a los pies del hombre extenuado / pendiente de la cruz. / Cristo, día y noche clavado, apiádate de nosotros, / del opulento y de Lázaro: / bajo la lluvia las llagas y el oro son lo mismo. // Cae la lluvia aún: / cae la sangre aún del herido costado del hombre extenuado: / lleva en su corazón las heridas todas, las de la luz que se extinguió, la última y débil chispa / del corazón suicida, las heridas de la triste e incomprendida oscuridad, / las heridas del oso atrapado: el oso ciego y gimiente, cuya carne indefensa azotan los guardianes... las lágrimas de la acosada liebre. // Cae la lluvia aún. / Entonces -"Oh, saltaré hasta mi Dios, que me ata al suelo" / –ved cómo la sangre de Cristo surca el firmamento: / se derrama de la frente que clavamos al madero / hasta el profundo y moribundo, el sediento corazón / que custodia los fuegos del mundo, / desgarrado de dolor / como una cesárea corona de laurel. // Entonces se oye la voz de Aquel que, / como el corazón del hombre, / fue una vez niño y durmió entre animales: / «Te amo aún, derramo aún mi luzinocente y mi sangre por ti.»
  3. Soca Blanco, Susana (Poeta, crítica) (Montevideo, Uruguay, 1906-1959)
    1) ('Tiempo de la resina' —fragmento–): «Busco el sabor antiguo de las hojas / que cien veces gustado / rodeaba el cuello joven, y tibio como el ámbar / de nuevo sorprendía. / Regreso a la arboleda / y el perfume camino en lugar de mis pasos / y la transporta y la abandona entera / cada vez más secreto, acaso a medianoche / entre las piedras vuelve a encender el silencio. (…) Alguien me dejó sola delante de las hojas / como delante de una muerte que no lo fue mía / y empecé a caminar buscando nuevos nombres / para las mismas hojas. / Si respirara en ellas nuevamente / la inocencia del gozo y la melancolía; / si respirara en ellas / de una violenta vida anticipadas muertes, / me acercaría ala resina viva. / Pero yo estoy de pie / en el sendero corto atravesado / por un tronco marchito como una vieja seda, / sin llegar a las hojas.»
    2) ('Poema que J.L. Borges le dedica a ella, 'Con lento amor'): «Con lento amor miraba los dispersos / colores de la tarde. Le placía / perderse en la compleja melodía / o en la curiosa vida de los versos. / No el rojo elemental sino los grises / hilaron su destino delicado, / hecho a discriminar y ejercitado / en la vacilación y en los matices. / Sin atreverse a hollar este perplejo / laberinto, atisbaba desde afuera / las formas, el tumulto y la carrera, / como aquella otra dama del espejo. / Dioses que moran más allá del ruego / la abandonaron a ese tigre, el Fuego.»
  4. Södergran, Edith (Poeta finesa) (San Petersburgo, URRS—>Finlandia, 1892-1923)
    1) ('El lago del bosque'): «Yo estaba sola en la soleada orilla / de un lago azul pálido del bosque, / en el cielo flotaba una nube solitaria / y en el agua una isla solitaria. / El dulzor de la canícula / de cada árbol goteó con perlas, / y en mi corazón abierto / se deslizó una gota pequeña.»
    2) ('La última flor del otoño'): «o soy la última flor del otoño. / Fui mecida en la cuna del verano, / fui puesta en guardia contra el viento del norte, / rojas llamas florecieron / en mis albas mejillas. / Yo soy la última flor del otoño. / Soy la simiente más joven de la primavera difunta, / es tan fácil ser la última en morir: / he visto el lago tan mágico y azul, / he oído latir el corazón del verano difunto, / mi cáliz sólo contiene la semilla de la muerte. / Yo soy la última flor del otoño. / He visto sus profundidades estelares, / he contemplado la luz de cálidos hogares lejanos, / es tan fácil seguir la misma senda, / cerraré las puertas de la muerte. / Yo soy la última flor del otoño.»
  5. Sopetrán, Julie (Poeta) (Mohernando, Guadalajara, España, 1943)
    1) ('De 'Sentimientos para sentirte cerca': '2'): «Y luego el fuego / la cerilla del primer cigarro / o ese placer de la niebla / el roce dulce / casi tacto del humo / deseo disfrazado / de gesto… / y todo se queda retenido / en el silencio / de tus ojos tristes.»
    2) (De 'Sentimientos para sentirte cerca', '11'): «Me dices: “dame fuego” / y la tierra tiembla / el epicentro es la cerilla / que ilumina tu rostro / entre mis manos.»
    3) (De 'Sentimientos para sentirte cerca', 'Regalo'): «Desnuda por la vida / el agua entre los pies y la palabra / voy y vengo a buscarte / sólo traigo el Amor entre las manos / y ésta túnica azul / que me dio el aire.»
  6. Soto Valencia, Carmelina (Poeta, maestra) (Armenia, Colombia,1916-1994)
    1) ('Cancioncilla'): «Cuando dejé de verte era verano. / En la sangre caliente renacía / un racimo de besos, y corría / un viento....un claro viento por el llano. // (Bien lo recuerdo amor...era verano) / Y quise retenerte. / ¿Con qué lazo / había de atarte para no perderte? / (Cuerpo de agua en el cristal de un vaso) / Acaso...si te amarras mi lazo fue más fuerte.... / que siendo tú la ausencia ibas cercano / como vida en el pulso de la muerte. // Al fin estoy contenta y tú lejano. / Tan lejano de nieblas y de olvido / que mueres en un verso arrepentido / en un tiempo de amor y de verano. // (Quizá no era el amor ni era verano).»
    2) ('Los amantes'): «Los que se amaron deben quedar ciegos. / Porque sus gestos sean sin sentido. / Porque sus brazos giren sin gracia ni provecho. / Como las tempestades... / ciegos. // Ciegos como banderas después de la victoria / o como las espadas / que están siempre desnudas y gloriosas. // Qué rencor por los ciegos / y por las tempestades. / Y por los que creen que el amor es la hartura. / Oídlo bien: El amor es el hambre.»
  7. Sousa, Noémia de (Poeta, periodista) (Catembe, Mozambique, 1926-2003)
    ('Si me quieres conocer'): «Si me quisieras conocer, / estudia con ojos de ver / ese trozo de palo-negroque / un desconocido hermano maconde / con manos inspiradas / talló y trabajó / en tierras distantes allá en el Norte. // Ah! Esa soy yo: / órbitas vacías en la desesperación / de perseguir la vida / boca rasgada y herida de angustia / manos enormes, agrietadas, / irguiéndose como quien implora y amenaza, / cuerpo tatuadode heridas visibles e invisibles / por los duros azotes de la esclavitud... / torturada y magnífica / altiva y mística, / africana de la cabeza a los pies. / Ah! Esa soy yo / Si quisieras comprenderme / ven e inclínate sobre mi alma de africana, / en los gemidos de los negros, / en los batuques frenéticos de los muchopes, / en la rebeldía de los machanganas, / en la extraña melodía que vuela / de una canción nacida de la noche. // Y no me preguntes nada más / si es que me quieres conocer… / no soy más que un caracol de carne / donde la insurrección de África congeló / su grito lleno de esperanza.»
  8. Stenberg, Eira (Poeta) (ampere, Finlandia, 1943)
    1) ('Libro/En Benin–2'): «Las ruinosas casas coloniales, / improvisadas chozas de cemento y arcilla, techos de calamina / retenidos por bloques de piedra. / Y en la nube azul de los escapes, las mototaxis atascadas, / los habitantesde la Costa de los Esclavos pasan en el trono de sus bicicletas / con sus trajes recién planchados como si fuesen a una fiesta, / sonriendo como si el mundo les perteneciera. / Así es.»
    2) ('En Benin–6'): «Las campanas de una iglesia católica truenan / llamando a la misa de las seis y media, / al amanecer las aves empiezan a trinar / como un cesto de luz bajando del cielo. / Yvette llega a su trabajo por un rojo camino de arena / y seduce a su público: / los árboles y los nidos se mecen al compás / de sus miembros, / en la escuela un coro de niños entona una canción / y un gallo canta apasionadamente por el nuevo peinado de Ivette, / que ágiles dedos urdieron ayer durante cinco horas. / El abanico de negras trenzas danza / en torno al rostro de la muchacha, / cuando llega con el gorro coquetamente ladeado / para preparar el desayuno / con sus diecisiete años y en la flor de su juventud.»
  9. Storni, Alfonsina (Poeta suicida, maestra) (Ciudad, País, Fechas)
    1) ('Dos palabras'): «Esta noche al oído me has dicho dos palabras / comunes. Dos palabras cansadas / de ser dichas. Palabras / que de viejas son nuevas. // Dos palabras tan dulces que la luna que andaba / filtrando entre las ramas / se detuvo en mi boca. Tan dulces dos palabras / que una hormiga pasea por mi cuello y no intento / moverme para echarla. // Tan dulces dos palabras / que digo sin quererlo ¡oh, qué bella, la vida!? / Tan dulces y tan mansas / que aceites olorosos sobre el cuerpo derraman. // Tan dulces y tan bellas / que nerviosos, mis dedos, / se mueven hacia el cielo imitando tijeras. / Oh, mis dedos quisieran / cortar estrellas.»
    2) ('Un lápiz'): «Por diez centavos lo compré en la esquina / y vendiómelo un ángel desgarbado; / cuando a sacarle punta lo ponía / lo vi como un cañón pequeño y fuerte. // Saltó la mina que estallaba ideas / y otra vez despuntólo el ángel triste. / Salí con él y un rostro de alto bronce / lo arrió de mi memoria. Distraída // lo eché en el bolso entre pañuelos, cartas, / resecas flores, tubos colorantes, / billetes, papeletas y turrones. // Iba hacia no sé dónde y con violencia / me alzó cualquier vehículo, y golpeando / iba mi bolso con su bomba adentro.»
  10. Sundaralingam, Pireeni (Poeta, música, neuróloga...) (Tamil, Sri Lanka, ~1970 a 80)
    1) ('Las esposas de Lot'): «Las esposas de Lot'): "Nos levantamos / como lo hicieron mujeres antes que nosotras // mirando hacia atrás a nuestras ciudades incendiadas / mirando cómo el humo sube / desde nuestros vacíos hogares. // Tanta muerte. El olor / de la justicia / yendo a la deriva en el viento quemado. // Estaba tranquilo entonces. Y frío. // Escuchamos sus gritos, / los pájaros enjaulados aferrados / a sus perchas, nuestras hijas / desnudas en la codiciosa multitud. // Lo vimos todo, / vimos el fuego como lluvia, // vimos nuestras lágrimas correr, / blancas venas sobre nuestros cuerpos, // vimos la salmuera / fluir de la piel cuarteada por la sal. // Ahora, impacientes en la noche vacía / nos damos cuenta de que permanecemos allí, / solos en la negra panza de la colina. // Nosotros, los olvidados, / cuyos nombres fueron tragados por Dios.»
    2) ('Anochecer'): «Porque el anochecer no es sólo el fin del día / sino el dibujarse de las oscuras fuerzas de la muerte // porque la noche es un lugar donde acechan las sombras / y deambula la dinastía de nuestros fantasmas / porque soy la hija de tu única hija / cuando nuestros hijos están todos muertos y los nombres / de los que viven han sido esparcidos, / tejerás para mí estas plegarias del Tiempo Oscuro / echarás agua, cortante como acero, a través de mis dedos / pondrás cenizas, sagradas, entre mis ojos. / Abuela, / manteniendo una casa cuyos cuartos han sido vaciados, / donde las reliquias desaparecieron / y las fotografías de nuestros hombres / se adornan con silencio, / encenderás estas lámparas de aceite para mí, / cantarás mantras que derriban planetas, / nombrarás estrellas que serán fieles, / siguiendo mis pasos / incluso en el exilio.»
  11. Swirszczyn'ska [Swir], Anna (Poeta) (Varsovia, Polonia, 1909-1984)
    1) ('Coraje'): «No seré esclava de ningún amor. / A nadie / devolveré el sentido de su vida, / su derecho al crecimiento constante / hasta el último aliento. // Maniatada por el oscuro instinto / de la maternidad, / sedienta de ternura como el asmático / de aire, / con qué empeño construyo en mí / el hermoso egoísmo humano, / reservado desde hace siglos / para el varón. // Contra mí / están todas las civilizaciones del mundo, / todos los libros santos de la humanidad / escritos por ángeles místicos / con la expresiva pluma del relámpago. / Diez Mahomas / en diez elegantemente enmohecidas / lenguas / me amenazan con la condenación / en la tierra y en el cielo eterno. // Contra mí / está mi propio corazón. / Amaestrado por milenios / en la cruel virtud de la víctima.»
    2) ('Él paga los helados'): «Cada domingo iban a pasear. / Él, ella / y los tres niños. // Una noche, / cuando ella no quería dejarlo / ir a verse con otra, / él sacó de debajo del colchón / una navaja. // Ahora, de nuevo todos los domingos, / salen a pasear / él, ella y los tres niños. / Él paga los helados, todos se ríen. / Ella también.»

Reflexión 2

ABECÉ de MUJERES POETAS – Letra S-2

Anne Sexton.jpg

ANNE SEXTON - Vida y poemas

(Norton, Massachusetts, 1928-1974)

Reflexión 2

Con la primera versión de la sección Reflexión-2, continente y contenido, he procurado ser tímido —ineficaz es el exceso— para evitar desorientar a los improbables lectores con lo inestable o lo brusco. Así, estuve una buena temporada trabajando sobre entrevistas que llamaban mi atención entre personajes de la poesía o del arte en general; después fue surgiendo una euforia tranquila hacia el maestro poeta Gamoneda, al cual dediqué un gustoso esfuerzo, en concreto de su sublime y largo poema Descripción de la mentira. Y ahí sigue estando, como todo lo demás, bajo la doble colección de ya más de un mes de meses bajo el botón pulsable de Ir a reflexiones anteriores.

Mediado 2012, creí que era el momento de un nuevo derrotero, esta vez de más larga duración —si el cuerpo aguanta— y siguiendo una vía semejante a la que viene indicando la sección Reflexión-1, la del abecedario. Por otro lado, mi corazoncito me venía reclamando hacía tiempo una complementaria dedicación a la mujer —la mujer poeta— que ayude a suavizar el abundante defecto histórico y, a la vez, me sirva para reconocerle su general valía y sus aportaciones en este campo de la creación. Y, naturalmente, sirva de agradecimiento especial a mis lectoras, que asombrosamente son más de una.

Esa es la razón de que el 1 de julio de 2012 haya iniciado, como Reflexión-2 el ABECÉ de Mujeres Poetas, que espero completar de la A a la Z, desde mi selección posible de autoras y textos. Para cada letra iré buscando lo que entienda más oportuno y accesible, desde la primera, Anna Ajmátova, y las sucesivas (ver Ir a reflexiones anteriores). Espero que la siguiente elección resulte óptima (mi preferencia es elegir poetas en español, pero algunas letras se resisten y además, más de una vez, me vencen las devociones).

Fuentes: Páginas varias de internet, entre ellas:
«http://es.wikipedia.org/wiki/Anne_Sexton»
«https://sites.google.com/site/annesextonpoemas/»
«http://cuadrivio.net/2012/04/poemas-de-anne-sexton/»
«http://www.ctv.es/USERS/borobar/assassin.htm»
«http://www.poeticas.com.ar/Directorio/Poetas_miembros/Anne_Sexton.html»
Selección y comentarios: Xoán A. Leiceaga Baltar

Vida de Anne Sexton

La poeta norteamericana Anne Sexton, nacida como Anne Gray Harvey en el seno de una familia burguesa de Massachusetts, siendo la pequeña de tres hermanas, vivió la mayor parte de su vida en Boston, en barrios de clase, y también en San Francisco y en Baltimore. En 1948 decidió dejar los estudios básicos para casarse, matrimonio que duró hasta 1970 y del cual tuvo dos hijas a los 25 y 27 años; en 1954, en el posparto de su primera hija, tuvo su primer contacto con la depresión. Y en 1955, después del nacimiento de su segunda hija, sufrió otra crisis y volvió a ser hospitalizada; sus hijas fueron enviadas a vivir con sus abuelos paternos. Ese mismo año, el día de su cumpleaños ya intentó suicidarse.

En 1957, alentada por su médico, sabedor de esa afición de adolescencia, comenzó a escribir poesía y, paulatinamente, sus poemas en poco tiempo la hicieron ser conocida, sobre todo por sus publicaciones en varias revistas de prestigio estadounidenses como el New Yorker, Harper's Magazine o Saturday Review. Como mentor, W.D. Snodgrass la ayudó a desarrollar su creatividad. En un taller, conoció a la poeta Maxine Kumin, de quien no se separó hasta el final de su vida y entre ambas escribieron 4 libros infantiles; en otro taller conoció a Sylvia Plath y, más tarde, llegó a dirigir talleres propios en el Boston College, el Oberlin College y la Colgate University. En la Universidad de Boston fue profesora titular.

Convirtió su experiencia de mujer en el centro en su poesía y, como poeta confesional, ofrece al lector la visión de su propia angustia; a causa de ello hubo de soportar todo tipo de críticas y rechazo social al reflejar asuntos insoportables para la época, tales como la menstruación, el aborto y la drogadicción. Aún así, alcanzó a ser poeta reconocida, becada y premiada, ganadora del Pulitzer (por Live or Die, 1967) y después jurado de dicho premio; por todo ello, se convirtió en una de las escritoras más famosas de su país. Con 40 años, con su figura atractiva y sus dotes de actriz, recita en público su poema Menstruación y hace temblar los relamidos jardines de la burguesía norteamericana. Aún con todo, finalmente se suicidó en 1974 inhalando monóxido de carbono; desde el principio al fin siempre latió la otra cara, la de un vendaval poético, sexual y alcohólico. Copio del diario español El País, de un artículo de 31 mar 2013: «Con Anne Sexton siempre se empieza por el final. No es fácil librarse del ritual de muerte que la poeta interpretó el 4 de octubre de 1974, cuando se puso el abrigo de piel que había heredado de su madre, se bebió dos vodkas y con un tercero en la mano entró en el garaje de su casa, encendió el motor y la radio de su auto rojo y se quitó la vida»

Obra poética de Anne Sexton

To Bedlam and Part Way Back (1960)
The Starry Night (1961)
All My Pretty Ones (1962)
Live or Die (1966)
Love Poems (1969)
Transformations (1971)
The Book of Folly (1972)
The Death Notebooks (1974)
Libro 9 (1975, edición póstuma)
Libro 10 (1976, edición póstuma)
Libro último (1978, edición póstuma)

Edición en español de Anne Sexton

Obra completa (Ed.LINTEO, Ourense, 2013, 939 págs.)

DIEZ poemas de Anne Sexton

El asesino

La muerte correcta está escrita.
Colmaré la necesidad.
Mi arco está tenso.
Mi arco está listo.
Soy la bala y el garfio.
Estoy amartillada y dispuesta.
En mi alza lo tallo
como un escultor. Moldeo
su última mirada hacia todos.
Cambio sus ojos y su cráneo
constantemente de posición.
Conozco su sexo de macho
y lo recorro con mi dedo índice.
Su boca y su ano son uno.
Estoy en el centro de la emoción.

Un tren subterráneo
viaja a través de mi ballesta.
Tengo un cerrojo de sangre
y lo he hecho mío.
Con este hombre tengo en mis manos
su destino y con este revólver
tengo en mis manos el periódico y
con mi ardor tomaré posesión de él.
Se inclinará ante mí
y sus venas saldrán en desorden
igual que niños... Dame
su bandera y sus ojos.
Dame su duro caparazón y su labio.
Él es mi mal y mi manzana y
lo acompañaré a casa.

Los bombarderos

Nosotros somos América.
Somos los que rellenan los ataúdes.
Somos los tenderos de la muerte.
Los envolvemos como si fuesen coliflores.

La bomba se abre como una caja de zapatos.
¿Y el niño?
El niño decididamente no bosteza.
¿Y la mujer?
La mujer lava su corazón.
Se lo han arrancado
y se lo han quemado
y como último acto
lo enjuaga en el río.
Este es el mercado de la muerte.
¿Dónde están tus méritos,
América?

Cerdo

Oh tú máquina de beicon marrón,
cuán dulcemente yaces,
engordando una libra y media por día,
tú, par de calcetines enrollados,
tú, pesadilla de perro,
tú, con el morro aplastado
pero las orejas extendidas,
tus ojos blandos como huevos,
cerdo, grande como un cañón,
cuán dulcemente yaces.
Por la noche estoy tendida en mi cama
en el armario de mi mente
y cuento cerdos en un corral,
marrones , moteados, blancos, rosados, negros,
avanzan por la lanzadera hacia la muerte
del mismo modo que mi mente avanza
buscando su propia pequeña muerte.

En celebración de mi útero

Todo en mí es un pájaro.
Agito todas mis alas.
Querían cortarte y sacarte
pero no lo harán.
Decían que estabas infinitamente vacío
pero no lo estás.
Decían que estabas enfermo de muerte
pero se equivocaban.
Cantas como una colegiala.
No estás desgarrado.

Dulce peso,
en celebración de la mujer que soy
y el alma de la mujer que soy
y de la criatura central y su deleite
canto para ti. Me arriesgo a vivir.
Hola, espíritu. Hola, copa.
Sujetar, cubrir. Cubierta que contiene.
Hola tierra de las colinas.
Bienvenidas, raíces.

Cada célula tiene una vida.
Aquí hay suficiente para satisfacer una nación,
para que el pueblo haga suyos estos bienes.
Cualquier persona, cualquier sociedad diría:
"Este año está resultando tan bueno que
podemos pensar en otra cosecha.
Una plaga ha sido prevista y eliminada."
Por eso muchas mujeres cantan al unísono:
una maldiciendo la máquina de hacer zapatos,
una en el acuario cuidando de la foca,
una aburrida al volante de su Ford,
una cobrando en la barrera de peaje,
una en Arizona echando el lazo a un ternero,
una en Rusia con un chelo entre las piernas,
una en Egipto trajinando ollas en la cocina,
una pintando de luna las paredes de su dormitorio,
una moribunda pero recordando un almuerzo,
una en Thailandia desperezándose en su estera,
una limpiándole el culo a su hijo,
una mirando por la ventanilla de un tren
en medio de Wyoming y una está
en cualquier parte y algunas en todas partes y todas
parecen cantar, aunque algunas no pueden
cantar ni una nota.

Dulce peso,
en celebración de la mujer que soy
déjame llevar una bufanda de tres metros,
déjame tocar el tambor por las de diecinueve años,
déjame llevar cuencos para la ofrenda
(si eso es lo que me toca).
Déjame estudiar el tejido cardiovascular,
déjame medir la distancia angular entre meteoros,
déjame libar de los estambres de las flores
(si eso me toca).
Déjame hacer ciertas figuras tribales
(si me toca).
Por todo esto el cuerpo necesita
que me dejes cantar
para la cena,
para el beso,
para la afirmación
exacta.

Cartas para el Dr. Y.

Hoy me hacen feliz las sábanas de la vida.
Enjuagué las sábanas de la cama.
Tendí las de la cama y las contemplé
dar palmadas y alzarse como gaviotas.
Cuando estuvieron secas las descolgué
escondí mi cabeza entre ellas.
Todo el oxígeno del mundo estaba en ellas.
Todos los pies de bebés del mundo,
Todas las ingles de los ángeles del mundo,
todos los besos matinales estaban en ellas.
Todos los juegos a la pata coja en las aceras,
Todos los ponis de trapo estaban en ellas.

De modo que esto es la felicidad,
ese jornalero.

El beso

Mi boca florece como una herida.
He estado equivocada todo el año, tediosas
noches, nada sino ásperos codos en ellos
y delicadas cajas de Kleenex, llamando llora bebé
¡llora bebé, tonto!

Antes de ayer mi cuerpo estaba inútil.
Ahora está desgarrándose en sus rincones cuadrados.
Está desgarrando los vestidos de la Vieja Mary, nudo anudo
y mira, ahora está bombardeada con esos eléctricos cerrojos.
¡Zing! ¡Una resurrección!

Una vez fue un bote, bastante madera
y sin trabajo, sin agua salada debajo
y necesitando un poco de pintura. No había más
que un conjunto de tablas. Pero la elevaste, la encordaste.
Ella ha sido elegida.

Mis nervios están encendidos. Los oigo como
instrumentos musicales. Donde había silencio
los tambores, las cuerdas están tocando irremediablemente. Tú hiciste esto.
Puro genio trabajando. Querido, el compositor ha entrado
al fuego.

De esas

He salido al mundo, una bruja poseída,
rondando el aire negro, más valiente por ello;
soñando el mal, he sobrevolado
las casas planas, de luz en luz:
pobre solitaria, con mis doce dedos, enajenada.
Una mujer así no es una mujer, lo sé.
Yo he sido de ésas.
He encontrado las cuevas tibias del bosque,
las he llenado de sartenes, tallas, estantes,
de armarios, sedas, de incontables bienes;
he preparado la cena para los gusanos y los elfos:
llorando, aullando, ordenando lo que estaba mal.
A una mujer así no se la comprende.
Yo he sido de ésas.
He viajado contigo, carretero, saludando
con los brazos desnudos a los pueblos que dejábamos atrás,
aprendiéndome las últimas rutas de la claridad, superviviente
allí donde tus llamas aún muerden mis muslos
y crujen mis costillas bajo la presión de tu carreta.
Una mujer así no se avergüenza de morir.
Yo he sido de ésas.

Ama de casa

Algunas mujeres se casan con casas.
Es otra especie de piel; tiene un corazón,
una boca, un hígado y movimiento de intestinos.
Las paredes son estables y rosadas.
Mirad cómo se pasa el día hincada de rodillas,
lavándose fielmente.
Los hombres penetran a la fuerza, retrocediendo como Jonás
dentro de sus gordas madres.
Una mujer es su madre.
Eso es lo más importante.

Cigarrillos, Whiskey y Mujeres Salvajes

[De una canción]

Quizá nací de rodillas,
Nací tosiendo en el largo invierno,
Nací esperando el beso de la misericordia,
Nací con una pasión por la rapidez
Y aún así, al ir progresando las cosas,
Aprendí temprano sobre la estocada
O sacarla, el vapor del enema.
A los dos o tres aprendí a no arrodillarme,
A no esperar, a plantar mis fuegos bajo tierra
Donde a nadie más que las muñecas, perfectas y terribles,
Se puede susurrar y dejar morir.

EAhora que he escrito tantas palabras,
Y dejado tantos amores, para tantos,
Y he sido completamente lo que siempre fui –
Una mujer de excesos, de celos y codicia,
El esfuerzo me parece inútil.
¿Acaso no me miro al espejo,
Estos días,
Y veo una rata borracha voltear la vista?
¿Acaso no siento un hambre tan aguda
Que preferiría morir antes
Que mirarla a la cara?
Me arrodillo nuevamente,
En caso de que la misericordia llegue
En el último minuto.

Dijo el poeta al analista

Mi negocio son las palabras. Las palabras son como etiquetas,
o monedas, o mejor: como un enjambre de abejas.
Yo confieso que sólo me quiebra la fuente de las cosas;
como si las palabras se contaran como abejas muertas en el ático,
desabrochadas de sus ojos amarillos y sus alas secas.
Debo siempre olvidar que la palabra de uno es capaz de escoger
a otra, y de otra forma, hasta que tengo
algo que pude haber dicho…
pero que no lo hice.
Su negocio es vigilar mis palabras. Pero
no admito nada. Hago lo mejor que puedo, por ejemplo,
cuando puedo escribirle elogios a una máquina tragamonedas,
esa noche en Nevada: diciendo cómo la mágica bolsa acumulada
fue tocando tres campanadas sobre esa pantalla con suerte.
Pero si debiera decir que esto es algo que no es,
entonces me debilito, y recuerdo cómo mis manos se sintieron graciosas
y ridículas y llenas de todo
el crédulo dinero.

FIN de los poemas de Anne Sexton

Xoán A. Leiceaga Baltar, Marzo de 2014